La Fiscalía no solicitó la medida de aseguramiento contra Luz Estella Cáceres, exsecretaria general de la administración, porque ella hubiera demostrado su inocencia, sino porque alegó que debía atender un tratamiento médico especial de uno de sus hijos.
Así las cosas, la mitad del cabildo municipal –son 19 concejales– no podrá deliberar sobre las soluciones de los problemas de la ciudad, para lo cual fueron elegidos, sino pagar con su detención por haber montado una compleja red de corrupción. Entre otras cosas, la Fiscalía comprobó que vendieron su voto para elegir a Nubia Fontalvo, la contralora de la ciudad. “La corrupción es tan asqueante aquí que desde el propio Concejo se decidió poner a una figura de papel para realizar sus fechorías”, dice un investigador que mira lo que pasa en la ciudad, considerada, paradójicamente, una de las más bellas del planeta.“Ese es uno de sus problemas –dice Carlos Arias, docente en Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado–: hay tres Cartagenas. Una, la de las élites, los congresos y los cachacos, de los dueños del poder nacional; dos, la de la clase media que trabaja en los sectores industriales, en el puerto y que vive del turismo; y tres, una vasta y humilde, atrapada en múltiples problemas de inseguridad y violencia”.
La Fiscalía no solicitó la medida de aseguramiento contra Luz Estella Cáceres, exsecretaria general de la administración, porque ella hubiera demostrado su inocencia, sino porque alegó que debía atender un tratamiento médico especial de uno de sus hijos.
Así las cosas, la mitad del cabildo municipal –son 19 concejales– no podrá deliberar sobre las soluciones de los problemas de la ciudad, para lo cual fueron elegidos, sino pagar con su detención por haber montado una compleja red de corrupción. Entre otras cosas, la Fiscalía comprobó que vendieron su voto para elegir a Nubia Fontalvo, la contralora de la ciudad. “La corrupción es tan asqueante aquí que desde el propio Concejo se decidió poner a una figura de papel para realizar sus fechorías”, dice un investigador que mira lo que pasa en la ciudad, considerada, paradójicamente, una de las más bellas del planeta.“Ese es uno de sus problemas –dice Carlos Arias, docente en Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado–: hay tres Cartagenas. Una, la de las élites, los congresos y los cachacos, de los dueños del poder nacional; dos, la de la clase media que trabaja en los sectores industriales, en el puerto y que vive del turismo; y tres, una vasta y humilde, atrapada en múltiples problemas de inseguridad y violencia”.