Las naciones de Sudamérica, al despertar a la vida independiente necesitaron construirse una identidad nacional, buscándola en su pasado para reafirmar su orgullo regional y sus bases como nación independiente con un pasado glorioso y por ende: con porvenir.
El gran Virreinato del Perú, que ocupaba casi toda la superficie de Sudamérica fue mutilado en el siglo XVIII, creándose diversos virreinatos y capitanías como el virreinato de Rio de la Plata, de Nueva granada y las capitanías de Chile y Venezuela.
El Perú al salir a su vida independiente no tenía mayores problemas en la búsqueda de una identidad nacional basada en un rico y glorioso pasado: la importancia del Imperio de los Incas eclipsaba todo lo visto en aquellas tierras sudamericanas, así que la tarea no era rescatar ese pasado sino sepultarlo con denodados esfuerzos por parte de las castas dominantes en los primeros años de la república.
El Perú antiguo se iniciaba y terminaba con los Incas, por entonces el pueblo pacífico y civilizador pintado por Garcilaso de la Vega en sus"Comentarios Reales". Además ahí estaban las crónicas y los monumentos que atraían a los viajeros de todo el mundo.
Cosa distinta acontece en las demás republicas que como las antiguas polis griegas trataban de encontrar en los mitos sus orígenes como estados en aras de prestigio y legitimidad.
Recordemos los problemas de los atenienses para tratar de demostrar de qué manera provinieron de una diosa virgen: Atenea. La explicación era que Vulcano había tratado infructuosamente de yacer con ella eyaculando en su muslo, así que Atenea al limpiarse con un vellón, lo dejo caer en Ática dando a luz de esta manera a la gloriosa Atenas.
De la misma forma, aunque menos dramática, las jóvenes naciones hispanoamericanas buscaron en su pasado personajes y pueblos que los identificaran como nación, como cultura, como patria.
Venezuela encontró en Bolívar al gran padre, venezolano y universal. El que liberta a la patria y a la América toda… o casi toda.
Chile encontró, no en los mapuches, sino en la resistencia mapuche el basamento de su identidad como nación con las egregias figuras deCaupolicán y Lautaro.
Colombia hallo en el mítico “El Dorado” la cuna de su nación. El mito para ellos se basa en algo de verdad: el oro de los muiscas.
Bolivia descansa sobre las megalíticas ruinas de Tiahuanaco, civilización a la que dan proporciones tan inmensas como sus piedras.
Ecuador basa gran parte de su identidad como nación en el Reino de Quito, que según Juan de Velasco rivalizaba con el Cuzco desde antes del Incanato y que fue conquistado por los Incas para después rebelarse y enfrentarse contra el Cuzco derrotándolo gracias a su hijo egregio: Atahualpa.
Pero aun si es un mito debe descansar en algo de verdad y la pregunta es inevitable: ¿existió realmente algún Reino de Quito? Además de algunos escritos españoles que así lo denominaron ¿existe o ha sido hallado algún monumento o vestigio que hable de algún reino unificado e imperialista en ese territorio?
El problema surge cuando algunos cronistas hispanos, tratando de explicar la contienda entre Huáscar y Atahualpa, en vez de mostrarlo como lo que fue: una lucha entre parcialidades cusqueñas, la mostraron como una lucha entre dos ciudades o mejor: entre dos reinos, el de Quito y el del Cuzco.
Esta muy europea forma de describir el conflicto tenía que traer aparejada otra afirmación imaginaria como la de que Huayna Capac, antes de morir, había dividido el Imperio de los Incas en dos: el reino de Quito y el reino del Cuzco.
Esta es una forma bastante eficiente de describir este conflicto fratricida para un europeo del siglo XVI o XVII que no pretendía ser historiador y que contaba una historia de un pueblo exótico para los europeos. Las divisiones de los imperios de Alejandro y de Carlomagno es un buen ejemplo de ello así que era simple: fue una lucha entre reinos indios.
Si a esto le añadimos el encomiable esfuerzo por parte de un natural de Riobamba, el jesuita Juan de Velasco (1727-1792), que recogió estas noticias míticas, las corrigió y las aumento en su obra capital: "Historia del Reino de Quito" tendremos ya completado el basamento fundacional delEcuador como nación con una cultura y tradición propias. Este reino sería un poderoso estado gobernado por un rey o Caran, el equivalente ecuatoriano de “inca,” y en el cual nacerían, después de la conquista incaica, los héroes quiteños como Rumiñaui y el mismo Atahualpa de sendas princesas reales quiteñas
El gran Virreinato del Perú, que ocupaba casi toda la superficie de Sudamérica fue mutilado en el siglo XVIII, creándose diversos virreinatos y capitanías como el virreinato de Rio de la Plata, de Nueva granada y las capitanías de Chile y Venezuela.
El Perú al salir a su vida independiente no tenía mayores problemas en la búsqueda de una identidad nacional basada en un rico y glorioso pasado: la importancia del Imperio de los Incas eclipsaba todo lo visto en aquellas tierras sudamericanas, así que la tarea no era rescatar ese pasado sino sepultarlo con denodados esfuerzos por parte de las castas dominantes en los primeros años de la república.
El Perú antiguo se iniciaba y terminaba con los Incas, por entonces el pueblo pacífico y civilizador pintado por Garcilaso de la Vega en sus"Comentarios Reales". Además ahí estaban las crónicas y los monumentos que atraían a los viajeros de todo el mundo.
Cosa distinta acontece en las demás republicas que como las antiguas polis griegas trataban de encontrar en los mitos sus orígenes como estados en aras de prestigio y legitimidad.
Recordemos los problemas de los atenienses para tratar de demostrar de qué manera provinieron de una diosa virgen: Atenea. La explicación era que Vulcano había tratado infructuosamente de yacer con ella eyaculando en su muslo, así que Atenea al limpiarse con un vellón, lo dejo caer en Ática dando a luz de esta manera a la gloriosa Atenas.
De la misma forma, aunque menos dramática, las jóvenes naciones hispanoamericanas buscaron en su pasado personajes y pueblos que los identificaran como nación, como cultura, como patria.
Venezuela encontró en Bolívar al gran padre, venezolano y universal. El que liberta a la patria y a la América toda… o casi toda.
Chile encontró, no en los mapuches, sino en la resistencia mapuche el basamento de su identidad como nación con las egregias figuras deCaupolicán y Lautaro.
Colombia hallo en el mítico “El Dorado” la cuna de su nación. El mito para ellos se basa en algo de verdad: el oro de los muiscas.
Bolivia descansa sobre las megalíticas ruinas de Tiahuanaco, civilización a la que dan proporciones tan inmensas como sus piedras.
Ecuador basa gran parte de su identidad como nación en el Reino de Quito, que según Juan de Velasco rivalizaba con el Cuzco desde antes del Incanato y que fue conquistado por los Incas para después rebelarse y enfrentarse contra el Cuzco derrotándolo gracias a su hijo egregio: Atahualpa.
Pero aun si es un mito debe descansar en algo de verdad y la pregunta es inevitable: ¿existió realmente algún Reino de Quito? Además de algunos escritos españoles que así lo denominaron ¿existe o ha sido hallado algún monumento o vestigio que hable de algún reino unificado e imperialista en ese territorio?
El problema surge cuando algunos cronistas hispanos, tratando de explicar la contienda entre Huáscar y Atahualpa, en vez de mostrarlo como lo que fue: una lucha entre parcialidades cusqueñas, la mostraron como una lucha entre dos ciudades o mejor: entre dos reinos, el de Quito y el del Cuzco.
Esta muy europea forma de describir el conflicto tenía que traer aparejada otra afirmación imaginaria como la de que Huayna Capac, antes de morir, había dividido el Imperio de los Incas en dos: el reino de Quito y el reino del Cuzco.
Esta es una forma bastante eficiente de describir este conflicto fratricida para un europeo del siglo XVI o XVII que no pretendía ser historiador y que contaba una historia de un pueblo exótico para los europeos. Las divisiones de los imperios de Alejandro y de Carlomagno es un buen ejemplo de ello así que era simple: fue una lucha entre reinos indios.
Si a esto le añadimos el encomiable esfuerzo por parte de un natural de Riobamba, el jesuita Juan de Velasco (1727-1792), que recogió estas noticias míticas, las corrigió y las aumento en su obra capital: "Historia del Reino de Quito" tendremos ya completado el basamento fundacional delEcuador como nación con una cultura y tradición propias. Este reino sería un poderoso estado gobernado por un rey o Caran, el equivalente ecuatoriano de “inca,” y en el cual nacerían, después de la conquista incaica, los héroes quiteños como Rumiñaui y el mismo Atahualpa de sendas princesas reales quiteñas