La Gran Colombia es el nombre historiográfico dado a un país desaparecido de América del Sur, creado en 1819 por el congreso reunido en la ciudad de Angostura, mediante la Ley Fundamental de la República, y ratificada después por su contraparte reunida en Cúcuta en 1821, por la unión de Venezuela y la Nueva Granada en una sola nación bajo el nombre de República de Colombia,[6][7] a la que luego se adhirieron Panamá (1821), Quito y Guayaquil (1822). El término Gran Colombia se emplea por la historiografía para diferenciarla de la actual República de Colombia.[8]
La situación de la antigua República de Colombia -convencionalmente conocida como la Gran Colombia (1819-1831)- en las historiografías y en la memoria histórica de las naciones que una vez formaron parte de ella es tan paradójica como fue dramática y trepidante su existencia. Corresponde al periodo del que más se ha escrito, del que más se habla en las escuelas, en las fiestas públicas y en los discursos políticos, así como del más atendido por la heráldica, la toponimia y la numismática; sin embargo, representa uno de los temas menos conocidos e investigados por las historiografías nacionales de las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que la renovación historiográfica que ha transformado nuestra comprensión del periodo de la independencia haya pasado de largo ante una experiencia histórica que fue de tanta importancia y a la cual se le presta tanta atención simbólica? ¿Cómo se ha podido simplemente obviar aquello? Responder a estas preguntas ofrece algunas claves sobre los retos que implicó la construcción de las nacionalidades hispanoamericanas y el uso que se le dio a la historia en este cometido, a veces mediante francas manipulaciones y omisiones. Y, precisamente por eso, desvelar la naturaleza de los prejuicios frente a aquel ensayo fallido de Estado-Nación igualmente permite reconocer las estrategias conceptuales del esfuerzo que la más reciente historiografía emprendió, más o menos desde mediados del siglo XX, para reinterpretar críticamente las historias oficiales, desenmarañar "verdades" consagradas y, en suma, ensanchar el horizonte de la comprensión de nuestras sociedades. En pocas palabras, esa revisión se ha logrado al poner a la Gran Colombia en el centro de los debates sobre la creación de las repúblicas americanas, apreciando su originalidad y sus contribuciones a la filosofía política hemisférica......
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La Gran Colombia es el nombre historiográfico dado a un país desaparecido de América del Sur, creado en 1819 por el congreso reunido en la ciudad de Angostura, mediante la Ley Fundamental de la República, y ratificada después por su contraparte reunida en Cúcuta en 1821, por la unión de Venezuela y la Nueva Granada en una sola nación bajo el nombre de República de Colombia,[6][7] a la que luego se adhirieron Panamá (1821), Quito y Guayaquil (1822). El término Gran Colombia se emplea por la historiografía para diferenciarla de la actual República de Colombia.[8]
La situación de la antigua República de Colombia -convencionalmente conocida como la Gran Colombia (1819-1831)- en las historiografías y en la memoria histórica de las naciones que una vez formaron parte de ella es tan paradójica como fue dramática y trepidante su existencia. Corresponde al periodo del que más se ha escrito, del que más se habla en las escuelas, en las fiestas públicas y en los discursos políticos, así como del más atendido por la heráldica, la toponimia y la numismática; sin embargo, representa uno de los temas menos conocidos e investigados por las historiografías nacionales de las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que la renovación historiográfica que ha transformado nuestra comprensión del periodo de la independencia haya pasado de largo ante una experiencia histórica que fue de tanta importancia y a la cual se le presta tanta atención simbólica? ¿Cómo se ha podido simplemente obviar aquello? Responder a estas preguntas ofrece algunas claves sobre los retos que implicó la construcción de las nacionalidades hispanoamericanas y el uso que se le dio a la historia en este cometido, a veces mediante francas manipulaciones y omisiones. Y, precisamente por eso, desvelar la naturaleza de los prejuicios frente a aquel ensayo fallido de Estado-Nación igualmente permite reconocer las estrategias conceptuales del esfuerzo que la más reciente historiografía emprendió, más o menos desde mediados del siglo XX, para reinterpretar críticamente las historias oficiales, desenmarañar "verdades" consagradas y, en suma, ensanchar el horizonte de la comprensión de nuestras sociedades. En pocas palabras, esa revisión se ha logrado al poner a la Gran Colombia en el centro de los debates sobre la creación de las repúblicas americanas, apreciando su originalidad y sus contribuciones a la filosofía política hemisférica......
J.S.G.R