Los grupos humanos que vivieron en este sitio no solamente fueron capaces de construir pirámides de grandes dimensiones, con piedras amarradas con fibras vegetales y arcilla, sino que también poseían un sistema de comunicación a través de cuerdas anudadas (kipu); conocimientos astronómicos y de medición del tiempo y de génetica, aplicada a sus cultivos agrarios (algodón algunos granos, tubérculos). Además había autoridades políticas, grupos especializados en distintos trabajos (agricultortes, comerciantes, productores de conocimiento, castas religiosas; músicos); sabían como preservar a sus muertos y hablaban un lenguaje denominado protoquechua, por sus características similares a la lengua franca, o de relación , que usó el poderoso imperio inca muchos siglos después.
La arqueóloga Ruth Shady comenzó a trabajar en el valle del río Supe hace 16 años con un proyecto privado, aunque ya sabía de investigaciones que se hacían desde el año 1978 en el valle de Chupacigarro, cercano a este sitio. A partir de sus descubrimientos y su posterior validación como patrimonio de la humanidad por parte de la Unesco (en 2009) decidió desarrollar en la zona un proyecto arqueológico que va más allá de la preservación y exhibición del lugar y que tiene que ver con el aprendizaje del pasado para entender el presente y construir el futuro. Por eso en este sitio se lleva a cabo un Plan Maestro que promueve el desarrollo socioeconómico integral y sostenible en las poblaciones del entorno. De este modo, habitantes del valle trabajan como ayudantes en las excavaciones o como guías y también en la mantención y administración de los espacios de servicios para los turistas. Entrevistada en Lima, la antropóloga y arqueóloga nos explicó su filosofía al respecto: “Siempre me he interesado por saber cómo la historia puede ayudarnos a comprender el presente y, en este caso, cómo se relaciona este sistema con la población actual, para ver qué debemos cambiar sin desdeñar el avance científico o tecnológico, con el fin de tener mejores opciones en el presente y el futuro“.
Vale la pena atravesar el desierto y hacer un viaje de más de tres horas (230 kilómetros) y aguantar un sol tórrido para llegar a Caral, la más antigua de las ciudades de América prehispánica, la cuna de las civilizaciones de esta parte del mundo, según la antropóloga y arqueólogaRuth Shady Solís, a cargo del proyecto de excavación y desarrollo que se lleva a cabo en Caral Supe. La ciudadela de Caral fue construida cinco mil años antes que la ciudad sagrada de Macchu Picchu y tanto las trazas arquitectónicas, utensilios,así como las momias allí encontrados dan cuenta de una civilización que traspasó sus saberes a pueblos de la costa, selva y sierra, entre ellos a los incas. Se trata de un lugar menos difundido que la última fortaleza inca que se encuentra en una zona denominada ceja de selva, y por tanto inmersa en vegetación. Sus instalaciones parecen emplazarse en medio de la nada, aunque el mar está a una jornada a pie y a unos cuantos kilómetros se encuentra un fértil valle. Por eso resulta misterioso conocer la historia de una sociedad que fue tan próspera y avanzada.
Los grupos humanos que vivieron en este sitio no solamente fueron capaces de construir pirámides de grandes dimensiones, con piedras amarradas con fibras vegetales y arcilla, sino que también poseían un sistema de comunicación a través de cuerdas anudadas (kipu); conocimientos astronómicos y de medición del tiempo y de génetica, aplicada a sus cultivos agrarios (algodón algunos granos, tubérculos). Además había autoridades políticas, grupos especializados en distintos trabajos (agricultortes, comerciantes, productores de conocimiento, castas religiosas; músicos); sabían como preservar a sus muertos y hablaban un lenguaje denominado protoquechua, por sus características similares a la lengua franca, o de relación , que usó el poderoso imperio inca muchos siglos después.
La arqueóloga Ruth Shady comenzó a trabajar en el valle del río Supe hace 16 años con un proyecto privado, aunque ya sabía de investigaciones que se hacían desde el año 1978 en el valle de Chupacigarro, cercano a este sitio. A partir de sus descubrimientos y su posterior validación como patrimonio de la humanidad por parte de la Unesco (en 2009) decidió desarrollar en la zona un proyecto arqueológico que va más allá de la preservación y exhibición del lugar y que tiene que ver con el aprendizaje del pasado para entender el presente y construir el futuro. Por eso en este sitio se lleva a cabo un Plan Maestro que promueve el desarrollo socioeconómico integral y sostenible en las poblaciones del entorno. De este modo, habitantes del valle trabajan como ayudantes en las excavaciones o como guías y también en la mantención y administración de los espacios de servicios para los turistas. Entrevistada en Lima, la antropóloga y arqueóloga nos explicó su filosofía al respecto: “Siempre me he interesado por saber cómo la historia puede ayudarnos a comprender el presente y, en este caso, cómo se relaciona este sistema con la población actual, para ver qué debemos cambiar sin desdeñar el avance científico o tecnológico, con el fin de tener mejores opciones en el presente y el futuro“.
Vale la pena atravesar el desierto y hacer un viaje de más de tres horas (230 kilómetros) y aguantar un sol tórrido para llegar a Caral, la más antigua de las ciudades de América prehispánica, la cuna de las civilizaciones de esta parte del mundo, según la antropóloga y arqueólogaRuth Shady Solís, a cargo del proyecto de excavación y desarrollo que se lleva a cabo en Caral Supe. La ciudadela de Caral fue construida cinco mil años antes que la ciudad sagrada de Macchu Picchu y tanto las trazas arquitectónicas, utensilios,así como las momias allí encontrados dan cuenta de una civilización que traspasó sus saberes a pueblos de la costa, selva y sierra, entre ellos a los incas. Se trata de un lugar menos difundido que la última fortaleza inca que se encuentra en una zona denominada ceja de selva, y por tanto inmersa en vegetación. Sus instalaciones parecen emplazarse en medio de la nada, aunque el mar está a una jornada a pie y a unos cuantos kilómetros se encuentra un fértil valle. Por eso resulta misterioso conocer la historia de una sociedad que fue tan próspera y avanzada.