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El Nilo es el río más largo del mundo, situado en el noreste de África. Para los antiguos egipcios significaba vida ya que sin el Egipto habría sido un desierto estéril. El río les proporcionaba agua para beber y para regar los campos. Además, con las crecidas de cada año, depositaba tierra fértil a lo largo de sus orillas, dejando a los agricultores cultivar trigo y cebada (para hacer pan y cerveza), lino, frutas y hortalizas. A los egipcios les sirvió también como medio de comunicación y transporte de mercancías a lo largo de todo su imperio. Gracias al río se pudieron transportar gran parte de los sillares que hoy conforman las pirámides de Gizeh. También criaban ganado, vacas, ovejas y cabras. El río era tan vital que el historiador griego Herodoto describió el antiguo Egipto como el «don del Nilo». Los antiguos egipcios formaron los primeros pueblos en las riberas del Río Nilo hace 7.000 años dividiéndose en dos reinos El Bajo Egipto, en el delta del Nilo, y el Alto Egipto, a lo largo del valle del río. Hacia el año 3,100 a.C., el rey Menes, soberano del Alto Egipto, unió los dos reinos y situó su capital en Menfis. El fue quien estableció la primera dinastía (línea de reyes) del antiguo Egipto. El rey era la persona más poderosa del antiguo Egipto, y se le veneraba como la encarnación del dios Horus. A partir del año 1554 a.C., el rey recibió el título de «faraón», derivado de las palabras egipcias per aa, que significan «gran casa». Dos visires le ayudaban a gobernar y a recaudar impuestos. Otros funcionarios se encargaban de dirigir los principales departamentos del Estado: tesoro, obras reales (que supervisaba la construcción de las pirámides y las tumbas), graneros, ganado y asuntos exteriores. Todos y cada uno de los aspectos de la vida egipcia estaban bajo control del faraón.