Los germanos se habían introducido lentamente en el territorio del Imperio Romano ocupando tierras y puestos militares. Pero en el año 406, la situación cambió rotundamente, porque los
germanos ingresaron masivamente en el territorio. Varios grupos de pueblos cruzaron la frontera
del río Rhin y atacaron a las tropas del Imperio. Las derrotaron militarmente y así destruyeron la
unidad política imperial. La zona oriental del Antiguo Imperio Romano logró superar el peligro de
las invasiones y mantuvo la unidad; en la parte occidental, en cambio, el territorio se dividió en
pequeños reinos gobernados por los germanos, también llamados bárbaros por los romanos.
La presión de los hunos
Los germanos penetraron masivamente en el Imperio debido a la presión que ejercieron
sobre ellos los hunos, un pueblo originario de las estepas de Asia central.
Los hunos tenían una organización diferente de la de los germanos. Aunque conformaban
tribus unificadas alrededor de un jefe, no vivían del trabajo de la tierra, sino de la cría de ganado. Estos pueblos de pastores y jinetes nómadas se desplazaban permanentemente de una
región a otra en busca de nuevos y mejores pastos. Por este motivo, vivían en campamentos temporarios. Con frecuencia, en sus desplazamientos, los hunos se enfrentaron con las poblaciones
sedentarias que encontraban en su camino. Esto fue lo que ocurrió a principios del siglo V, cuando
Atila, a la cabeza de una federación de tribus de hunos, se trasladó hacia occidente, desalojando a
su paso a los germanos. Los germanos, entonces, se abalanzaron sobre el Imperio Romano.
Los reinos romano-germánicos
Cuando se produjeron las invasiones germánicas, el Imperio Romano atravesaba una crisis política y económica. Desde el siglo III, Roma sufría los efectos de las primeras incursiones
bárbaras y de la anarquía militar provocada por las luchas internas de los jefes de los ejércitos
regionales. La expansión de las fronteras romanas se había detenido y la esclavitud estaba
en decadencia. El comercio entre las ciudades y la vida urbana decaían y crecía la evasión de
impuestos. El Imperio se había debilitado y las invasiones germánicas del siglo V provocaron
su caída definitiva. El último emperador romano fue depuesto en el año 476 y hacia fines del siglo V la unidad política del Imperio de Occidente había desaparecido.
La caída y disolución del Imperio Romano de Occidente significó la desaparición de un
Estado único que había centralizado la autoridad sobre un territorio muy extenso. En su lugar,
los invasores formaron un conjunto de pequeños reinos distribuidos en Europa occidental y el
norte de África: eran los reinos romano-germánicos. Así comenzó una nueva etapa histórica de lenta transición hacia la sociedad feudal.
Respuesta:
Las invasiones germánicas
Los germanos se habían introducido lentamente en el territorio del Imperio Romano ocupando tierras y puestos militares. Pero en el año 406, la situación cambió rotundamente, porque los
germanos ingresaron masivamente en el territorio. Varios grupos de pueblos cruzaron la frontera
del río Rhin y atacaron a las tropas del Imperio. Las derrotaron militarmente y así destruyeron la
unidad política imperial. La zona oriental del Antiguo Imperio Romano logró superar el peligro de
las invasiones y mantuvo la unidad; en la parte occidental, en cambio, el territorio se dividió en
pequeños reinos gobernados por los germanos, también llamados bárbaros por los romanos.
La presión de los hunos
Los germanos penetraron masivamente en el Imperio debido a la presión que ejercieron
sobre ellos los hunos, un pueblo originario de las estepas de Asia central.
Los hunos tenían una organización diferente de la de los germanos. Aunque conformaban
tribus unificadas alrededor de un jefe, no vivían del trabajo de la tierra, sino de la cría de ganado. Estos pueblos de pastores y jinetes nómadas se desplazaban permanentemente de una
región a otra en busca de nuevos y mejores pastos. Por este motivo, vivían en campamentos temporarios. Con frecuencia, en sus desplazamientos, los hunos se enfrentaron con las poblaciones
sedentarias que encontraban en su camino. Esto fue lo que ocurrió a principios del siglo V, cuando
Atila, a la cabeza de una federación de tribus de hunos, se trasladó hacia occidente, desalojando a
su paso a los germanos. Los germanos, entonces, se abalanzaron sobre el Imperio Romano.
Los reinos romano-germánicos
Cuando se produjeron las invasiones germánicas, el Imperio Romano atravesaba una crisis política y económica. Desde el siglo III, Roma sufría los efectos de las primeras incursiones
bárbaras y de la anarquía militar provocada por las luchas internas de los jefes de los ejércitos
regionales. La expansión de las fronteras romanas se había detenido y la esclavitud estaba
en decadencia. El comercio entre las ciudades y la vida urbana decaían y crecía la evasión de
impuestos. El Imperio se había debilitado y las invasiones germánicas del siglo V provocaron
su caída definitiva. El último emperador romano fue depuesto en el año 476 y hacia fines del siglo V la unidad política del Imperio de Occidente había desaparecido.
La caída y disolución del Imperio Romano de Occidente significó la desaparición de un
Estado único que había centralizado la autoridad sobre un territorio muy extenso. En su lugar,
los invasores formaron un conjunto de pequeños reinos distribuidos en Europa occidental y el
norte de África: eran los reinos romano-germánicos. Así comenzó una nueva etapa histórica de lenta transición hacia la sociedad feudal.