Cuando se revisan las infografías sobre la migración latinoamericana desde hace tres décadas, se muestran diversos y complejos flujos migratorios, gran parte de ellos hacia países en desarrollo, en la que ninguno de los países de la región escapa de esta realidad social. Crisis política, conflictos internos, pobreza y desigualdad, han sido parte de los signantes del desplazamiento de millones de latinoamericanos en búsqueda de mejores condiciones. Según el estudio Migración internacional en las Américas (OIM), realizado conjuntamente por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2016, la migración intrarregional entre países de América Latina y el Caribe sólo representa una cuarta parte de toda la emigración registrada en la región, aproximadamente cuatro millones para 2016, lo que infiere que son aproximadamente 25 millones que han emigrado fuera de América Latina y el Caribe.
Como fenómeno social que genera problemas demográficos en el país de origen, también impacta en el país receptor, positiva o negativamente, dependiendo de la capacidad del país receptor en absolver estos migrantes. En diversos ámbitos, la migración puede crear condiciones adversas, muchas de las cuales crean malestar e inconformidad en la población receptora, la cual ve amenazada su tranquilidad y forma de vida, aun cuando las mismas no son las mas idóneas como son en muchas de las ciudades latinoamericanas.
De acuerdo a Lozano Banguero (2015), desde el ámbito social “la migración a las grandes ciudades tiene un impacto negativo muy grande para las ciudades, en la medida en que la velocidad a la cual se hacen las inversiones en servicios sociales básicos (vivienda y servicios públicos, salud, educación, entre otros) es muy lenta, comparada con la observada en los flujos migratorios en las etapas de la transición a la gran ciudad”.
También en la seguridad ciudadana, la migración ha sido cuestionada, atribuyendo al migrante el incremento en los niveles de inseguridad. A raíz de la migración intrarregional venezolana, el dilema que se presenta en muchas sociedades latinoamericana acerca de la influencia de la migración en la inseguridad, crece y puede obedecer en la ausencia de políticas migratorias que vayan mas allá del registro y control del migrante.
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Cuando se revisan las infografías sobre la migración latinoamericana desde hace tres décadas, se muestran diversos y complejos flujos migratorios, gran parte de ellos hacia países en desarrollo, en la que ninguno de los países de la región escapa de esta realidad social. Crisis política, conflictos internos, pobreza y desigualdad, han sido parte de los signantes del desplazamiento de millones de latinoamericanos en búsqueda de mejores condiciones. Según el estudio Migración internacional en las Américas (OIM), realizado conjuntamente por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 2016, la migración intrarregional entre países de América Latina y el Caribe sólo representa una cuarta parte de toda la emigración registrada en la región, aproximadamente cuatro millones para 2016, lo que infiere que son aproximadamente 25 millones que han emigrado fuera de América Latina y el Caribe.
Como fenómeno social que genera problemas demográficos en el país de origen, también impacta en el país receptor, positiva o negativamente, dependiendo de la capacidad del país receptor en absolver estos migrantes. En diversos ámbitos, la migración puede crear condiciones adversas, muchas de las cuales crean malestar e inconformidad en la población receptora, la cual ve amenazada su tranquilidad y forma de vida, aun cuando las mismas no son las mas idóneas como son en muchas de las ciudades latinoamericanas.
De acuerdo a Lozano Banguero (2015), desde el ámbito social “la migración a las grandes ciudades tiene un impacto negativo muy grande para las ciudades, en la medida en que la velocidad a la cual se hacen las inversiones en servicios sociales básicos (vivienda y servicios públicos, salud, educación, entre otros) es muy lenta, comparada con la observada en los flujos migratorios en las etapas de la transición a la gran ciudad”.
También en la seguridad ciudadana, la migración ha sido cuestionada, atribuyendo al migrante el incremento en los niveles de inseguridad. A raíz de la migración intrarregional venezolana, el dilema que se presenta en muchas sociedades latinoamericana acerca de la influencia de la migración en la inseguridad, crece y puede obedecer en la ausencia de políticas migratorias que vayan mas allá del registro y control del migrante.