Es complicado, pero te ayudo con lo que investigue
Explicación:
El pensamiento de Agustín de Hipona pasa por ser una síntesis muy equilibrada entre la tradición filosófica griega y la nueva dogmática cristiana que empezaba a aposentarse en los primeros concilios ecuménicos.
En el concilio de Nicea (325) se trató del tema de la divinidad de Jesucristo. Arrio, sacerdote de Alejandría, defendía que no era Dios ni tampoco eterno. Contra el arrianismo, se define dogmáticamente en este primer concilio la divinidad de Cristo: el Padre es Dios y el Hijo es igualmente Dios.
El Concilio de Constantinopla (381) añade al credo niceno que también el Espíritu Santo es Dios. El Dios uno y trino pasa a ser un dogma de fe.
El Concilio de Éfeso (431) determinó que la virgen maría es verdaderamente la madre de Dios, en cuanto es la madre de Cristo. Nestorio defendía que no podía ser madre de Dios, pues podría pensarse que la eternidad de Dios pasaba a depender de la humanidad de María. Frente a la herejía nestoriana el concilio afirma que María es madre de la parte humana de Jesucristo, y que por mediación del Espíritu Santo es entonces madre de Dios, en cuanto que Cristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad.
El Concilio de Calcedonia (451) decidió que Cristo tiene verdaderamente dos naturalezas, la divina y la humana, y no sólo una (la divina, siendo la humana sólo aparente) como quería el monofisismo, que fue declarado herejía.
Los temas de estos cuatro concilios y las herejías que arrastraban fueron temas fundamentales tratados por San Agustín, quien cooperó en gran medida a encontrar vías de salida a estos problemas de la dogmática cristiana.
Son numerosas las claves interpretativas que Taubes ofrece,
merced a su enorme conocimiento
de la cultura hebrea y alemana, así
como del griego antiguo, para el estudio de Pablo. Entre estas debemos
mencionar, por su originalidad y por
lo polémicas que resultan respecto
de la interpretación de Badiou, las
tesis referentes a la tarea apostólica
de Pablo. En efecto, Taubes compara
a Pablo con Moisés, pues sostiene
que el apóstol replica el acto fundacional de un “nuevo pueblo”, ante
el rechazo del pueblo de Israel, que
ha rechazado al Mesías que vino
hacia él. La misión de Pablo no
sería la de un apóstol enviado a los
paganos sino la de un apóstol que
se dirige de los judíos a los paganos.
La figura de Pablo se alzaría frente a
la conmoción de que el pueblo de
Dios ya no sería el pueblo de Dios,
o por lo menos no lo sería en exclusividad (Taubes, 2007: 52).
En apoyo de esta tesis, Taubes
aduce que en Romanos 9-11 Pablo
recurre a numerosas citas bíblicas
en el afán de demostrar que es
necesaria y estaba ya escrita la
apertura del pueblo de Dios. La
legitimación de la transfiguración
de la Alianza y la formación de un
nuevo pueblo son justificadas por
Pablo a través de la propia Torá y de
los profetas (Ibídem, 62).
y la fe, centro de la epístola a los
Romanos. Como es sabido, Pablo
desarrolla en dicha epístola una
complicada argumentación encaminada a sostener que la salvación
sobrevendrá por la fe y no por las
obras realizadas en cumplimiento
de la ley. La ley a la que Pablo se
refiere ha sido interpretada, con justicia, como el conjunto normativo
que los judíos debían observar. Pero
Taubes amplía esta consideración,
interpretando que Pablo combate
no solo la ley de los judíos, sino
una cierta “apoteosis helenística del
nomos”. La “ley” de Pablo sería un
cierto consenso greco-judío-romano
del nomos, en el que cada cual
entendía algo diferente. De esta
“polisemia” de la ley provendrían,
por otra parte, las dificultades para
interpretar qué quiere decir Pablo
cuando habla de “ley”. Pablo, con
su reconocido fanatismo, al decir
de Taubes, “rompe a golpes el consenso existente” diciendo que “el
imperator no es el nomos sino el
clavado por el nomos en la cruz”
(Taubes, 2007: 39).
Esto, por supuesto, es un escándalo. El tema del universalismo
toma un carácter peculiar: “…Pablo
sigue siendo universal, pero lo es
por el ojo de la aguja del Crucificado, lo que quiere decir: la inversión
de todos los valores de este mundo
(…) Es universalismo, desde luego,
pero significa la elección de Israel.
Solo que Israel se ha transfigurado
y al final ha quedado un Pan-Israel”
(Ibídem).
No podemos aquí sobreabundar
en los múltiples hallazgos que cabe
encontrar en la lectura de Taubes.
Solo señalaremos que su obra representa, además de un fundamentado
Respuesta:
Es complicado, pero te ayudo con lo que investigue
Explicación:
El pensamiento de Agustín de Hipona pasa por ser una síntesis muy equilibrada entre la tradición filosófica griega y la nueva dogmática cristiana que empezaba a aposentarse en los primeros concilios ecuménicos.
En el concilio de Nicea (325) se trató del tema de la divinidad de Jesucristo. Arrio, sacerdote de Alejandría, defendía que no era Dios ni tampoco eterno. Contra el arrianismo, se define dogmáticamente en este primer concilio la divinidad de Cristo: el Padre es Dios y el Hijo es igualmente Dios.
El Concilio de Constantinopla (381) añade al credo niceno que también el Espíritu Santo es Dios. El Dios uno y trino pasa a ser un dogma de fe.
El Concilio de Éfeso (431) determinó que la virgen maría es verdaderamente la madre de Dios, en cuanto es la madre de Cristo. Nestorio defendía que no podía ser madre de Dios, pues podría pensarse que la eternidad de Dios pasaba a depender de la humanidad de María. Frente a la herejía nestoriana el concilio afirma que María es madre de la parte humana de Jesucristo, y que por mediación del Espíritu Santo es entonces madre de Dios, en cuanto que Cristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad.
El Concilio de Calcedonia (451) decidió que Cristo tiene verdaderamente dos naturalezas, la divina y la humana, y no sólo una (la divina, siendo la humana sólo aparente) como quería el monofisismo, que fue declarado herejía.
Los temas de estos cuatro concilios y las herejías que arrastraban fueron temas fundamentales tratados por San Agustín, quien cooperó en gran medida a encontrar vías de salida a estos problemas de la dogmática cristiana.
Son numerosas las claves interpretativas que Taubes ofrece,
merced a su enorme conocimiento
de la cultura hebrea y alemana, así
como del griego antiguo, para el estudio de Pablo. Entre estas debemos
mencionar, por su originalidad y por
lo polémicas que resultan respecto
de la interpretación de Badiou, las
tesis referentes a la tarea apostólica
de Pablo. En efecto, Taubes compara
a Pablo con Moisés, pues sostiene
que el apóstol replica el acto fundacional de un “nuevo pueblo”, ante
el rechazo del pueblo de Israel, que
ha rechazado al Mesías que vino
hacia él. La misión de Pablo no
sería la de un apóstol enviado a los
paganos sino la de un apóstol que
se dirige de los judíos a los paganos.
La figura de Pablo se alzaría frente a
la conmoción de que el pueblo de
Dios ya no sería el pueblo de Dios,
o por lo menos no lo sería en exclusividad (Taubes, 2007: 52).
En apoyo de esta tesis, Taubes
aduce que en Romanos 9-11 Pablo
recurre a numerosas citas bíblicas
en el afán de demostrar que es
necesaria y estaba ya escrita la
apertura del pueblo de Dios. La
legitimación de la transfiguración
de la Alianza y la formación de un
nuevo pueblo son justificadas por
Pablo a través de la propia Torá y de
los profetas (Ibídem, 62).
y la fe, centro de la epístola a los
Romanos. Como es sabido, Pablo
desarrolla en dicha epístola una
complicada argumentación encaminada a sostener que la salvación
sobrevendrá por la fe y no por las
obras realizadas en cumplimiento
de la ley. La ley a la que Pablo se
refiere ha sido interpretada, con justicia, como el conjunto normativo
que los judíos debían observar. Pero
Taubes amplía esta consideración,
interpretando que Pablo combate
no solo la ley de los judíos, sino
una cierta “apoteosis helenística del
nomos”. La “ley” de Pablo sería un
cierto consenso greco-judío-romano
del nomos, en el que cada cual
entendía algo diferente. De esta
“polisemia” de la ley provendrían,
por otra parte, las dificultades para
interpretar qué quiere decir Pablo
cuando habla de “ley”. Pablo, con
su reconocido fanatismo, al decir
de Taubes, “rompe a golpes el consenso existente” diciendo que “el
imperator no es el nomos sino el
clavado por el nomos en la cruz”
(Taubes, 2007: 39).
Esto, por supuesto, es un escándalo. El tema del universalismo
toma un carácter peculiar: “…Pablo
sigue siendo universal, pero lo es
por el ojo de la aguja del Crucificado, lo que quiere decir: la inversión
de todos los valores de este mundo
(…) Es universalismo, desde luego,
pero significa la elección de Israel.
Solo que Israel se ha transfigurado
y al final ha quedado un Pan-Israel”
(Ibídem).
No podemos aquí sobreabundar
en los múltiples hallazgos que cabe
encontrar en la lectura de Taubes.
Solo señalaremos que su obra representa, además de un fundamentado
estudio de las epístolas paulinas, un
verdadero testimonio de la cultura
filosófica y teológica del siglo XX.