La crítica literaria es, en términos de la ciencia humanística, una de las tres disciplinas de la ciencia de la literatura, aquella que desempeña una función dominantemente aplicativa sobre los textos, a diferencia de la teoría literaria y la historia literaria, si bien también existe una muy desarrollada «teoría de la crítica», que epistemológica y metodológicamente fundamenta o se propone la elaboración de la crítica directa o aplicada.1 La crítica literaria, que de manera natural se relaciona con la retórica, la poética y en general la teoría literaria, consiste propiamente en el ejercicio de análisis y valoración razonada de la literatura o de una o varias obras literarias. También se entiende por crítica literaria en sentido divulgativo o sobre todo periodístico la presentación, discusión o toma de partido acerca de una obra literaria en un medio de comunicación escrito, o también audiovisual.
La crítica literaria es una disciplina y una actividad característicamente occidental, de origen griego, ligada a lo que suele denominarse humanismo filológico y, por otra parte, a la antigua historiografía y a la moderna filosofía del juicio. Se considera que la crítica nace ya grande, de igual modo que esto se entiende de la retórica o la poética en lo que se refiere sobre todo a los tratados aristotélicos. Su principal creador es Dionisio de Halicarnaso, ya un virtuoso, entre otras cosas, del análisis estilístico, y creador del método comparatista.2
La cultura del Renacimiento y del humanismo renacentista dominantemente integró la crítica literaria en el quehacer más general e intenso de la filología, o bien de la retórica o las exégesis poetológicas del Quinientos y la crítica textual, nuevamente desarrollada como medio de recuperación del patrimonio clásico antiguo.3 La evolución manierista, y sobre todo la égida del Barroco, significó una apertura hacia fórmulas polémicas y de debate, peculiarmente en España, que de algún modo anuncian predisposiciones modernas.4 El siglo XVIII habría de significar, por su parte, al margen del remanente racionalista y neoclásico de la crítica concebida a partir del pensamiento ilustrado dogmático y su binomio verdad/error, tanto la aparición de la moderna prensa periódica y sus nuevos y agitados avatares críticos como el desarrollo de un pensamiento verdaderamente innovador a manos de la Ilustración y el Idealismo alemanes, entendidos ambos en amplio sentido y en correspondencia con la creación de la nueva historiografía y de la estética como disciplina autónoma.5
Durante el siglo XX la crítica literaria tuvo un ingente y complejo desarrollo, en medida importante condicionado por la dispersión de la estética, el dominio de lalingüística y, con ésta, los nuevos positivismos estructurales y formalistas, frecuentemente de elaboración ahistórica y al margen de la tradición humanística. Las evoluciones y nuevas implantaciones de los sociologismos, relativismos y nuevas formas del nihilismo contemporáneo puede decirse que dieron fin al gran ciclo estructural y formalista que caracterizó progresivamente el siglo XX. Todo ello ya ha sido sometido a análisis y a fuerte crítica. Sea como fuere, se trata de una época de extraordinaria producción crítica en diversos sentidos y entre cuyas grandes aportaciones se encuentran aquellas por completo ajenas a las modas y corrientes dominantes. En este sentido es de considerar un buen número de personalidades intelectuales de primer orden en los campos contiguos de la filosofía, la filología y la literatura, así Theodor Adorno, Erich Auerbach, Walter Benjamin, Benedetto Croce, Ernst Robert Curtius, José Lezama Lima, Alfonso Reyes, Paul Valéry o Karl Vossler.
La crítica literaria es, en términos de la ciencia humanística, una de las tres disciplinas de la ciencia de la literatura, aquella que desempeña una función dominantemente aplicativa sobre los textos, a diferencia de la teoría literaria y la historia literaria, si bien también existe una muy desarrollada «teoría de la crítica», que epistemológica y metodológicamente fundamenta o se propone la elaboración de la crítica directa o aplicada.1 La crítica literaria, que de manera natural se relaciona con la retórica, la poética y en general la teoría literaria, consiste propiamente en el ejercicio de análisis y valoración razonada de la literatura o de una o varias obras literarias. También se entiende por crítica literaria en sentido divulgativo o sobre todo periodístico la presentación, discusión o toma de partido acerca de una obra literaria en un medio de comunicación escrito, o también audiovisual.
La crítica literaria es una disciplina y una actividad característicamente occidental, de origen griego, ligada a lo que suele denominarse humanismo filológico y, por otra parte, a la antigua historiografía y a la moderna filosofía del juicio. Se considera que la crítica nace ya grande, de igual modo que esto se entiende de la retórica o la poética en lo que se refiere sobre todo a los tratados aristotélicos. Su principal creador es Dionisio de Halicarnaso, ya un virtuoso, entre otras cosas, del análisis estilístico, y creador del método comparatista.2
La cultura del Renacimiento y del humanismo renacentista dominantemente integró la crítica literaria en el quehacer más general e intenso de la filología, o bien de la retórica o las exégesis poetológicas del Quinientos y la crítica textual, nuevamente desarrollada como medio de recuperación del patrimonio clásico antiguo.3 La evolución manierista, y sobre todo la égida del Barroco, significó una apertura hacia fórmulas polémicas y de debate, peculiarmente en España, que de algún modo anuncian predisposiciones modernas.4 El siglo XVIII habría de significar, por su parte, al margen del remanente racionalista y neoclásico de la crítica concebida a partir del pensamiento ilustrado dogmático y su binomio verdad/error, tanto la aparición de la moderna prensa periódica y sus nuevos y agitados avatares críticos como el desarrollo de un pensamiento verdaderamente innovador a manos de la Ilustración y el Idealismo alemanes, entendidos ambos en amplio sentido y en correspondencia con la creación de la nueva historiografía y de la estética como disciplina autónoma.5
Durante el siglo XX la crítica literaria tuvo un ingente y complejo desarrollo, en medida importante condicionado por la dispersión de la estética, el dominio de lalingüística y, con ésta, los nuevos positivismos estructurales y formalistas, frecuentemente de elaboración ahistórica y al margen de la tradición humanística. Las evoluciones y nuevas implantaciones de los sociologismos, relativismos y nuevas formas del nihilismo contemporáneo puede decirse que dieron fin al gran ciclo estructural y formalista que caracterizó progresivamente el siglo XX. Todo ello ya ha sido sometido a análisis y a fuerte crítica. Sea como fuere, se trata de una época de extraordinaria producción crítica en diversos sentidos y entre cuyas grandes aportaciones se encuentran aquellas por completo ajenas a las modas y corrientes dominantes. En este sentido es de considerar un buen número de personalidades intelectuales de primer orden en los campos contiguos de la filosofía, la filología y la literatura, así Theodor Adorno, Erich Auerbach, Walter Benjamin, Benedetto Croce, Ernst Robert Curtius, José Lezama Lima, Alfonso Reyes, Paul Valéry o Karl Vossler.