MARZO 2012 P. Crisóforo Domínguez Pedral Secretario Ejecutivo
Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo CELAM
1.- Textos Bíblicos: (Génesis 1,26-28; Gén. 5,1-2; Gén. 9,6) “Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (varón y hembra/macho y hembra) (Gén. 1,27)
“El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y mujer, los bendijo, y los llamó “hombre” en el día de su creación”. (Gén. 5,1-2) Estas palabras del Génesis, sobre las que queremos reflexionar al inicio del Simposio “La Familia el mayor tesoro de la humanidad”, recogen dos verdades fundamentales sobre la persona humana: (1) es creada “a imagen de Dios”; (2) es creada como “hombre y mujer”. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, iguales en su humanidad, con idéntica dignidad personal, y al mismo tiempo en esencial y profunda relación de hombre y mujer.
1.1. IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS
En el AT. la concepción según la cual el hombre fue creado a imagen de alguna divinidad, es común en la antigüedad (Ovid., Met. I, 183), especialmente entre los babilonios (p.ej., Guilgames I, 8os).
Analógicamente, según el relato sacerdotal Gén. 1,26: Dijo Dios/Elohim: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra…” (Retrato/reproducción; hebreo (selem”), semejante a nosotros (hebreo, “como nuestro” demut).
Según resulta de Gén. 1,27 “Dios creó al hombre a imagen suya”; Gén. 5,1-2 “El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo y los llamó “hombre” en el día de su creación” y de Gén. 9,6 “porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”; donde no se encuentra más que imagen (selem), es evidente que “imagen” (selem) y “semejanza” (demut) significan lo mismo: la naturaleza “elohimica” o casi divina del hombre, sin que se deba en manera alguna, espiritualizar demasiado tal concepción. Por tanto el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, es decir persona.
Según el Código sacerdotal, la semejanza de Dios no consiste exclusivamente en la inmortalidad del alma ni en la forma del cuerpo humano. Al evitar en su relato todo antropomorfismo, muestra el autor que no se figura a Dios con apariencia humana.
El hombre es semejante a Dios (5,1) como el hijo es semejante al padre (5,3), porque conserva algo de la divinidad de su creador (cf. 2,7), sus capacidades espirituales y la gloria de su apariencia externa (cf. Sal 8.6).
Por esta razón, la vida del hombre es como un “Elohim” de segunda categoría, coronado de esplendor y de honor (e.d. de poderío y de gloria, que le circundan visiblemente); es un rey al que Dios ha colocado entre los demás seres vivos para que señoree sobre ellos (Gén. 1.28; Sal 8,7ss Eclo. 17,3).
El escrito sacerdotal no parece sospechar que el hombre haya perdido su semejanza con Dios. Sólo más tardíamente (Sab. 2,23s) se hace consistir la semejanza del hombre con Dios en la inmortalidad que le fue otorgada al ser creado y que luego el diablo le hizo perder.
Esta relación con Dios separa al hombre de los animales. Supone una semejanza general de naturaleza: inteligencia, voluntad, poder y capacidad de amar; el hombre es una persona. Pero no es igual a Dios sino semejante, porque Dios es persona divina y el hombre persona humana. Así prepara una revelación más profunda: participación, por gracia, de la naturaleza divina que hace Cristo por su encarnación, muerte y resurrección.
En el NT. La imagen (eikon) es siempre la copia y la representación visible del modelo; de ahí que en Heb. 10,1 “la ley” sea sólo “una sombra” y no “la imagen de los bienes futuros”.
Cuando Pablo describe al hombre como imagen y gloria de Dios (1Cor. 11,7), se funda en Gén. 1,27; puesto que el hombre fue creado directamente por Dios, es el representante y la gloria de su creador.
VARON Y MUJER LOS CREO (Génesis. 1, 27)
MARZO 2012 P. Crisóforo Domínguez Pedral Secretario Ejecutivo
Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo CELAM
1.- Textos Bíblicos: (Génesis 1,26-28; Gén. 5,1-2; Gén. 9,6) “Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (varón y hembra/macho y hembra) (Gén. 1,27)
“El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y mujer, los bendijo, y los llamó “hombre” en el día de su creación”. (Gén. 5,1-2) Estas palabras del Génesis, sobre las que queremos reflexionar al inicio del Simposio “La Familia el mayor tesoro de la humanidad”, recogen dos verdades fundamentales sobre la persona humana: (1) es creada “a imagen de Dios”; (2) es creada como “hombre y mujer”. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, iguales en su humanidad, con idéntica dignidad personal, y al mismo tiempo en esencial y profunda relación de hombre y mujer.
1.1. IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS
En el AT. la concepción según la cual el hombre fue creado a imagen de alguna divinidad, es común en la antigüedad (Ovid., Met. I, 183), especialmente entre los babilonios (p.ej., Guilgames I, 8os).
Analógicamente, según el relato sacerdotal Gén. 1,26: Dijo Dios/Elohim: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra…” (Retrato/reproducción; hebreo (selem”), semejante a nosotros (hebreo, “como nuestro” demut).
Según resulta de Gén. 1,27 “Dios creó al hombre a imagen suya”; Gén. 5,1-2 “El día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo y los llamó “hombre” en el día de su creación” y de Gén. 9,6 “porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”; donde no se encuentra más que imagen (selem), es evidente que “imagen” (selem) y “semejanza” (demut) significan lo mismo: la naturaleza “elohimica” o casi divina del hombre, sin que se deba en manera alguna, espiritualizar demasiado tal concepción. Por tanto el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, es decir persona.
Según el Código sacerdotal, la semejanza de Dios no consiste exclusivamente en la inmortalidad del alma ni en la forma del cuerpo humano. Al evitar en su relato todo antropomorfismo, muestra el autor que no se figura a Dios con apariencia humana.
El hombre es semejante a Dios (5,1) como el hijo es semejante al padre (5,3), porque conserva algo de la divinidad de su creador (cf. 2,7), sus capacidades espirituales y la gloria de su apariencia externa (cf. Sal 8.6).
Por esta razón, la vida del hombre es como un “Elohim” de segunda categoría, coronado de esplendor y de honor (e.d. de poderío y de gloria, que le circundan visiblemente); es un rey al que Dios ha colocado entre los demás seres vivos para que señoree sobre ellos (Gén. 1.28; Sal 8,7ss Eclo. 17,3).
El escrito sacerdotal no parece sospechar que el hombre haya perdido su semejanza con Dios. Sólo más tardíamente (Sab. 2,23s) se hace consistir la semejanza del hombre con Dios en la inmortalidad que le fue otorgada al ser creado y que luego el diablo le hizo perder.
Esta relación con Dios separa al hombre de los animales. Supone una semejanza general de naturaleza: inteligencia, voluntad, poder y capacidad de amar; el hombre es una persona. Pero no es igual a Dios sino semejante, porque Dios es persona divina y el hombre persona humana. Así prepara una revelación más profunda: participación, por gracia, de la naturaleza divina que hace Cristo por su encarnación, muerte y resurrección.
En el NT. La imagen (eikon) es siempre la copia y la representación visible del modelo; de ahí que en Heb. 10,1 “la ley” sea sólo “una sombra” y no “la imagen de los bienes futuros”.
Cuando Pablo describe al hombre como imagen y gloria de Dios (1Cor. 11,7), se funda en Gén. 1,27; puesto que el hombre fue creado directamente por Dios, es el representante y la gloria de su creador.