de la imagen y de su importancia como herramienta para comunicar, matizar y reforzar cualquier tipo de información. Sin embargo, a la hora
de apoyar una presentación con imágenes se
deben tener en cuenta algunas consideraciones
generales. En primer lugar, hay que considerar
que nuestra sociedad está habituada a recibir
muchos mensajes basados en la imagen y que,
por ello, las expectativas de un auditorio y su
capacidad para juzgar la calidad y pertinencia
de una presentación son en la actualidad mucho
más elevadas que hace unos años. Por otra parte, cuando preparamos una presentación científica nunca debemos perder de vista cuál es
nuestro objetivo: comunicar de forma eficiente
unos datos generados por nosotros o recopilados de la literatura científica. Las ayudas visuales no pueden ser otra cosa que una “ayuda”, un
soporte más que nos permita una mejor calidad
de comunicación con nuestro auditorio, y nunca
pueden constituirse en un objetivo primario dentro de nuestra presentación.
La presentación gráfica como tal no puede,
ni debe, restar protagonismo al hecho central: la
transmisión de conocimiento, que es el objetivo
último de toda comunicación científica.
A la hora de preparar esta ayuda visual hay
que seguir unos pasos generales. Lo primero es
tener claros los contenidos que debemos comunicar y, como se ha comentado en otros capítulos, tener en cuenta el tiempo de que disponemos y el tipo de audiencia a la cual nos vamos a
dirigir. En un segundo nivel, pero desde luego no
despreciable, hay que tener en cuenta el marco
físico en el cual se desarrollará la presentación,
que incluye el soporte técnico de que se dispone, el tamaño de la sala y su iluminación, la
visibilidad de la pantalla, la posición que deberemos ocupar frente al auditorio y cualquier característica del público que pueda influir en nuestra
comunicación: edad, uniformidad de formación,
idioma, ideología... Con estos requisitos en la
mente comenzaremos a planear el tipo de presentación visual más adecuado.
A lo largo de este capítulo se hará referencia a la incidencia de todos estos factores a la
hora de planificar las imágenes que acompañarán nuestra presentación. En ningún caso se
pretende ofrecer una relación exhaustiva de todas las circunstancias que pueden encontrarse,
ya que las combinaciones de posibilidades son
casi infinitas y siempre hay que recordar que no
hay una sola opción adecuada, puesto que cada
persona se enfrenta al estrés que supone una
presentación oral con diferentes actitudes, capacidades e incluso gustos personales. No hay
una fórmula mágica útil para todos los oradores, aunque sí una serie de reglas que debemos
conocer porque han demostrado ser eficaces,
y que respetaremos, o no, en función del momento, del entorno e incluso de nuestro estado de animo
Respuesta:
En nuestro tiempo nadie puede dudar del poder
de la imagen y de su importancia como herramienta para comunicar, matizar y reforzar cualquier tipo de información. Sin embargo, a la hora
de apoyar una presentación con imágenes se
deben tener en cuenta algunas consideraciones
generales. En primer lugar, hay que considerar
que nuestra sociedad está habituada a recibir
muchos mensajes basados en la imagen y que,
por ello, las expectativas de un auditorio y su
capacidad para juzgar la calidad y pertinencia
de una presentación son en la actualidad mucho
más elevadas que hace unos años. Por otra parte, cuando preparamos una presentación científica nunca debemos perder de vista cuál es
nuestro objetivo: comunicar de forma eficiente
unos datos generados por nosotros o recopilados de la literatura científica. Las ayudas visuales no pueden ser otra cosa que una “ayuda”, un
soporte más que nos permita una mejor calidad
de comunicación con nuestro auditorio, y nunca
pueden constituirse en un objetivo primario dentro de nuestra presentación.
La presentación gráfica como tal no puede,
ni debe, restar protagonismo al hecho central: la
transmisión de conocimiento, que es el objetivo
último de toda comunicación científica.
A la hora de preparar esta ayuda visual hay
que seguir unos pasos generales. Lo primero es
tener claros los contenidos que debemos comunicar y, como se ha comentado en otros capítulos, tener en cuenta el tiempo de que disponemos y el tipo de audiencia a la cual nos vamos a
dirigir. En un segundo nivel, pero desde luego no
despreciable, hay que tener en cuenta el marco
físico en el cual se desarrollará la presentación,
que incluye el soporte técnico de que se dispone, el tamaño de la sala y su iluminación, la
visibilidad de la pantalla, la posición que deberemos ocupar frente al auditorio y cualquier característica del público que pueda influir en nuestra
comunicación: edad, uniformidad de formación,
idioma, ideología... Con estos requisitos en la
mente comenzaremos a planear el tipo de presentación visual más adecuado.
A lo largo de este capítulo se hará referencia a la incidencia de todos estos factores a la
hora de planificar las imágenes que acompañarán nuestra presentación. En ningún caso se
pretende ofrecer una relación exhaustiva de todas las circunstancias que pueden encontrarse,
ya que las combinaciones de posibilidades son
casi infinitas y siempre hay que recordar que no
hay una sola opción adecuada, puesto que cada
persona se enfrenta al estrés que supone una
presentación oral con diferentes actitudes, capacidades e incluso gustos personales. No hay
una fórmula mágica útil para todos los oradores, aunque sí una serie de reglas que debemos
conocer porque han demostrado ser eficaces,
y que respetaremos, o no, en función del momento, del entorno e incluso de nuestro estado de animo
Explicación: