En su infancia, Victoria fue víctima de rechazo y discriminación no por parte de desconocidos, sino de sus propios amigos de infancia. Todo acontece cuando una niña nueva, de tez blanca y cabello rubio, llegó al barrio, la cual al momento de ver a Victoria expresó: “Si la negra quiere jugar con nosotros, yo me voy”. En ese preciso momento, sus amigos le pidieron que se retirara, literalmente fue echada y despreciada. Es en ese instante cuando ella decide plasmar en un pequeño cuaderno lo que sintió en ese día. Para ese entonces Victoria no sabía el impacto que tendría la palabra negra en su vida y mucho menos en la vida de las demás personas, y no se refería a su color de piel, sino a lo que eso implicaba ser, narra ella misma (De Diego, 2018).
Posteriormente a este acto Victoria nunca olvidó lo que esa situación le hizo sentir, pero, en vez de victimizarse o buscar culpables, decidió usar ese sufrimiento para enaltecer su cultura y el hecho de ser negra: “Nunca olvidé la importancia de sufrir. Esa niña estimuló algo en mí y pude descubrir lo que significa defender tus ideas y lo que crees. Sufrí pero descubrí muchas cosas. Empecé a descubrir la vida”. Del acto de racismo vivido en repetidas ocasiones, Victoria comenzó a sentir odio por dicho episodio ya que ella nunca iba a olvidar lo sucedió por lo que fue así como empezó a descubrir la vida.
El poema no solo habla sobre las experiencias vividas por Victoria, sino de todo lo que aquello conlleva, como la discriminación racial sufrida por parte de los afrodescendientes, por lo que todo esto sirvió como base para las luchas sociales en diferentes países latinoamericanos y además en el aspecto feminista también influyó dicho poema (Tinoco, 2005).
Victoria Santa Cruz dejó un legado, una huella en la cultura y bastante marcada en la sociedad. Con su poema logró empoderar a muchas mujeres afrodescendientes a sentirse orgullosas de su color de piel y de sus raíces; el no bajar la cabeza ni mucho menos sentirse menospreciada cuando le griten negra. Su visión y enfoque sirvieron de marco para las luchas sociales en varios países del continente dado que, en la actualidad, este enfoque del poema es usado como un referente natural a la hora de hablar, y también ha sido muy relevante para los movimientos feministas que se hacen por toda Latinoamérica
“Me gritaron Negra” contiene 97 versos, 38 párrafos, 320 palabras y 1 color que lo impregna todo: negro. Ciento un veces en el cuerpo del poema se repiten negra, negro, negros, negra.
Los versos destilan rebeldía ante un sistema opresor, que, a pesar de pregonar la igualdad formal ante la ley, muestra su deforme aplicación fáctica. Si bien, “luego de siglos de evolución política y jurídica, existe un consenso universal en cuanto a que los derechos y las competencias, las libertades y las prerrogativas, deben armonizarse dentro del marco del orden jurídico”,1 no es menos cierto, que ese orden jurídico debe estar vivo, y esto significa saltar las líneas del papel, de la ley, de los códigos y hacerse carne, porque el derecho se trata de convivencia armónica entre personas que aman, odian, respiran, sienten; es en este punto, que el derecho entra en intimidad con la poesía, pues esta más que un género literario es “otra manera de expresar y habitar el mundo;con ella el poeta dice y habla sobre lo que entiende y comprende de la realidad”.2
La palabra nombra, encarna, subyuga, libera. La palabra tiene poder, “el lenguaje busca hacer aparecer ante nosotros aquello que el sujeto quiere decir, que no es otra cosa que sus vivencias”.3 Precisamente, Victoria Santa Cruz, mujer negra, nos habla desde sus vivencias, articulando negación y reivindicación a través de su poesía.
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En su infancia, Victoria fue víctima de rechazo y discriminación no por parte de desconocidos, sino de sus propios amigos de infancia. Todo acontece cuando una niña nueva, de tez blanca y cabello rubio, llegó al barrio, la cual al momento de ver a Victoria expresó: “Si la negra quiere jugar con nosotros, yo me voy”. En ese preciso momento, sus amigos le pidieron que se retirara, literalmente fue echada y despreciada. Es en ese instante cuando ella decide plasmar en un pequeño cuaderno lo que sintió en ese día. Para ese entonces Victoria no sabía el impacto que tendría la palabra negra en su vida y mucho menos en la vida de las demás personas, y no se refería a su color de piel, sino a lo que eso implicaba ser, narra ella misma (De Diego, 2018).
Posteriormente a este acto Victoria nunca olvidó lo que esa situación le hizo sentir, pero, en vez de victimizarse o buscar culpables, decidió usar ese sufrimiento para enaltecer su cultura y el hecho de ser negra: “Nunca olvidé la importancia de sufrir. Esa niña estimuló algo en mí y pude descubrir lo que significa defender tus ideas y lo que crees. Sufrí pero descubrí muchas cosas. Empecé a descubrir la vida”. Del acto de racismo vivido en repetidas ocasiones, Victoria comenzó a sentir odio por dicho episodio ya que ella nunca iba a olvidar lo sucedió por lo que fue así como empezó a descubrir la vida.
El poema no solo habla sobre las experiencias vividas por Victoria, sino de todo lo que aquello conlleva, como la discriminación racial sufrida por parte de los afrodescendientes, por lo que todo esto sirvió como base para las luchas sociales en diferentes países latinoamericanos y además en el aspecto feminista también influyó dicho poema (Tinoco, 2005).
Victoria Santa Cruz dejó un legado, una huella en la cultura y bastante marcada en la sociedad. Con su poema logró empoderar a muchas mujeres afrodescendientes a sentirse orgullosas de su color de piel y de sus raíces; el no bajar la cabeza ni mucho menos sentirse menospreciada cuando le griten negra. Su visión y enfoque sirvieron de marco para las luchas sociales en varios países del continente dado que, en la actualidad, este enfoque del poema es usado como un referente natural a la hora de hablar, y también ha sido muy relevante para los movimientos feministas que se hacen por toda Latinoamérica
hola buenos días
una historia a base de el poema me gritaron negra
“Me gritaron Negra” contiene 97 versos, 38 párrafos, 320 palabras y 1 color que lo impregna todo: negro. Ciento un veces en el cuerpo del poema se repiten negra, negro, negros, negra.
Los versos destilan rebeldía ante un sistema opresor, que, a pesar de pregonar la igualdad formal ante la ley, muestra su deforme aplicación fáctica. Si bien, “luego de siglos de evolución política y jurídica, existe un consenso universal en cuanto a que los derechos y las competencias, las libertades y las prerrogativas, deben armonizarse dentro del marco del orden jurídico”,1 no es menos cierto, que ese orden jurídico debe estar vivo, y esto significa saltar las líneas del papel, de la ley, de los códigos y hacerse carne, porque el derecho se trata de convivencia armónica entre personas que aman, odian, respiran, sienten; es en este punto, que el derecho entra en intimidad con la poesía, pues esta más que un género literario es “otra manera de expresar y habitar el mundo; con ella el poeta dice y habla sobre lo que entiende y comprende de la realidad”.2
La palabra nombra, encarna, subyuga, libera. La palabra tiene poder, “el lenguaje busca hacer aparecer ante nosotros aquello que el sujeto quiere decir, que no es otra cosa que sus vivencias”.3 Precisamente, Victoria Santa Cruz, mujer negra, nos habla desde sus vivencias, articulando negación y reivindicación a través de su poesía.
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