Una de las principales causas para que los jóvenes abandonen los campos se debe a los bajos salarios que se pagan en las actividades agropecuarias, que están muy distantes de los salarios que se pagan en las actividades de minería, la industria, el comercio y el transporte; y es por la escasa rentabilidad que obtienen los productores de alimentos. Frente a esta situación se hace necesario buscar la forma de detener en algo la migración campo-ciudad y esto requiere un proyecto de desarrollo rural integral, para, por ese medio, impulsar la producción agropecuaria y hacer atractiva esa actividad, para que los campesinos obtengan ingresos razonables por su trabajo y puedan tener una vida digna y así evitar la tentación de abandonar los campos. Para ello se requiere fortalecer al Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca, para que esa cartera dé la asistencia técnica y todo el asesoramiento y capacitación a los productores agropecuarios, que el BNF y la Corporación Financiera Nacional disponga de todos los recursos necesarios para conceder los créditos que requieran los campesinos con las más bajas tasas de interés posibles y los plazos convenientes para que puedan cumplir con sus obligaciones. Se debe impulsar los proyectos de riesgo, la forestación y reforestación para incrementar las fuentes de trabajo. Es muy preocupante observar cómo la juventud está abandonando los campos, donde solo están quedando los ancianos; en algunos lugares se han cerrado escuelas por falta de alumnos y existen otras que corren el mismo peligro, porque solo cuentan con dos o tres alumnos. Muchas casas en la zona rural están siendo abandonadas, lo que nos hace pensar que en nuestro país esté ocurriendo algo similar a lo que ocurrió hace muchos años en Venezuela, donde algunos poblados fueron abandonados, porque sus habitantes emigraron a otros lugares, donde hallaron mejores condiciones de vida, lo que Miguel Otero Silva describe en su novela “Casas muertas”. Tratar de mejorar las condiciones de vida es obligación de todos: gobernantes y gobernados, para evitar que los jóvenes busquen el camino de las grandes urbes.
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Una de las principales causas para que los jóvenes abandonen los campos se debe a los bajos salarios que se pagan en las actividades agropecuarias, que están muy distantes de los salarios que se pagan en las actividades de minería, la industria, el comercio y el transporte; y es por la escasa rentabilidad que obtienen los productores de alimentos. Frente a esta situación se hace necesario buscar la forma de detener en algo la migración campo-ciudad y esto requiere un proyecto de desarrollo rural integral, para, por ese medio, impulsar la producción agropecuaria y hacer atractiva esa actividad, para que los campesinos obtengan ingresos razonables por su trabajo y puedan tener una vida digna y así evitar la tentación de abandonar los campos. Para ello se requiere fortalecer al Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca, para que esa cartera dé la asistencia técnica y todo el asesoramiento y capacitación a los productores agropecuarios, que el BNF y la Corporación Financiera Nacional disponga de todos los recursos necesarios para conceder los créditos que requieran los campesinos con las más bajas tasas de interés posibles y los plazos convenientes para que puedan cumplir con sus obligaciones. Se debe impulsar los proyectos de riesgo, la forestación y reforestación para incrementar las fuentes de trabajo. Es muy preocupante observar cómo la juventud está abandonando los campos, donde solo están quedando los ancianos; en algunos lugares se han cerrado escuelas por falta de alumnos y existen otras que corren el mismo peligro, porque solo cuentan con dos o tres alumnos. Muchas casas en la zona rural están siendo abandonadas, lo que nos hace pensar que en nuestro país esté ocurriendo algo similar a lo que ocurrió hace muchos años en Venezuela, donde algunos poblados fueron abandonados, porque sus habitantes emigraron a otros lugares, donde hallaron mejores condiciones de vida, lo que Miguel Otero Silva describe en su novela “Casas muertas”. Tratar de mejorar las condiciones de vida es obligación de todos: gobernantes y gobernados, para evitar que los jóvenes busquen el camino de las grandes urbes.
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