“Había una vez un ladrón tan extraño que lo único que quería era un abrazo. Por eso le llamaban el ladrón de abrazos. Pero como robar abrazos no es delito, este curioso ladrón seguía haciendo de las suyas.
El ladrón de abrazos salía a la calle todos los días, dispuesto a meterse en medio de cualquiera pareja de personas que estuvieran abrazándose. Pero resultaba tan molesto que la gente procuraba no tocarse en público, por si acaso.
Esto no gustaba al ladrón de abrazos, así que tenía que buscar una solución. Lo que hacía el ladrón de abrazos cuando no conseguía meterse en ninguno era atracar un establecimiento lleno de gente. Le daba igual que fuera un banco, un supermercado o un hospital.
El ladrón de abrazos entraba en el sitio elegido con un porra y decía:
-¡Esto es un atraco! ¡Abran sus brazos si no quieren llevarse un buen porrazo!
Y la gente abría los brazos. Y el ladrón de abrazos iba uno por uno buscando un achuchón hasta que oída las sirenas y salía corriendo, feliz y contento de haber encontrado tantos abrazos en un ratito.
Un día el jefe de policía decidió que ya era hora de parar esa ola de atracos absurdos. Pero no podía detener al ladrón de abrazos, así que pensó en un solución.
El jefe de policía reunió a un grupo de voluntarios y les contó su plan. A todos los pareció bien y pasaron a la acción.
El jefe de policía colocó un puesto en la calle con un enorme cartel que decía: ‘Abrazos Gratis’. Un voluntario se ponía a dar abrazos a otros muchos voluntarios para llamar la atención del ladrón de abrazos.
Cuando el ladrón de abrazos vio a aquello fue corriendo, feliz de poder abrazar a alguien sin molestar.
-Si quieres puedes sustituirme cuando quieras -le dijo el voluntario que le dio el abrazo. -¡Sí, sí, por favor!
Y así fue como el ladrón de abrazos dejó molestar a la gente de la ciudad que, agradecida, pasaba por el puesto de abrazos gratis para que el ladrón estuviera entretenido y feliz".
Moraleja
Aunque un abrazo sea un acto de afecto, no es correcto hacerlo a personas desconocidas que quizás no lo quieren. A veces lo mejor es preguntar y asegurarse de que ese acto de amor será bien recibido.
Érase una vez, un pequeño pueblo llamado San Pedro de los Vinos. En él, la comisaría de su pequeño cuerpo de policía se encontraba de luto, pues recientemente había fallecido el comisario jefe, Ernesto Perales.
Aunque era un hombre mayor, su muerte sorprendió a muchos, lo que hizo que el dolor se embargara mucho más. Pero la oficial de policía Alicia Contreras no se creía el cuento de que había muerto durmiendo en su hogar, tranquilamente.
―Yo no me creo esa versión ―decía Alicia a sus compañeros.
―Era un hombre mayor. Tiene a su familia, le debemos respeto a su memoria y su descanso Alicia ―le replicó Daniela, una de las compañeras.
Sin embargo, otra oficial, Carmen Rangel, escuchaba con cierto interés las teorías de su compañera Alicia. A ella, tampoco le parecía muy correcto el relato de la muerte del comisario Perales. Ambas se dispusieron a hablar con la forense encargada, que no tuvo problema en, antes de que el cuerpo fuese enterado, hacerle una autopsia.
Cuando esta autopsia fue realizada, se llevaron una gran sorpresa. Aunque el comisario Perales era un ávido consumidor de manzanas, la sorpresa fue que en su estómago tenía manzanas, pero envenenadas con cianuro, ¿pero quién era la Blancanieves de esta historia?
― ¿Pero quién lo ha matado? ―preguntó Carmen, exaltada.
―Yo creo saberlo.
Recientemente, Daniela había tenido un hijo. Ella nunca dijo quién era el padre, ni tampoco fue un tema de importancia.
Algunos de los compañeros, habían afirmado que su hijo tenía un gran parecido al comisario Perales, algo que habían tomado como una cortesía.
―¡Has sido tú quien le ha matado! ―le gritó Alicia a Daniela. Esta última, sacó su arma y sin mediar tintas le disparó, sin conseguir matarla. Los demás compañeros le dispararon a Daniela, que después de ser detenida y llevada al hospital, confesó su crimen pasional.
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Respuesta: El extraño caso del ladrón de abrazos
“Había una vez un ladrón tan extraño que lo único que quería era un abrazo. Por eso le llamaban el ladrón de abrazos. Pero como robar abrazos no es delito, este curioso ladrón seguía haciendo de las suyas.
El ladrón de abrazos salía a la calle todos los días, dispuesto a meterse en medio de cualquiera pareja de personas que estuvieran abrazándose. Pero resultaba tan molesto que la gente procuraba no tocarse en público, por si acaso.
Esto no gustaba al ladrón de abrazos, así que tenía que buscar una solución. Lo que hacía el ladrón de abrazos cuando no conseguía meterse en ninguno era atracar un establecimiento lleno de gente. Le daba igual que fuera un banco, un supermercado o un hospital.
El ladrón de abrazos entraba en el sitio elegido con un porra y decía:
-¡Esto es un atraco! ¡Abran sus brazos si no quieren llevarse un buen porrazo!
Y la gente abría los brazos. Y el ladrón de abrazos iba uno por uno buscando un achuchón hasta que oída las sirenas y salía corriendo, feliz y contento de haber encontrado tantos abrazos en un ratito.
Un día el jefe de policía decidió que ya era hora de parar esa ola de atracos absurdos. Pero no podía detener al ladrón de abrazos, así que pensó en un solución.
El jefe de policía reunió a un grupo de voluntarios y les contó su plan. A todos los pareció bien y pasaron a la acción.
El jefe de policía colocó un puesto en la calle con un enorme cartel que decía: ‘Abrazos Gratis’. Un voluntario se ponía a dar abrazos a otros muchos voluntarios para llamar la atención del ladrón de abrazos.
Cuando el ladrón de abrazos vio a aquello fue corriendo, feliz de poder abrazar a alguien sin molestar.
-Si quieres puedes sustituirme cuando quieras -le dijo el voluntario que le dio el abrazo. -¡Sí, sí, por favor!
Y así fue como el ladrón de abrazos dejó molestar a la gente de la ciudad que, agradecida, pasaba por el puesto de abrazos gratis para que el ladrón estuviera entretenido y feliz".
Moraleja
Aunque un abrazo sea un acto de afecto, no es correcto hacerlo a personas desconocidas que quizás no lo quieren. A veces lo mejor es preguntar y asegurarse de que ese acto de amor será bien recibido.
Espero que te sirva ヾ(•ω•`)o
Respuesta:
Érase una vez, un pequeño pueblo llamado San Pedro de los Vinos. En él, la comisaría de su pequeño cuerpo de policía se encontraba de luto, pues recientemente había fallecido el comisario jefe, Ernesto Perales.
Aunque era un hombre mayor, su muerte sorprendió a muchos, lo que hizo que el dolor se embargara mucho más. Pero la oficial de policía Alicia Contreras no se creía el cuento de que había muerto durmiendo en su hogar, tranquilamente.
―Yo no me creo esa versión ―decía Alicia a sus compañeros.
―Era un hombre mayor. Tiene a su familia, le debemos respeto a su memoria y su descanso Alicia ―le replicó Daniela, una de las compañeras.
Sin embargo, otra oficial, Carmen Rangel, escuchaba con cierto interés las teorías de su compañera Alicia. A ella, tampoco le parecía muy correcto el relato de la muerte del comisario Perales. Ambas se dispusieron a hablar con la forense encargada, que no tuvo problema en, antes de que el cuerpo fuese enterado, hacerle una autopsia.
Cuando esta autopsia fue realizada, se llevaron una gran sorpresa. Aunque el comisario Perales era un ávido consumidor de manzanas, la sorpresa fue que en su estómago tenía manzanas, pero envenenadas con cianuro, ¿pero quién era la Blancanieves de esta historia?
― ¿Pero quién lo ha matado? ―preguntó Carmen, exaltada.
―Yo creo saberlo.
Recientemente, Daniela había tenido un hijo. Ella nunca dijo quién era el padre, ni tampoco fue un tema de importancia.
Algunos de los compañeros, habían afirmado que su hijo tenía un gran parecido al comisario Perales, algo que habían tomado como una cortesía.
―¡Has sido tú quien le ha matado! ―le gritó Alicia a Daniela. Esta última, sacó su arma y sin mediar tintas le disparó, sin conseguir matarla. Los demás compañeros le dispararon a Daniela, que después de ser detenida y llevada al hospital, confesó su crimen pasional.
Explicación:
espero que ese te sirva