María era y es preciosa. Por lo tanto, Dios es el que tiene buen gusto en grado sumo. Casi siempre, al reflexionar sobre la hermosura de María, nos quedamos en la consideración de sus virtudes humanas o espirituales. Pero muy pocas veces ponderamos su belleza física.
Si es verdad que Dios, cuando pensó y creó a María, lo hizo adornándola de las más excelsas virtudes en lo humano y en lo espiritual, también lo es que no pudo olvidarse de poner en Ella las más apropiadas cualidades corporales. María era y es guapa, muy guapa. Y él lo atribuye a un privilegio alcanzado para ellas por la Virgen María. Nosotros sabemos que fue más bien predestinación del Señor que quiso prepararse como Madre a la más bella de las hijas de Israel.
María, la toda hermosa, la enteramente hermosa. Por lo menos a los ojos de Dios. ¡Qué magnífica mujer! «María inigualable, hermosa si mancha, porque es toda hermosa», decía San Ambrosio. La hermosura de María no puede agotarse en un libro, ni en un cuadro, ni en una escultura por geniales que sean sus autores.
Es un dechado de belleza que excede la pluma más cultivada, el pincel más delicado o el más diestro cincel. Sólo Dios pudo llenar un alma de gracia con la plenitud con la que llenó a María. Predilección sin parangón de parte de Dios para con Ella. Hermosura sin par la de María.
Ella es, con expresiones de Pablo VI, «el espejo nítido y sagrado de la infinita Belleza, la semblanza divina en rostro humano, la Belleza invisible en figura corpórea». Podemos presumir, y con toda razón, de la Madre que tenemos en el cielo. Hemos de sentirnos orgullos de ser hijos de una madre tal. Hemos de proclamarla siempre dichosa, alegrándonos con Ella por las maravillas que Dios obró en su favor.
Con una Madre así, no es poca nuestra responsabilidad de ser sus buenos hijos. Es todo un reto el parecernos a Ella imitando las virtudes que ornamentaron su vida.
Respuesta:
no era delicada ella era fuerte porque dios le dió esa fuerza de voluntad
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María era y es preciosa. Por lo tanto, Dios es el que tiene buen gusto en grado sumo. Casi siempre, al reflexionar sobre la hermosura de María, nos quedamos en la consideración de sus virtudes humanas o espirituales. Pero muy pocas veces ponderamos su belleza física.
Si es verdad que Dios, cuando pensó y creó a María, lo hizo adornándola de las más excelsas virtudes en lo humano y en lo espiritual, también lo es que no pudo olvidarse de poner en Ella las más apropiadas cualidades corporales. María era y es guapa, muy guapa. Y él lo atribuye a un privilegio alcanzado para ellas por la Virgen María. Nosotros sabemos que fue más bien predestinación del Señor que quiso prepararse como Madre a la más bella de las hijas de Israel.
María, la toda hermosa, la enteramente hermosa. Por lo menos a los ojos de Dios. ¡Qué magnífica mujer! «María inigualable, hermosa si mancha, porque es toda hermosa», decía San Ambrosio. La hermosura de María no puede agotarse en un libro, ni en un cuadro, ni en una escultura por geniales que sean sus autores.
Es un dechado de belleza que excede la pluma más cultivada, el pincel más delicado o el más diestro cincel. Sólo Dios pudo llenar un alma de gracia con la plenitud con la que llenó a María. Predilección sin parangón de parte de Dios para con Ella. Hermosura sin par la de María.
Ella es, con expresiones de Pablo VI, «el espejo nítido y sagrado de la infinita Belleza, la semblanza divina en rostro humano, la Belleza invisible en figura corpórea». Podemos presumir, y con toda razón, de la Madre que tenemos en el cielo. Hemos de sentirnos orgullos de ser hijos de una madre tal. Hemos de proclamarla siempre dichosa, alegrándonos con Ella por las maravillas que Dios obró en su favor.
Con una Madre así, no es poca nuestra responsabilidad de ser sus buenos hijos. Es todo un reto el parecernos a Ella imitando las virtudes que ornamentaron su vida.
espero que te ayude.....corona plisssssss