La Adoración de los Pastores, una escena omnipresente como testimonio artístico de la Fiesta más global del mundo, La Navidad. Es la ventana de la cabecera que nos acerca a Bartolomé Esteban Murillo en esta obra de 1655, puro naturalismo barroco sevillano. Murillo ilumina a María y a su hijo, y hace llegar la luz al simbólico cordero que acompaña a los pastores, influencia del Agnus Dei de Zurbarán. La misma luz se fija sutilmente en la vieja con la cesta de huevos, que recuerda a aquella otra que freía huevos salida de los pinceles de su paisano Velázquez. La obra refleja las palabras de los evangelistas Lucas y Mateo sobre el nacimiento de Jesús, y busca, como era habitual, detalles como la mula y el buey en los evangelios apócrifos.
La Adoración de los Pastores, una escena omnipresente como testimonio artístico de la Fiesta más global del mundo, La Navidad. Es la ventana de la cabecera que nos acerca a Bartolomé Esteban Murillo en esta obra de 1655, puro naturalismo barroco sevillano. Murillo ilumina a María y a su hijo, y hace llegar la luz al simbólico cordero que acompaña a los pastores, influencia del Agnus Dei de Zurbarán. La misma luz se fija sutilmente en la vieja con la cesta de huevos, que recuerda a aquella otra que freía huevos salida de los pinceles de su paisano Velázquez. La obra refleja las palabras de los evangelistas Lucas y Mateo sobre el nacimiento de Jesús, y busca, como era habitual, detalles como la mula y el buey en los evangelios apócrifos.