El nacionalismo político debe recapacitar sobre si puede seguir siendo el que interprete en situación de monopolio lo que es Cataluña y lo que conviene al futuro nacional de este país. Debería aceptar que las bases políticas del catalanismo son mucho más amplias que las que ellos representan y también reconocer que en los últimos años el discurso nacionalista se ha distanciado excesivamente de la cotidianidad, de lo que preocupa e interesa a la gente que vive en Cataluña. Un nacionalismo que tampoco ha sabido mantener una línea coherente entre sus discursos y su práctica. Y al final eso tiene su precio.
El nacionalismo político debe recapacitar sobre si puede seguir siendo el que interprete en situación de monopolio lo que es Cataluña y lo que conviene al futuro nacional de este país. Debería aceptar que las bases políticas del catalanismo son mucho más amplias que las que ellos representan y también reconocer que en los últimos años el discurso nacionalista se ha distanciado excesivamente de la cotidianidad, de lo que preocupa e interesa a la gente que vive en Cataluña. Un nacionalismo que tampoco ha sabido mantener una línea coherente entre sus discursos y su práctica. Y al final eso tiene su precio.