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LA FIEBRE FERROCARRILERA P ara 1876, año en que Porfirio Días llegó al poder, México contaba con sólo 684.4 kilo- metros de vías férreas. Consciente de la importancia que jugaba el ferrocarril en el desarrollo de un país, su gobierno se trazó como una de las metas prioritarias impulsar el tendido de caminos de fi erro. Para lograrlo, se diseñó un plan que contemplaba, por una parte, financiar la construcción con recursos propios, así como promover la participación de los estados a través de la expedición de concesiones para que, en conjunto con inversionistas locales o extranjeros, avanzaran en el tendido de vías dentro de su territorio; y por otra parte, permitir la entrada de capital privado, nacional o extranjero, siempre y cuando presentaran proyectos ambiciosos como los ferrocarriles interoceánico e internacional. Las propuestas que implicaban de tal manera que la anhelada ruta de México a Veracruz (470,750 kiló- metros) fue inaugurada el 1 de enero de 1873 por Sebastián Lerdo de Tejada. Bajo el mandato de este último presidente se seguiría avanzando en la vasta tarea de comunicar al país con la autorización de importantes rutas como Mérida-Progreso, en la península de Yucatán; Mé- xico-Toluca, con un ramal a Cuautitlán; Puebla-Matamoros y México-León; no obstante, el ferrocarril estaba por llegar a una época de verdadero aug