PARMENIDES: Parménides fue el fundador de la escuela eleática y el máximo exponente de ella. Ha llegado hasta nosotros buena parte de su poema alegórico “Sobre la naturaleza”. Niega que sólo exista el puro fluir como quisiera Heráclito, y afirma, en cambio, que sólo existe el ser uno, homogéneo, eterno, indestructible. Veamos algunos de sus planteamientos fundamentales. Al contrario de lo que dice Heráclito, Parménides sostiene que no se piensa afirmando, negando y conciliando, no hay término medio. La misma cosa es el pensar y pensar que es. Pienso que lo blanco es blanco y que lo negro es negro. Pero no pienso que lo blanco es negro y que lo negro es blanco.
Cuando Heráclito piensa que una misma cosa es y no es, que en nosotros es una misma cosa el vivo y el muerto, el despierto y el dormido ¿no está afirmando que no es como pensamos que es, que podemos pensar que no es vivo lo que pensamos que es vivo? Hay algo más absurdo, que pretender pensar que no es lo que es y que es lo que no es? De este modo no podemos llegar a ninguna parte. Este es un sendero en el que nadie aprenderá nada.
ZENON DE ELEA: Zenón de Elea, se dedicó, discípulo y contemporáneo de Parménides, se dedicó a defender las tesis de su maestro, mostrando que el movimiento y la multiplicidad llevaban al absurdo. Para esto se valía del planteamiento de problemas sin solución aparente para sus contemporáneos; por esto recibieron el nombre de aporías o caminos sin salida. Veamos algunas de ellas
En la dicotomía plateaba Zenón el siguiente problema: para ir de un punto A a un Punto B, es preciso ir primero a la mitad de este trayecto, luego a la mitad de la mitad y así sucesivamente, sin que nunca podamos llegar al punto B, pues siempre quedará una distancia infinitamente pequeña entre el punto de partida y el punto de llegada que es B. Ahora bien, argumenta Zenón, si no se puede ir de un punto a otro es porque el movimiento es imposible. ¿Diremos, acaso, que el movimiento sí es posible porque cualquiera puede ir cuando le plazca de un lugar a otro?.¿Pero cómo explicar racionalmente este movimiento, si para ir de un punto a otro hay que ir a la mitad, y luego a la mitad de la mitad, etc. Sin nunca llegar a la meta? ¡Habrá que admitir que el movimiento es real aunque no se pueda explicar racionalmente. Pero decir que no se puede explicar racionalmente no es lo mismo que decir que es absurdo , imposible? La única solución posible, dice Zenón, es admitir con Parménides que el movimiento no es real, que no es más que una ilusión de los sentidos. Una sucesión rápida de imágenes, como en el caso del cine, puede dar la impresión de movimiento, el movimiento no es real, es aparente.
JENOFANES: Algunos filósofos e historiadores le atribuyen ser el creador de la Escuela Eleática, pero es un asunto poco probable. El mismo Jenófanes nos dice, en una poesía compuesta a los 92 años, que hacía ya 67 que recorría de un extremo a otro las tierras de Grecia; y esta vida errante es poco conciliable con un domicilio estable en Elea. La única prueba de su permanencia en Elea es una anécdota que cuenta Aristóteles: a los eleatas que le preguntaban si debían ofrecer sacrificios y lágrimas a Leucotea, Jenófanes habría contestado: “Si la creéis una diosa, no debéis llorarla; si no la creéis tal, no debéis ofrecerle sacrificios”.
Jenófanes escribió en hexámetros (versos) que compuso contra Homero y Hesíodo. El punto de partida de Jenófanes es una resuelta crítica al antropomorfismo religioso tal como se revela en las creencias comunes de los griegos y tal como se encuentra en Homero y en Hesíodo. “Los hombre, dice, creen que los dioses han tenido nacimiento y que poseen voz y cuerpo semejante al nuestro”. Por esto los etíopes hacen a sus dioses chatos y negros, los tracios dicen que tienen ojos azules y cabellos rojos; también los bueyes, caballos y leones, si pudieran, imaginarían los dioses a sui semejanza. Los poetas han fomentado esta creencia. Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses incluso lo que es objeto de vergüenza y de reprobación entre los hombres: robos, adulterios, engaños recíprocos. En realidad no hay más que una divinidad “ que no se parece a los hombres ni en el cuerpo ni en el pensamiento”. Esta única divinidad se identifica con el universo, es un dios-todo y posee el atributo de la eternidad: no nace, no muere y es siempre la misma. En efecto, si naciese, eso significaría que antes no era; y lo que no es, tampoco puede nacer ni dar nacimiento a nada.
PARMENIDES: Parménides fue el fundador de la escuela eleática y el máximo exponente de ella. Ha llegado hasta nosotros buena parte de su poema alegórico “Sobre la naturaleza”. Niega que sólo exista el puro fluir como quisiera Heráclito, y afirma, en cambio, que sólo existe el ser uno, homogéneo, eterno, indestructible. Veamos algunos de sus planteamientos fundamentales. Al contrario de lo que dice Heráclito, Parménides sostiene que no se piensa afirmando, negando y conciliando, no hay término medio. La misma cosa es el pensar y pensar que es. Pienso que lo blanco es blanco y que lo negro es negro. Pero no pienso que lo blanco es negro y que lo negro es blanco.
Cuando Heráclito piensa que una misma cosa es y no es, que en nosotros es una misma cosa el vivo y el muerto, el despierto y el dormido ¿no está afirmando que no es como pensamos que es, que podemos pensar que no es vivo lo que pensamos que es vivo? Hay algo más absurdo, que pretender pensar que no es lo que es y que es lo que no es? De este modo no podemos llegar a ninguna parte. Este es un sendero en el que nadie aprenderá nada.
ZENON DE ELEA: Zenón de Elea, se dedicó, discípulo y contemporáneo de Parménides, se dedicó a defender las tesis de su maestro, mostrando que el movimiento y la multiplicidad llevaban al absurdo. Para esto se valía del planteamiento de problemas sin solución aparente para sus contemporáneos; por esto recibieron el nombre de aporías o caminos sin salida. Veamos algunas de ellas
En la dicotomía plateaba Zenón el siguiente problema: para ir de un punto A a un Punto B, es preciso ir primero a la mitad de este trayecto, luego a la mitad de la mitad y así sucesivamente, sin que nunca podamos llegar al punto B, pues siempre quedará una distancia infinitamente pequeña entre el punto de partida y el punto de llegada que es B. Ahora bien, argumenta Zenón, si no se puede ir de un punto a otro es porque el movimiento es imposible. ¿Diremos, acaso, que el movimiento sí es posible porque cualquiera puede ir cuando le plazca de un lugar a otro?.¿Pero cómo explicar racionalmente este movimiento, si para ir de un punto a otro hay que ir a la mitad, y luego a la mitad de la mitad, etc. Sin nunca llegar a la meta? ¡Habrá que admitir que el movimiento es real aunque no se pueda explicar racionalmente. Pero decir que no se puede explicar racionalmente no es lo mismo que decir que es absurdo , imposible? La única solución posible, dice Zenón, es admitir con Parménides que el movimiento no es real, que no es más que una ilusión de los sentidos. Una sucesión rápida de imágenes, como en el caso del cine, puede dar la impresión de movimiento, el movimiento no es real, es aparente.
JENOFANES: Algunos filósofos e historiadores le atribuyen ser el creador de la Escuela Eleática, pero es un asunto poco probable. El mismo Jenófanes nos dice, en una poesía compuesta a los 92 años, que hacía ya 67 que recorría de un extremo a otro las tierras de Grecia; y esta vida errante es poco conciliable con un domicilio estable en Elea. La única prueba de su permanencia en Elea es una anécdota que cuenta Aristóteles: a los eleatas que le preguntaban si debían ofrecer sacrificios y lágrimas a Leucotea, Jenófanes habría contestado: “Si la creéis una diosa, no debéis llorarla; si no la creéis tal, no debéis ofrecerle sacrificios”.
Jenófanes escribió en hexámetros (versos) que compuso contra Homero y Hesíodo. El punto de partida de Jenófanes es una resuelta crítica al antropomorfismo religioso tal como se revela en las creencias comunes de los griegos y tal como se encuentra en Homero y en Hesíodo. “Los hombre, dice, creen que los dioses han tenido nacimiento y que poseen voz y cuerpo semejante al nuestro”. Por esto los etíopes hacen a sus dioses chatos y negros, los tracios dicen que tienen ojos azules y cabellos rojos; también los bueyes, caballos y leones, si pudieran, imaginarían los dioses a sui semejanza. Los poetas han fomentado esta creencia. Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses incluso lo que es objeto de vergüenza y de reprobación entre los hombres: robos, adulterios, engaños recíprocos. En realidad no hay más que una divinidad “ que no se parece a los hombres ni en el cuerpo ni en el pensamiento”. Esta única divinidad se identifica con el universo, es un dios-todo y posee el atributo de la eternidad: no nace, no muere y es siempre la misma. En efecto, si naciese, eso significaría que antes no era; y lo que no es, tampoco puede nacer ni dar nacimiento a nada.