Fueron los experimentos de Faraday sobre la electrólisis, realizados hacia 1830, los que sugirieron que los átomos no eran tan simples e indivisibles como Dalton supuso. El hecho de que la corriente eléctrica produjera un cambio químico indicaba la existencia de una relación entre electricidad y materia, o en otras palabras, que los átomos debían poseer una estructura de naturaleza eléctrica. Pero, ¿en qué consistía la electricidad? ¿Por qué, aunque sus propiedades eran conocidas, la electricidad seguía considerándose, como desde el principio, un fluido misterioso? La clasificación periódica de los elementos, conocida años más tarde, también apuntaba a la complejidad del átomo. En efecto, si, según Dalton, la propiedad más importante del átomo era su peso, los elementos de peso atómico parecido (que ocupan posiciones contiguas en la clasificación) debían tener propiedades semejantes. ¿Cómo se explicaba entonces que después de cada halógeno (fuertemente oxidante) viniera un gas noble (totalmente inerte) y que siguiera un metal alcalino (muy reductor)? Esta repetición periódica de las propiedades de los elementos podía tener explicación en función de un modelo de átomo no simple, cuya estructura fuera la que se repitiese. Hasta los últimos años del siglo XIX no se comprobó que el átomo era divisible y poseía, además, naturaleza eléctrica. Tales conclusiones llegaron de un lugar inesperado: del estudio de las descargas eléctricas en los tubos de vacío.
Fueron los experimentos de Faraday sobre la electrólisis, realizados hacia 1830, los que
sugirieron que los átomos no eran tan simples e indivisibles como Dalton supuso. El hecho de que
la corriente eléctrica produjera un cambio químico indicaba la existencia de una relación entre
electricidad y materia, o en otras palabras, que los átomos debían poseer una estructura de
naturaleza eléctrica. Pero, ¿en qué consistía la electricidad? ¿Por qué, aunque sus propiedades
eran conocidas, la electricidad seguía considerándose, como desde el principio, un fluido
misterioso?
La clasificación periódica de los elementos, conocida años más tarde, también apuntaba a la
complejidad del átomo. En efecto, si, según Dalton, la propiedad más importante del átomo era su
peso, los elementos de peso atómico parecido (que ocupan posiciones contiguas en la
clasificación) debían tener propiedades semejantes. ¿Cómo se explicaba entonces que después
de cada halógeno (fuertemente oxidante) viniera un gas noble (totalmente inerte) y que siguiera
un metal alcalino (muy reductor)? Esta repetición periódica de las propiedades de los elementos
podía tener explicación en función de un modelo de átomo no simple, cuya estructura fuera la
que se repitiese.
Hasta los últimos años del siglo XIX no se comprobó que el átomo era divisible y poseía,
además, naturaleza eléctrica. Tales conclusiones llegaron de un lugar inesperado: del estudio de
las descargas eléctricas en los tubos de vacío.
el descubrimiento de los QUARKS.