Preséntate a los nuevos vecinos. Aunque creas que no sirve de mucho, conocer a los miembros de tu nueva comunidad de propietarios será muy beneficioso porque sabrán qué existe alguien al otro lado con el que compartir inquietudes y problemas.
Cuida los espacios compartidos. Es cierto que no es tu responsabilidad limpiar el pasillo o el ascensor, pero tampoco es necesario que los decores con colillas o bolsas de basura en los rellanos o en las zonas comunes. De hecho, debes cuidar éstas áreas como si fueran tuyas, ya que compartes su propiedad.
Devuelve lo que has pedido prestado. Sin ánimo de entrar en tópicos, tu vecino ha realizado un gesto de generosidad prestándote un poco de sal o el martillo que necesitas para colgar un cuadro. El agradecer ese gesto fomenta la solidaridad y la buena convivencia, lo que es básico para el decálogo del buen vecino.
Modera los ruidos innecesarios y a horas intempestivas. Con prudencia y sentido común, todo se puede hacer. Estás en tu derecho de organizar cenas o fiestas, pero piensa en la tranquilidad del vecino. Tampoco es necesario hacer ruidos intensos, como pasar la aspiradora, poner música o la televisión a un volumen elevado. Un vecino cansado y desesperado puede alterar la convivencia y ser muy peligroso.
Dialoga. En la convivencia, es lógico que se generan conflictos y divergencias. Nuestro consejo del decálogo del buen vecino es que dialogues y soluciones con calma los problemas. Antes de utilizar el recurso fácil de las denuncias o las querellas, discute los asuntos polémicos antes de la reunión de la comunidad de propietarios.
Postura constructiva. En las reuniones de propietarios, una de las normas del decálogo del buen vecino es adoptar una postura constructiva. Tu actitud ha de ser respetar el reglamento interno de la copropiedad como dueño de un inmueble. La opinión de cada uno de los vecinos propietarios, como tú, es igual de válida que la tuya.
Respeta el trabajo de los profesionales. Una comunidad de propietarios suele delegar algunas tareas a otros colectivos, como los administradores de fincas, gestores, agentes inmobiliarios o proveedores de servicios. Tú análisis se debe basar en la objetividad de su trabajo, no en la subjetividad de la empatía.
Mantén el sentido de comunidad. Si te ha tocado ser el presidente o algún cargo de la junta de propietarios, no te creas que te encuentras por encima de los demás. Simplemente, eres un representante que debe velar por el buen funcionamiento y la convivencia de la comunidad.
Contribuye a los gastos comunes. Tal cómo te comentábamos en el punto anterior, el hecho de formar parte de una comunidad supone asumir que los gastos comunes, como las derramas o las provisiones de fondos extraordinarias, sirven como inversión para mejorar la calidad de vida común y no son un gasto innecesario.
Cultiva las relaciones personales. No has de considerar que todo termina en las cuatro paredes de tu propiedad privada. Vivir en una comunidad de propietarios implica desarrollar una serie de relaciones personales basadas en la cordialidad y la afabilidad en aras del bien común.
Respuesta:
Preséntate a los nuevos vecinos. Aunque creas que no sirve de mucho, conocer a los miembros de tu nueva comunidad de propietarios será muy beneficioso porque sabrán qué existe alguien al otro lado con el que compartir inquietudes y problemas.
Cuida los espacios compartidos. Es cierto que no es tu responsabilidad limpiar el pasillo o el ascensor, pero tampoco es necesario que los decores con colillas o bolsas de basura en los rellanos o en las zonas comunes. De hecho, debes cuidar éstas áreas como si fueran tuyas, ya que compartes su propiedad.
Devuelve lo que has pedido prestado. Sin ánimo de entrar en tópicos, tu vecino ha realizado un gesto de generosidad prestándote un poco de sal o el martillo que necesitas para colgar un cuadro. El agradecer ese gesto fomenta la solidaridad y la buena convivencia, lo que es básico para el decálogo del buen vecino.
Modera los ruidos innecesarios y a horas intempestivas. Con prudencia y sentido común, todo se puede hacer. Estás en tu derecho de organizar cenas o fiestas, pero piensa en la tranquilidad del vecino. Tampoco es necesario hacer ruidos intensos, como pasar la aspiradora, poner música o la televisión a un volumen elevado. Un vecino cansado y desesperado puede alterar la convivencia y ser muy peligroso.
Dialoga. En la convivencia, es lógico que se generan conflictos y divergencias. Nuestro consejo del decálogo del buen vecino es que dialogues y soluciones con calma los problemas. Antes de utilizar el recurso fácil de las denuncias o las querellas, discute los asuntos polémicos antes de la reunión de la comunidad de propietarios.
Postura constructiva. En las reuniones de propietarios, una de las normas del decálogo del buen vecino es adoptar una postura constructiva. Tu actitud ha de ser respetar el reglamento interno de la copropiedad como dueño de un inmueble. La opinión de cada uno de los vecinos propietarios, como tú, es igual de válida que la tuya.
Respeta el trabajo de los profesionales. Una comunidad de propietarios suele delegar algunas tareas a otros colectivos, como los administradores de fincas, gestores, agentes inmobiliarios o proveedores de servicios. Tú análisis se debe basar en la objetividad de su trabajo, no en la subjetividad de la empatía.
Mantén el sentido de comunidad. Si te ha tocado ser el presidente o algún cargo de la junta de propietarios, no te creas que te encuentras por encima de los demás. Simplemente, eres un representante que debe velar por el buen funcionamiento y la convivencia de la comunidad.
Contribuye a los gastos comunes. Tal cómo te comentábamos en el punto anterior, el hecho de formar parte de una comunidad supone asumir que los gastos comunes, como las derramas o las provisiones de fondos extraordinarias, sirven como inversión para mejorar la calidad de vida común y no son un gasto innecesario.
Cultiva las relaciones personales. No has de considerar que todo termina en las cuatro paredes de tu propiedad privada. Vivir en una comunidad de propietarios implica desarrollar una serie de relaciones personales basadas en la cordialidad y la afabilidad en aras del bien común.
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