resume y explica el texto - ¿Cuál es el mensaje del texto? EL PEQUEÑO TORRERO Edgar Bernat Ponce. 3o ESO Colegio San Vicente de Paúl. Alcoy El padre de Juan es torrero. Cada dos semanas, en invierno como en verano, sale del puerto a bordo de una lancha motora, y toma posesión de su puesto en alta mar, sustituyendo a su colega, que durante siete días, los mismos que estará él, ha asegurado el funcionamiento del faro. Durante una semana vivirá solo en el islote rocoso batido por las olas. Pero en esta ocasión es Navidad y va acompañado de su hijo Juan. A Juan le gusta el mar y se siente muy contento al pensar que estará siete días entre cielo y agua. Por otra parte, la vida en el faro no es monótona. Hay muchas cosas para hacer. Juan, que con sus diez años ayuda todo lo que puede, se siente orgulloso pensando que los barcos llegan sin problemas gracias a él. Después de comer tienen ambos un rato libre. Mientras el torrero trata de pescar algo en la punta del islote, Juan está preparando una vieja red al pie de la torre, tan concentrado en su trabajo que no ve otra cosa. De pronto oye que gritan su nombre: —¡Juan!... ¡Juan!... El muchacho corre y se encuentra a su padre sobre una roca, tocándose una pierna con las manos. —¡Hijo mío! —le dice—, he resbalado y creo que me he roto una pierna.... Ayúdame a levantarme. Juan coge a su padre por los brazos e intenta levantarlo, pero pesa demasiado y no puede. —¿Qué será de nosotros? —se lamenta. Hay que avisar por radio al pueblo más cercano. El torrero antes de pensar en su estado, se preocupa del faro. Son casi las cinco de la tarde y antes de una hora anochecerá; si nadie viene a sustituirlo el faro permanecerá apagado, haciendo peligroso este rincón del mar. Así pues, Juan corre al puesto de mando y, repitiendo la operación que tantas veces ha visto hacer a su padre, 20 llama al pueblo e informa al jefe del faro, colocándolo en una situación muy embarazosa, ya que, aun yendo rápido, tardarán tres horas por lo menos para llegar en lancha... Juan vuelve al lado del herido, durante su ausencia, éste ha ido arrastrándose, con ayuda de las manos y de la pierna sana, y ha logrado llegar a la puerta de la torre, pero su esfuerzo ha sido tan grande que se ha desmayado. Juan siente que las lágrimas le asoman por los ojos, pero se repone y piensa que no es momento de llorar. A trancas y barrancas arrastra a su padre a la planta baja de la torre y lo deja sobre una litera. Entre tanto se ha hecho de noche. Hay que hacer algo, como sea. Juan sube entonces al piso donde está situada la gran luz. Una vez allí mira los botones y manecillas durante unos instantes. Pero, ¡ay!, estos aparatos son precisamente los que nunca ha tocado, por ser muy delicados. Al más mínimo error podría estropearse el enorme faro. Sin embargo, se decide al fin: aprieta un botón, gira una manivela... Su mano tiembla y su corazón golpea fuertemente su pecho. De pronto se ilumina la inmensa bombilla, cegándolo con su intenso resplandor. Juan regresa junto al accidentado, que se ha repuesto un poco, y le anuncia orgulloso lo que acaba de hacer. El enorme haz luminoso, seguro y majestuoso, ilumina el mar con su regular movimiento. A partir de ese momento no hay peligro. Los barcos pueden orientarse de nuevo con seguridad.
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