En los últimos quince años asistimos a una auténtica revolución en el amplio campo de la cartografía, y muy especialmente en la caracterización tridimensional del territorio. Los avances tecnológicos están cambiando no sólo las herramientas y las fuentes para conocer la realidad geográfica sino incluso la manera de estudiarla, ahora con un detalle insospechado hace pocos años. Esto, sin embargo, no afecta únicamente a los especialistas, sino que cualquier persona puede percibir con claridad esta revolución: sólo hay que entrar desde nuestro ordenador personal en el Google Earth para visitar cualquier lugar del planeta y disponer de una visión tridimensional con una precisión francamente abrumadora.
El cambio que vivimos se fundamenta, sin duda, en las mejoras tecnológicas de las últimas décadas, tanto en el campo de posicionamiento geográfico –sostenidas en buena medida por los sistemas de posicionamiento global que proporcionan los satélites artificiales y los avances en la geodesia– como en el de la captación masiva de datos geográficos –con el desarrollo de sensores aerotransportados cada vez más precisos y potentes– y en la gestión que se hace de ellos –con el desarrollo de los sistemas de información geográfica (SIG). Sin embargo, los nuevos sistemas de captación de la información registran, básicamente, datos muy semejantes a los que recogían tradicionalmente los topógrafos. De manera que buena parte de la información geográfica que hoy nos sorprende por su disponibilidad ya existía hace muchos años en los mapas topográficos tradicionales. ¿Qué ha cambiado realmente? Desde nuestra perspectiva, fundamentalmente han cambiado tres cosas: la manera en la que ahora disponemos de la información, el nivel de precisión y la amplitud del espacio geográfico alcanzado.
Respuesta:
En los últimos quince años asistimos a una auténtica revolución en el amplio campo de la cartografía, y muy especialmente en la caracterización tridimensional del territorio. Los avances tecnológicos están cambiando no sólo las herramientas y las fuentes para conocer la realidad geográfica sino incluso la manera de estudiarla, ahora con un detalle insospechado hace pocos años. Esto, sin embargo, no afecta únicamente a los especialistas, sino que cualquier persona puede percibir con claridad esta revolución: sólo hay que entrar desde nuestro ordenador personal en el Google Earth para visitar cualquier lugar del planeta y disponer de una visión tridimensional con una precisión francamente abrumadora.
Explicación:
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El cambio que vivimos se fundamenta, sin duda, en las mejoras tecnológicas de las últimas décadas, tanto en el campo de posicionamiento geográfico –sostenidas en buena medida por los sistemas de posicionamiento global que proporcionan los satélites artificiales y los avances en la geodesia– como en el de la captación masiva de datos geográficos –con el desarrollo de sensores aerotransportados cada vez más precisos y potentes– y en la gestión que se hace de ellos –con el desarrollo de los sistemas de información geográfica (SIG). Sin embargo, los nuevos sistemas de captación de la información registran, básicamente, datos muy semejantes a los que recogían tradicionalmente los topógrafos. De manera que buena parte de la información geográfica que hoy nos sorprende por su disponibilidad ya existía hace muchos años en los mapas topográficos tradicionales. ¿Qué ha cambiado realmente? Desde nuestra perspectiva, fundamentalmente han cambiado tres cosas: la manera en la que ahora disponemos de la información, el nivel de precisión y la amplitud del espacio geográfico alcanzado.
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