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Las monarquías absolutistas son aquellas donde se concentran todas las representaciones del poder: el político, el social y hasta el religioso, en una sola persona, un solo monarca, rey o reina, que gobierna por derecho hereditario o sucesorio, desde su ascenso al trono, hasta su muerte y transmite ese mismo derecho a sus sucesores. En algunas ocasiones en la Historia, han coincidido en los monarcas absolutos, tanto la Jefatura del Estado, como la Jefatura de su Iglesia, como ocurrió en Inglaterra con el rey Enrique VIII (que gobernó en su reino y también tuvo en su persona la máxima Jefatura de la Iglesia Anglicana), luego de la ruptura ocurrida con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, al negarse el Papa Clemente VII a concederle el divorcio de la reina Catalina de Aragón.