Los merengues. Apenas su mamá salió a la calle, Perico se abalanzó hacia la cocina de kerosén y hurgó en una de las hornillas malogradas. ¡Allí estaba! Extrayendo la bolsita de cuero, contó una por una las monedas y constató, asombrado, que había cuarenta soles. Se echó veinte al bolsillo y guardó el resto en su lugar. Ajustándose los zapatos, salió hacia la calle. En el camino fue pensando si invertiría todo su capital o sólo parte de él. Y el recuerdo de los merengues -blancos, puros, vaporosos- lo decidieron por el gasto total. Hacía ya varios meses que iba a la pastelería de la esquina y sólo se contentaba con mirar. El dependiente ya lo conocía y siempre que lo veía entrar lo consentía un momento para darle luego un coscorrón y decirle: -¡Quita de acá, muchacho, que molestas a los clientes! Y los clientes, que eran hombres gordos con tirantes o mujeres viejas con bolsas, lo aplastaban, lo pisaban y desmantelaban bulliciosamente la tienda. Cuando llegó a la pastelería, había muchos clientes. Esperó que se despejara un poco el mostrador, pero no pudo resistir más y comenzó a empujar. Ahora no sentía vergüenza alguna y el dinero que empuñaba lo revestía de cierta autoridad. Después de mucho esfuerzo, su cabeza apareció en primer plano, ante el asombro del dependiente. - ¡Ya estás aquí! ¡Vamos saliendo de la tienda! -¡Veinte soles de merengue! -reclamó Perico. Algunos lo miraban, intrigados, pues era hasta cierto punto sorprendente ver a un rapaz de esa calaña comprar tan empalagosa golosina en tamaña proporción. - ¿No ha oído? -Insistió Perico- ¡Quiero veinte soles de merengues! El empleado se acercó está vez y le tiró de la oreja. -¿Está bromeando, palomilla? Perico se agazapó. -¡A ver, enséñame la plata! Sin poder disimular su orgullo, echó sobre el mostrador el puñado de monedas. El dependiente contó el dinero. -¿Y quieres que te dé todo esto por merengues? -Sí -replicó Perico con una convicción que despertó la risa de algunos circunstantes. Perico se volvió. Al notar que era observado, se sintió abochornado. Pero como el pastelero seguía COMPETENCIA Lee diversos tipos de textos escritos en lengua materna. TÍTULO Los merengues. atendiendo a otros clientes, repitió: -Deme los merengues -pero esta vez su voz había perdido vitalidad y Perico comprendió que, por razones que no alcanzaba a explicarse, estaba pidiendo casi un favor. -¿Quién te ha encargado que compres esto? -Mi mamá. -Debes haber oído mal. ¿Veinte soles? Anda a preguntar de nuevo o que te lo escriba en un papelito. Perico quedó un momento pensativo. Extendió la mano hacia el dinero y lo fue retirando lentamente. Pero al ver los merengues a través de la vidriera renació su deseo, y ya no exigió sino que rogó con una voz quejumbrosa: -¡Deme pues, veinte soles de merengues! Al ver que el dependiente se acercaba airado, pronto a expulsarlo, repitió conmovedoramente: -¡Aunque sea diez soles, nada más! El empleado, entonces, se inclinó por encima del mostrador y le dio el cocacho acostumbrado, pero a Perico le pareció que esta vez llevaba una fuerza definitiva. Perico salió furioso de la pastelería. Con el dinero apretado entre los dedos y los ojos húmedos, vagabundeó por los alrededores. Pronto llegó a los barrancos. Sentándose en lo alto del acantilado, contempló la playa. Le pareció en ese momento difícil restituir el dinero sin ser descubierto y maquinalmente fue arrojando las monedas, una a una, haciéndolas tintinear sobre las piedras. Al hacerlo, iba pensando que esas monedas nada valían en sus manos, y en ese día cercano en que, grande y terrible, cortaría la cabeza de todos esos hombre gordos, de todos los mucamos de las pastelerías y hasta de los pelícanos que graznaban indiferentes a su alrededor. Julio Ramón Ribeyro (Adaptación) II. ACTIVIDAD 1. ¿Quién era Perico y qué intentaba hacer extrayendo las monedas de su madre? ________________________________________________________________
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