No hay más que una Virgen Santísima. Se trata de María de Nazaret, una mujer escogida por Dios para ser Su Madre. La Virgen María, sin embargo, se ha querido dar a conocer en cada pueblo de una manera muy íntima, asumiendo en muchas instancias características de la cultura y hasta de la raza. Así nos enseña que ella, siendo Madre de Dios es también madre de todos.
No se trata de una encarnación de la Virgen. Mas bien la Virgen, que está en cuerpo y alma en el cielo, se aparece o nos obsequia con una imagen en la que se adapta a cada pueblo para que la veamos como madre que es. Es un gesto de gran delicadeza y cariño que nos revela su entrañable amor maternal. La Virgen es de todos y a todos llama a renunciar al pecado y abrir el corazón a Jesucristo, única esperanza de la humanidad.
Un ejemplo del amor de Virgen son sus diversas apariciones en América.
Es de entender que a los indígenas les fuese muy difícil abrirse a la fe que les venía por medio de personas extranjeras muy ajenas a sus costumbres, raza y lengua. La obra de los misioneros se hacía mas difícil aún por los malos testimonios de algunos cristianos. En estas circunstancias, La Virgen vino en auxilio de sus hijos, dándose a conocer como madre según la raza y costumbres de cada lugar. En muchas ocasiones, comenzando en México, se apareció como mujer india o mestiza, con símbolos y gestos comprensibles tanto para los indios como para los españoles. Así ambos grupos encontraron en La Virgen un corazón de madre que lleva sin tropiezos a Jesucristo. Los indios pudieron por La Virgen comprender la necesidad de distinguir entre la fe de los buenos misioneros y las malas acciones de algunos blancos. También pudieron comprender la necesidad de renunciar a muchas creencias y prácticas maléficas de su propia cultura indígena, la idolatría y los sacrificios humanos entre ellas.
No hay más que una Virgen Santísima. Se trata de María de Nazaret, una mujer escogida por Dios para ser Su Madre. La Virgen María, sin embargo, se ha querido dar a conocer en cada pueblo de una manera muy íntima, asumiendo en muchas instancias características de la cultura y hasta de la raza. Así nos enseña que ella, siendo Madre de Dios es también madre de todos.
No se trata de una encarnación de la Virgen. Mas bien la Virgen, que está en cuerpo y alma en el cielo, se aparece o nos obsequia con una imagen en la que se adapta a cada pueblo para que la veamos como madre que es. Es un gesto de gran delicadeza y cariño que nos revela su entrañable amor maternal. La Virgen es de todos y a todos llama a renunciar al pecado y abrir el corazón a Jesucristo, única esperanza de la humanidad.
Un ejemplo del amor de Virgen son sus diversas apariciones en América.
Es de entender que a los indígenas les fuese muy difícil abrirse a la fe que les venía por medio de personas extranjeras muy ajenas a sus costumbres, raza y lengua. La obra de los misioneros se hacía mas difícil aún por los malos testimonios de algunos cristianos.
En estas circunstancias, La Virgen vino en auxilio de sus hijos, dándose a conocer como madre según la raza y costumbres de cada lugar. En muchas ocasiones, comenzando en México, se apareció como mujer india o mestiza, con símbolos y gestos comprensibles tanto para los indios como para los españoles. Así ambos grupos encontraron en La Virgen un corazón de madre que lleva sin tropiezos a Jesucristo. Los indios pudieron por La Virgen comprender la necesidad de distinguir entre la fe de los buenos misioneros y las malas acciones de algunos blancos. También pudieron comprender la necesidad de renunciar a muchas creencias y prácticas maléficas de su propia cultura indígena, la idolatría y los sacrificios humanos entre ellas.