España desde la perspectiva de la industrialización, pertenece a la segunda generación de países industriales de Europa con una incorporación tardía, decenios después de la primera Revolución Industrial. En el periodo que va de 1840 a 1931 el país fue prioritariamente abastecedor de materias primas con destino a Europa Central y, en un segundo grado, desde mediados del siglo XIX, aunque de modo progresivo y acelerado, se incorporó como productor de bienes industriales.
Explotación minera en Minas de Riotinto (Huelva).
Tardaría casi un cuarto de siglo más que los países más avanzados del norte de Europa y América del Norte en insertarse en la segunda fase de la revolución tecnológica; este desfase se recuperó rápidamente, en un corto plazo comprendido entre 1932 y 1974, que recibe el nombre de milagro económico español. La recesión mundial provocada por el encarecimiento de los precios del petróleo, a la que se añadió la competencia de la tercera generación de países industrializados que surgió entre algunos países del sudeste asiático, puso de manifiesto las debilidades estructurales del sistema industrial español, que experimentó durante los diez años siguientes como en Francia y Estados Unidos, una de las crisis más consistentes entre los países industrializados.
La condición de España hasta los años cincuenta, dependiente del exterior para el abastecimiento de tecnologías y capitales, se reflejaron en la misma distribución funcional del espacio. La industrialización de Barcelona, la vertiente septentrional vasca, con sus áreas adyacentes, convirtió a estas regiones en los centros de la economía española, dejando para el resto el papel de abastecedores de materias primas y de energía, además de constituirse en el mercado de los productos manufacturados. Más adelante los procesos de industrialización se extendieron por toda la franja levantina comprendida entre dos densos ejes industriales, el cantábrico y el mediterráneo, entre los cuales se extiende un eje menor formado por la depresión del Ebro, y a los que se añadió en forma extraordinaria Madrid. Durante la crisis de 1973 se manifiesta el declive del eje cantábrico, especialmente con la disminución del primitivo tejido industrial en Cantabria. Continuó el dinamismo del eje mediterráneo, así como los procesos de reconversión y relocalización de las regiones industrializadas y de los núcleos dispersos surgidos en las regiones periféricas.
Tras la larga fase de ajuste (1977-1984) para numerosos sectores, empresas y territorios, que estabilizó la producción final y acarreó importantes reducciones en las plantillas laborales, se inició un periodo de recuperación y crecimiento (1985-1990).
Verified answer
Respuesta:
HOLA ESPERO QUE TE SIRVA ✨
Explicación:
España desde la perspectiva de la industrialización, pertenece a la segunda generación de países industriales de Europa con una incorporación tardía, decenios después de la primera Revolución Industrial. En el periodo que va de 1840 a 1931 el país fue prioritariamente abastecedor de materias primas con destino a Europa Central y, en un segundo grado, desde mediados del siglo XIX, aunque de modo progresivo y acelerado, se incorporó como productor de bienes industriales.
Explotación minera en Minas de Riotinto (Huelva).
Tardaría casi un cuarto de siglo más que los países más avanzados del norte de Europa y América del Norte en insertarse en la segunda fase de la revolución tecnológica; este desfase se recuperó rápidamente, en un corto plazo comprendido entre 1932 y 1974, que recibe el nombre de milagro económico español. La recesión mundial provocada por el encarecimiento de los precios del petróleo, a la que se añadió la competencia de la tercera generación de países industrializados que surgió entre algunos países del sudeste asiático, puso de manifiesto las debilidades estructurales del sistema industrial español, que experimentó durante los diez años siguientes como en Francia y Estados Unidos, una de las crisis más consistentes entre los países industrializados.
La condición de España hasta los años cincuenta, dependiente del exterior para el abastecimiento de tecnologías y capitales, se reflejaron en la misma distribución funcional del espacio. La industrialización de Barcelona, la vertiente septentrional vasca, con sus áreas adyacentes, convirtió a estas regiones en los centros de la economía española, dejando para el resto el papel de abastecedores de materias primas y de energía, además de constituirse en el mercado de los productos manufacturados. Más adelante los procesos de industrialización se extendieron por toda la franja levantina comprendida entre dos densos ejes industriales, el cantábrico y el mediterráneo, entre los cuales se extiende un eje menor formado por la depresión del Ebro, y a los que se añadió en forma extraordinaria Madrid. Durante la crisis de 1973 se manifiesta el declive del eje cantábrico, especialmente con la disminución del primitivo tejido industrial en Cantabria. Continuó el dinamismo del eje mediterráneo, así como los procesos de reconversión y relocalización de las regiones industrializadas y de los núcleos dispersos surgidos en las regiones periféricas.
Tras la larga fase de ajuste (1977-1984) para numerosos sectores, empresas y territorios, que estabilizó la producción final y acarreó importantes reducciones en las plantillas laborales, se inició un periodo de recuperación y crecimiento (1985-1990).