Este resultado alentó la irrupción de otras potencias, Estados Unidos, Francia y Rusia, que forzaron a China a la firma de los llamados Tratados Desiguales. En 1860 China se vio obligada a abrir otros once puertos al comercio exterior, los extranjeros gozaron de inmunidad frente a la legislación china y se autorizó a los misioneros a propagar la religión cristiana. Simultáneamente, el Imperio estuvo a punto de ser aniquilado por movimientos revolucionarios, el más importante fue la insurrección Taiping (1851-1864) que estableció una dinastía rival a la manchú y se adueño de buena parte de China central y meridional. Ante la amenaza, el Imperio encaró una serie de reformas que le permitieron sofocar los focos de insurrección. Durante treinta años, el Imperio gozó en apariencia de prosperidad. No obstante las potencias incrementaron su ingerencia, además de los puertos de la costa, avanzaron sobre las ciudades del litoral reclamando el derecho de constituir organismos municipales y tribunales. Se constituyeron así por toda China, porciones de territorios que estaban fuera de la autoridad nacional. Las concesiones obtenidas en algunas ciudades, los casos de Shangai y Cantón entre otros, las convirtieron en ciudades-estado independientes donde las autoridades chinas no tenían potestad y no se aplicaba la legislación nacional.
La guerra con Japón en 1894-1895 le imprimió un nuevo giro a la historia de China, abrió una gravísima crisis nacional que desembocaría en la caída del Imperio en 1911. En el tratado de paz China reconoció la independencia de Corea y cedió a Japón Formosa, las islas de los pescadores y la península de Liao-tung, (ésta le fue devuelta debido a la presión de Rusia que buscó frenar la expansión japonesa) y aceptó el pago de fuertes indemnizaciones. En los años siguientes al tratado de paz, el loteo de China entre las potencias avanzó rápidamente. Con la adquisición de Filipinas en 1898, Estados Unidos ganó presencia en el Pacífico y en defensa de sus intereses comerciales se opuso a la existencia de esferas de influencia exclusiva de otras potencias en China.
Este resultado alentó la irrupción de otras potencias, Estados Unidos, Francia y Rusia, que forzaron a China a la firma de los llamados Tratados Desiguales. En 1860 China se vio obligada a abrir otros once puertos al comercio exterior, los extranjeros gozaron de inmunidad frente a la legislación china y se autorizó a los misioneros a propagar la religión cristiana. Simultáneamente, el Imperio estuvo a punto de ser aniquilado por movimientos revolucionarios, el más importante fue la insurrección Taiping (1851-1864) que estableció una dinastía rival a la manchú y se adueño de buena parte de China central y meridional. Ante la amenaza, el Imperio encaró una serie de reformas que le permitieron sofocar los focos de insurrección. Durante treinta años, el Imperio gozó en apariencia de prosperidad. No obstante las potencias incrementaron su ingerencia, además de los puertos de la costa, avanzaron sobre las ciudades del litoral reclamando el derecho de constituir organismos municipales y tribunales. Se constituyeron así por toda China, porciones de territorios que estaban fuera de la autoridad nacional. Las concesiones obtenidas en algunas ciudades, los casos de Shangai y Cantón entre otros, las convirtieron en ciudades-estado independientes donde las autoridades chinas no tenían potestad y no se aplicaba la legislación nacional.
La guerra con Japón en 1894-1895 le imprimió un nuevo giro a la historia de China, abrió una gravísima crisis nacional que desembocaría en la caída del Imperio en 1911. En el tratado de paz China reconoció la independencia de Corea y cedió a Japón Formosa, las islas de los pescadores y la península de Liao-tung, (ésta le fue devuelta debido a la presión de Rusia que buscó frenar la expansión japonesa) y aceptó el pago de fuertes indemnizaciones. En los años siguientes al tratado de paz, el loteo de China entre las potencias avanzó rápidamente. Con la adquisición de Filipinas en 1898, Estados Unidos ganó presencia en el Pacífico y en defensa de sus intereses comerciales se opuso a la existencia de esferas de influencia exclusiva de otras potencias en China.