Detrás de una pendiente rocosa en el centro de Jordania yacen los restos de un poblado de 10.000 años de antigüedad llamado Ain Ghazal, cuyos habitantes vivieron en casas de piedra con vigas de madera como techo, con paredes y pisos relucientes por el yeso blanco.
Cientos de personas que residieron ahí acudían a rezar en santuarios circulares y elaboraban evocadoras esculturas con ojos enormes de 91 centímetros de alto. Enterraban los restos de sus seres queridos bajo el piso de sus casas y decapitaban los cuerpos para decorar el cráneo.
Detrás de una pendiente rocosa en el centro de Jordania yacen los restos de un poblado de 10.000 años de antigüedad llamado Ain Ghazal, cuyos habitantes vivieron en casas de piedra con vigas de madera como techo, con paredes y pisos relucientes por el yeso blanco.
Cientos de personas que residieron ahí acudían a rezar en santuarios circulares y elaboraban evocadoras esculturas con ojos enormes de 91 centímetros de alto. Enterraban los restos de sus seres queridos bajo el piso de sus casas y decapitaban los cuerpos para decorar el cráneo.
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Detrás de una pendiente rocosa en el centro de Jordania yacen los restos de un poblado de 10.000 años de antigüedad llamado Ain Ghazal, cuyos habitantes vivieron en casas de piedra con vigas de madera como techo, con paredes y pisos relucientes por el yeso blanco.
Cientos de personas que residieron ahí acudían a rezar en santuarios circulares y elaboraban evocadoras esculturas con ojos enormes de 91 centímetros de alto. Enterraban los restos de sus seres queridos bajo el piso de sus casas y decapitaban los cuerpos para decorar el cráneo.
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Detrás de una pendiente rocosa en el centro de Jordania yacen los restos de un poblado de 10.000 años de antigüedad llamado Ain Ghazal, cuyos habitantes vivieron en casas de piedra con vigas de madera como techo, con paredes y pisos relucientes por el yeso blanco.
Cientos de personas que residieron ahí acudían a rezar en santuarios circulares y elaboraban evocadoras esculturas con ojos enormes de 91 centímetros de alto. Enterraban los restos de sus seres queridos bajo el piso de sus casas y decapitaban los cuerpos para decorar el cráneo.
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