Una abeja pica cuando percibe una amenaza a su colmena, pero cuando se encuentra lejos de ella, no suele picar a menos que alguien la pise o la toque bruscamente; y cuando lo hace, muere. Las abejas que pican son las obreras, es decir, las que trabajan en las colmenas y solamente pican cuando se ven en situación desesperada. El aguijón de una abeja se compone de dos lancetas con púas. Cuando la abeja entierra su aguijón, ya no lo puede sacar, dejando atrás no sólo el aguijón, sino también parte de su tracto digestivo, músculos y nervios. Este enorme desgarro abdominal es lo que mata a la abeja. El aguijón de la abeja es, a su modo, exactamente igual a la de los pelos picantes de las ortigas. Se trata de un tubo finísimo y muy agudo por el cual, al picar la abeja, pasa una gota de materia venenosa. Durante varios minutos tras la muerte de la abeja, su aguijón sigue trabajando. Los nervios y los músculos entierran el aguijón más profundamente en la piel, introduciendo veneno en la herida.
Una abeja pica cuando percibe una amenaza a su colmena, pero cuando se encuentra lejos de ella, no suele picar a menos que alguien la pise o la toque bruscamente; y cuando lo hace, muere. Las abejas que pican son las obreras, es decir, las que trabajan en las colmenas y solamente pican cuando se ven en situación desesperada. El aguijón de una abeja se compone de dos lancetas con púas. Cuando la abeja entierra su aguijón, ya no lo puede sacar, dejando atrás no sólo el aguijón, sino también parte de su tracto digestivo, músculos y nervios. Este enorme desgarro abdominal es lo que mata a la abeja. El aguijón de la abeja es, a su modo, exactamente igual a la de los pelos picantes de las ortigas. Se trata de un tubo finísimo y muy agudo por el cual, al picar la abeja, pasa una gota de materia venenosa. Durante varios minutos tras la muerte de la abeja, su aguijón sigue trabajando. Los nervios y los músculos entierran el aguijón más profundamente en la piel, introduciendo veneno en la herida.