El pasado 14 de marzo se decretó el estado de alarma en todo el país, y desde entonces, millones de españoles estamos en nuestras casas como medida de seguridad. Un encierro inesperado que no está siendo fácil para una sociedad como la nuestra acostumbrada a hacer vida en la calle, a disfrutar del deporte al aire libre y a no pensar en un futuro lejano. Una sociedad que ahora se da cuenta de que hace pocas semanas lo teníamos todo y no fuimos capaces de apreciarlo. Por eso, esta situación nos debe hacer crecer y valorar qué tipo de personas vamos a ser cuando todo esto acabe. Y, sobre todo, ser capaces de apreciar que tenemos la capacidad de reinventarnos en muchos aspectos.
Hace poco más de un mes estaba en Sevilla, corriendo su maratón y con la agenda deportiva llena de retos para los próximos meses. Todo estipulado, todo bien atado, con el 2020 hasta arriba de compromisos, de trabajo, de cosas por hacer y de estrés acumulado. Pero no podía bajar la guardia. Podía con todo me decía. Pero, días después de correr en la capital andaluza, el nombre de un virus empezó a instalarse en nuestra vida.
Lo teníamos en un segundo plano, aún no copaba los telediarios, no nos interesaba demasiado y teníamos claro que nada ni nadie nos iba a parar. A nosotros que nos creíamos indestructibles. A nosotros que pensábamos que nada nos podía parar. Pero pasó y nos pilló con la guardia baja. Y sin saber gestionar ni física ni emocionalmente las consecuencias y lo que nos deparaba el futuro.
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El pasado 14 de marzo se decretó el estado de alarma en todo el país, y desde entonces, millones de españoles estamos en nuestras casas como medida de seguridad. Un encierro inesperado que no está siendo fácil para una sociedad como la nuestra acostumbrada a hacer vida en la calle, a disfrutar del deporte al aire libre y a no pensar en un futuro lejano. Una sociedad que ahora se da cuenta de que hace pocas semanas lo teníamos todo y no fuimos capaces de apreciarlo. Por eso, esta situación nos debe hacer crecer y valorar qué tipo de personas vamos a ser cuando todo esto acabe. Y, sobre todo, ser capaces de apreciar que tenemos la capacidad de reinventarnos en muchos aspectos.
Hace poco más de un mes estaba en Sevilla, corriendo su maratón y con la agenda deportiva llena de retos para los próximos meses. Todo estipulado, todo bien atado, con el 2020 hasta arriba de compromisos, de trabajo, de cosas por hacer y de estrés acumulado. Pero no podía bajar la guardia. Podía con todo me decía. Pero, días después de correr en la capital andaluza, el nombre de un virus empezó a instalarse en nuestra vida.
Lo teníamos en un segundo plano, aún no copaba los telediarios, no nos interesaba demasiado y teníamos claro que nada ni nadie nos iba a parar. A nosotros que nos creíamos indestructibles. A nosotros que pensábamos que nada nos podía parar. Pero pasó y nos pilló con la guardia baja. Y sin saber gestionar ni física ni emocionalmente las consecuencias y lo que nos deparaba el futuro.
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