Se designaba con ese nombre, derivado de una expresión irónica española (convento como prostíbulo) a una casa que alquilaba cuartos a inmigrantes.
Como consecuencia de este fenómeno de crecimiento, en una ciudad apenas preparada para un cambio de tal magnitud, nació el conventillo, cuya antesala sórdida y atestada fue el célebre Hotel de Inmigrantes.
La mudanza de los grupos tradicionales al Barrio Norte (alrededor del 80% por la epidemia de fiebre amarilla) permitió alojar a numerosas familias, que se hacinaron en los ya obsoletos caserones del sur.
Los especuladores, a su turno, no tardaron en acondicionar vetustos edificios de la época colonial o en hacer construir precarios alojamientos para esta demanda poco exigente y ansiosa por obtener, mal o bien, su techo. La improvisación, el hacinamiento, la falta de servicios sanitarios y la pobreza sin demasiada esperanza hicieron el resto. Había nacido el conventillo. La superficie promedio por persona era de 1,6 metros.
Se designaba con ese nombre, derivado de una expresión irónica española (convento como prostíbulo) a una casa que alquilaba cuartos a inmigrantes.
Como consecuencia de este fenómeno de crecimiento, en una ciudad apenas preparada para un cambio de tal magnitud, nació el conventillo, cuya antesala sórdida y atestada fue el célebre Hotel de Inmigrantes.
La mudanza de los grupos tradicionales al Barrio Norte (alrededor del 80% por la epidemia de fiebre amarilla) permitió alojar a numerosas familias, que se hacinaron en los ya obsoletos caserones del sur.
Los especuladores, a su turno, no tardaron en acondicionar vetustos edificios de la época colonial o en hacer construir precarios alojamientos para esta demanda poco exigente y ansiosa por obtener, mal o bien, su techo. La improvisación, el hacinamiento, la falta de servicios sanitarios y la pobreza sin demasiada esperanza hicieron el resto. Había nacido el conventillo. La superficie promedio por persona era de 1,6 metros.