Si Dios existe, ¿por qué deja que sufra? ¿Por qué permite esta enfermedad? ¿Por qué deja que exista el hambre en el mundo? Es una pregunta muy recurrente y lógica. Si somos sus hijos, y Jesucristo vino a decirnos que nos ama, ¿por qué sufren tantas personas en el mundo?
Sin duda, es un gran misterio con muy difícil respuesta. Y dependiendo de en qué momento estés de tu vida y tus circunstancias, te servirá un poco la respuesta... o no la comprenderás en absoluto. Llega un punto en la vida en que toda persona creyente, se hace esta pregunta.
El mal existe, es una realidad y lo vemos constantemente: en las noticias, en la historia de la humanidad o incluso en nuestra propia vida. Es parte de nuestro mundo y obviamente, no es agradable para nadie. Hay personas que sufren, y mucho. Y también es cierto, que otras sufren menos, pero estamos de acuerdo en que todos percibimos el mal y nos toca lidiar con él de una manera o de otra.
La fábula de Einstein y la discusión en el colegio
Existe un cuento que circula de boca en boca en algunos lugares, en el que Albert Einstein -no está demostrado que esto sucediera de verdad- discute con su profesor sobre la existencia de Dios. Y el profesor le hace esta misma pregunta. ¿Cómo va a existir Dios -que lo hace todo bien y es todopoderoso- en un mundo imperfecto y lleno de dolor?
Supuestamente, Einstein le responde con otra pregunta: '¿Existe la oscuridad?' Y el profesor le responde que no, que la oscuridad es la ausencia de luz. Y el alumno le vuelve a preguntar: '¿Existe el frío?' Y de nuevo el maestro le responde que no, que el frío, es en realidad la ausencia de calor.
En ese momento el joven Albert le asegura a su profesor que 'el mal no existe. Es la ausencia de Dios'. No sabemos si fue Einstein el que mantuvo esta conversación, ni siquiera si ese diálogo existió de verdad, pero nos deja una interesante reflexión. no sin antes puntualizar que Albert Einstein -una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad- creía en Dios.
El catecismo de la Iglesia Católica habla sobre el mal de esta forma:
385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus ("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice san Agustín (Confessiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio [...] de la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).
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Respuesta:
Si Dios existe, ¿por qué deja que sufra? ¿Por qué permite esta enfermedad? ¿Por qué deja que exista el hambre en el mundo? Es una pregunta muy recurrente y lógica. Si somos sus hijos, y Jesucristo vino a decirnos que nos ama, ¿por qué sufren tantas personas en el mundo?
Sin duda, es un gran misterio con muy difícil respuesta. Y dependiendo de en qué momento estés de tu vida y tus circunstancias, te servirá un poco la respuesta... o no la comprenderás en absoluto. Llega un punto en la vida en que toda persona creyente, se hace esta pregunta.
El mal existe, es una realidad y lo vemos constantemente: en las noticias, en la historia de la humanidad o incluso en nuestra propia vida. Es parte de nuestro mundo y obviamente, no es agradable para nadie. Hay personas que sufren, y mucho. Y también es cierto, que otras sufren menos, pero estamos de acuerdo en que todos percibimos el mal y nos toca lidiar con él de una manera o de otra.
La fábula de Einstein y la discusión en el colegio
Existe un cuento que circula de boca en boca en algunos lugares, en el que Albert Einstein -no está demostrado que esto sucediera de verdad- discute con su profesor sobre la existencia de Dios. Y el profesor le hace esta misma pregunta. ¿Cómo va a existir Dios -que lo hace todo bien y es todopoderoso- en un mundo imperfecto y lleno de dolor?
Supuestamente, Einstein le responde con otra pregunta: '¿Existe la oscuridad?' Y el profesor le responde que no, que la oscuridad es la ausencia de luz. Y el alumno le vuelve a preguntar: '¿Existe el frío?' Y de nuevo el maestro le responde que no, que el frío, es en realidad la ausencia de calor.
En ese momento el joven Albert le asegura a su profesor que 'el mal no existe. Es la ausencia de Dios'. No sabemos si fue Einstein el que mantuvo esta conversación, ni siquiera si ese diálogo existió de verdad, pero nos deja una interesante reflexión. no sin antes puntualizar que Albert Einstein -una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad- creía en Dios.
El catecismo de la Iglesia Católica habla sobre el mal de esta forma:
385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus ("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice san Agustín (Confessiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio [...] de la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).