Mientras los expertos internacionales de Estados Unidos se dedican a enfrentar el inmenso costo de acabar con la dictadura en Irak, una nueva dictadura surge en las Américas. Al comenzar su nuevo período como presidente, Hugo Chávez acelera las reformas para convertir a Venezuela en un país socialista, anunciando la socialización de los sectores de energía y comunicaciones.
Una de las empresas afectadas será AES, basada en Arlington, Virginia, la cual —con el visto bueno de Chávez— compró el control de La Electricidad de Caracas (EDC) en 2001. Esta empresa privada fue fundada en 1895 por venezolanos empeñados en mejorar las condiciones de vida en su país. Varios miembros de la familia Zuloaga fueron importantes accionistas, pero contrario a lo que suele ocurrir en América Latina, ellos abrieron las puertas a otros inversionistas, quienes fueron dueños de 80% o más de las acciones de la empresa el siglo pasado. La Bolsa de Caracas, en gran parte, creció por las transacciones en acciones de EDC.
EDC aumentaba año tras año la generación y distribución de electricidad, pagando dividendos por 90 años consecutivos. Al mismo tiempo, reducía sus tarifas y ofrecía servicio eléctrico en muchas zonas donde no percibía ganancias, convirtiéndose así en ejemplo mundial de responsabilidad corporativa. Cuando el gobierno intervencionista de Jaime Lusinchi congeló las tarifas eléctricas, EDC dejó de crecer y prosperar. La elección de Chávez contribuyó a la caída del valor de las acciones, abriendo las puertas a una oferta de compra no amistosa por parte de AES, que entonces era una empresa más pequeña que EDC.
A pesar de su populismo nacionalista, la compra de EDC por una empresa extranjera encajaba muy bien en los planes de Chávez. Las compañías extranjeras tienden menos a apoyar las instituciones de una sociedad libre. Por el contrario, la familia Zuloaga siempre apoyó a grupos opuestos al corrompido compadrazgo entre políticos y ciertas élites empresariales que tanto daño ha hecho en América Latina, permitiendo que gente como Chávez alcance el poder e imponga planes totalitarios.
La compra de EDC ayudó mucho a Chávez. Con sus competentes cabilderos en Washington —la firma Patton Boggs— y otros aliados que lograba comprar con las ganancias en este país de la empresa estatal venezolana Citgo, gozó del tiempo necesario para preparar su asalto definitivo contra los importantes activos empresariales en Venezuela. Si cumple su promesa de expropiar a EDC y nacionalizar la telefónica CANTV habrá logrado ponerle la mano a más de dos terceras partes de los capitales representados en la Bolsa de Caracas
Mientras los expertos internacionales de Estados Unidos se dedican a enfrentar el inmenso costo de acabar con la dictadura en Irak, una nueva dictadura surge en las Américas. Al comenzar su nuevo período como presidente, Hugo Chávez acelera las reformas para convertir a Venezuela en un país socialista, anunciando la socialización de los sectores de energía y comunicaciones.
Una de las empresas afectadas será AES, basada en Arlington, Virginia, la cual —con el visto bueno de Chávez— compró el control de La Electricidad de Caracas (EDC) en 2001. Esta empresa privada fue fundada en 1895 por venezolanos empeñados en mejorar las condiciones de vida en su país. Varios miembros de la familia Zuloaga fueron importantes accionistas, pero contrario a lo que suele ocurrir en América Latina, ellos abrieron las puertas a otros inversionistas, quienes fueron dueños de 80% o más de las acciones de la empresa el siglo pasado. La Bolsa de Caracas, en gran parte, creció por las transacciones en acciones de EDC.
EDC aumentaba año tras año la generación y distribución de electricidad, pagando dividendos por 90 años consecutivos. Al mismo tiempo, reducía sus tarifas y ofrecía servicio eléctrico en muchas zonas donde no percibía ganancias, convirtiéndose así en ejemplo mundial de responsabilidad corporativa.
Cuando el gobierno intervencionista de Jaime Lusinchi congeló las tarifas eléctricas, EDC dejó de crecer y prosperar. La elección de Chávez contribuyó a la caída del valor de las acciones, abriendo las puertas a una oferta de compra no amistosa por parte de AES, que entonces era una empresa más pequeña que EDC.
A pesar de su populismo nacionalista, la compra de EDC por una empresa extranjera encajaba muy bien en los planes de Chávez. Las compañías extranjeras tienden menos a apoyar las instituciones de una sociedad libre. Por el contrario, la familia Zuloaga siempre apoyó a grupos opuestos al corrompido compadrazgo entre políticos y ciertas élites empresariales que tanto daño ha hecho en América Latina, permitiendo que gente como Chávez alcance el poder e imponga planes totalitarios.
La compra de EDC ayudó mucho a Chávez. Con sus competentes cabilderos en Washington —la firma Patton Boggs— y otros aliados que lograba comprar con las ganancias en este país de la empresa estatal venezolana Citgo, gozó del tiempo necesario para preparar su asalto definitivo contra los importantes activos empresariales en Venezuela. Si cumple su promesa de expropiar a EDC y nacionalizar la telefónica CANTV habrá logrado ponerle la mano a más de dos terceras partes de los capitales representados en la Bolsa de Caracas