Mientras que la sociedad tribal o de aldea basaba su existencia «política» en un grupo más o menos amplio unido por lazos parentales en defensa de un territorio común, la formación estatal emerge por la necesidad de administrar los recursos materiales y humanos de un territorio incrementado, en el que los vínculos de sangre ocupan una posición marginal respecto a los derivados de la riqueza, prestigio y función desempeñada en el seno de la comunidad. A diferencia de otras formas políticas primarias, la organización del Estado supone la existencia de un grupo privilegiado (sacerdotes, funcionarios) que participa directamente de los beneficios productivos o excedentarios, recibidos en forma de ofrendas o tributos por los servicios prestados a la comunidad. Este esquema redistributivo implica tanto al «rey» o jefe político y/o religioso como a sus consejeros más próximos. En los primeros momentos, el grupo privilegiado no traspasó el ámbito de la familia real que por su riqueza, prestigio o valor había conseguido imponerse sobre otros grupos familiares; pero más tarde la necesidad de un mayor control así como la gratificación o recompensa de servicios comunitarios hicieron que la situación de privilegio se extendiera también a representantes de otros grupos familiares. Unos y otros como grupo dirigente asumieron la responsabilidad organizativa del Estado, con dos funciones esenciales: toma de decisiones en beneficio de la comunidad y exacción del excedente productivo por razones religiosas (“templo») o políticas («palacio») a cambio del compromiso de protección de los intereses comunitarios frente a posibles enemigos dentro y fuera del propio territorio. El rey se sitúa, por tanto, en un nivel distinto que sus súbditos o protegidos. Además, la autoridad real se legitima por razones ideológicas, puesto que el rey es considerado al menos un intermediario -en Sumer- entre los dioses protectores de la ciudad y los hombres que la habitan, si no una reencarnación -en Egipto-de la propia divinidad. Como intérprete de la voluntad de los dioses el rey/faraón se convierte así en dispensador de vida, protección y justicia, lo que sitúa a los súbditos en total dependencia y sumisión a su persona.
Pero, por otra parte, como el éxito es la
mejor garantía de su permanencia en el poder y éste depende de la protección dispensada por los dioses, los tributos exigidos por el Estado y entregados incluso al «palacio» son considerados como ofrendas a la divinidad protectora. En virtud de este mecanismo ideológico el rey queda obligado al
mantenimiento de las dos «grandes organizaciones» (Oppenheim, 1964),
templo y palacio, aunque éstas probablemente se identificaban en los primeros momentos y quedaron claramente separadas cuando la monarquía se
consolidó.
Los grupos vinculados al templo (sacerdotes) y al palacio (funcionarios) gozan de una posición de privilegio que los convierte en los mayores defensores del nuevo sistema, encargados de legitimar ante el resto de la comunidad la autoridad del rey y de garantizar la consolidación de esta nueva situación política.
Por su parte, la comunidad queda, de hecho, obligada a contribuir a su mantenimiento no sólo con diezmos y tributos, sino también mediante la prestación de servicios o trabajos (“corneas») exigidos de forma periódica en provecho de toda la comunidad. Incluso dentro del grupo productivo ladivisión social del trabajo necesaria para la organización económica establece una diferencia entre los productores de alimentos (propietarios y trabajadores agrícolas) básicos para la subsistencia de la comunidad, y un grupo incipiente de artesanos dedicados a la elaboración de productos manufacturados asimismo necesarios para su desarrollo. Pero la producción excedentaria de unos y otros es detraída por el grupo dirigente con fines redistributivos, función que sólo compete a los miembros de las «grandes organizaciones». No obstante, la diferenciación social básica en estos primeros estados no se establece únicamente en términos de riqueza sino ante todo en función de trabajo (Garelli-Sauneron, 1974): entre quienes trabajan y quienes hacen trabajar, quienes trabajan para la comunidad y los que realizan trabajos particulares, quienes se especializan en determinado tipo de trabajos productivos (agrícolas y artesanales) y los que aportan servicios (sacerdotes, funcionarios), en fin, entre quienes producen y quienes controlan la producción a través del mecanismo redistributivo. Esta organización compleja, estratificada y jerarquizada exige pronto la configuración en torno al palacio de un grupo dedicado a la defensa de bienes e intereses comunes, que es el germen de una organización militar que sustituye al «pueblo en armas» de las formaciones tribales o de aldea.
Las civilizaciones hidráulicas del Próximo Oriente y Egipto.
Son aquellas civilizaciones históricas surgidas en climas áridos que desarrollaron su economía en base a la agricultura y en el aprovechamiento de un gran río para el riego y como vía de comunicación.
Respuesta:
:3
Explicación:
Mientras que la sociedad tribal o de aldea basaba su existencia «política» en un grupo más o menos amplio unido por lazos parentales en defensa de un territorio común, la formación estatal emerge por la necesidad de administrar los recursos materiales y humanos de un territorio incrementado, en el que los vínculos de sangre ocupan una posición marginal respecto a los derivados de la riqueza, prestigio y función desempeñada en el seno de la comunidad. A diferencia de otras formas políticas primarias, la organización del Estado supone la existencia de un grupo privilegiado (sacerdotes, funcionarios) que participa directamente de los beneficios productivos o excedentarios, recibidos en forma de ofrendas o tributos por los servicios prestados a la comunidad. Este esquema redistributivo implica tanto al «rey» o jefe político y/o religioso como a sus consejeros más próximos. En los primeros momentos, el grupo privilegiado no traspasó el ámbito de la familia real que por su riqueza, prestigio o valor había conseguido imponerse sobre otros grupos familiares; pero más tarde la necesidad de un mayor control así como la gratificación o recompensa de servicios comunitarios hicieron que la situación de privilegio se extendiera también a representantes de otros grupos familiares. Unos y otros como grupo dirigente asumieron la responsabilidad organizativa del Estado, con dos funciones esenciales: toma de decisiones en beneficio de la comunidad y exacción del excedente productivo por razones religiosas (“templo») o políticas («palacio») a cambio del compromiso de protección de los intereses comunitarios frente a posibles enemigos dentro y fuera del propio territorio. El rey se sitúa, por tanto, en un nivel distinto que sus súbditos o protegidos. Además, la autoridad real se legitima por razones ideológicas, puesto que el rey es considerado al menos un intermediario -en Sumer- entre los dioses protectores de la ciudad y los hombres que la habitan, si no una reencarnación -en Egipto-de la propia divinidad. Como intérprete de la voluntad de los dioses el rey/faraón se convierte así en dispensador de vida, protección y justicia, lo que sitúa a los súbditos en total dependencia y sumisión a su persona.
Pero, por otra parte, como el éxito es la
mejor garantía de su permanencia en el poder y éste depende de la protección dispensada por los dioses, los tributos exigidos por el Estado y entregados incluso al «palacio» son considerados como ofrendas a la divinidad protectora. En virtud de este mecanismo ideológico el rey queda obligado al
mantenimiento de las dos «grandes organizaciones» (Oppenheim, 1964),
templo y palacio, aunque éstas probablemente se identificaban en los primeros momentos y quedaron claramente separadas cuando la monarquía se
consolidó.
Los grupos vinculados al templo (sacerdotes) y al palacio (funcionarios) gozan de una posición de privilegio que los convierte en los mayores defensores del nuevo sistema, encargados de legitimar ante el resto de la comunidad la autoridad del rey y de garantizar la consolidación de esta nueva situación política.
Por su parte, la comunidad queda, de hecho, obligada a contribuir a su mantenimiento no sólo con diezmos y tributos, sino también mediante la prestación de servicios o trabajos (“corneas») exigidos de forma periódica en provecho de toda la comunidad. Incluso dentro del grupo productivo ladivisión social del trabajo necesaria para la organización económica establece una diferencia entre los productores de alimentos (propietarios y trabajadores agrícolas) básicos para la subsistencia de la comunidad, y un grupo incipiente de artesanos dedicados a la elaboración de productos manufacturados asimismo necesarios para su desarrollo. Pero la producción excedentaria de unos y otros es detraída por el grupo dirigente con fines redistributivos, función que sólo compete a los miembros de las «grandes organizaciones». No obstante, la diferenciación social básica en estos primeros estados no se establece únicamente en términos de riqueza sino ante todo en función de trabajo (Garelli-Sauneron, 1974): entre quienes trabajan y quienes hacen trabajar, quienes trabajan para la comunidad y los que realizan trabajos particulares, quienes se especializan en determinado tipo de trabajos productivos (agrícolas y artesanales) y los que aportan servicios (sacerdotes, funcionarios), en fin, entre quienes producen y quienes controlan la producción a través del mecanismo redistributivo. Esta organización compleja, estratificada y jerarquizada exige pronto la configuración en torno al palacio de un grupo dedicado a la defensa de bienes e intereses comunes, que es el germen de una organización militar que sustituye al «pueblo en armas» de las formaciones tribales o de aldea.
Respuesta:
Las civilizaciones hidráulicas del Próximo Oriente y Egipto.
Son aquellas civilizaciones históricas surgidas en climas áridos que desarrollaron su economía en base a la agricultura y en el aprovechamiento de un gran río para el riego y como vía de comunicación.
Explicación: