Y cuántas veces he tenido que responder que le he cantado al Llano porque se ha metido en mi alma, porque lo siento tan mío como un llanero bien nacido y cómo lo debemos sentir orgullosamente todos los colombianos. Que todo empezó en mis épocas de estudiante de bachillerato en el Colegio Gremios Unidos de mi ciudad natal de Cúcuta. Por entonces hube de realizar un trabajo de historia patria en el que en cartulina blanca dibujaba toda la ruta de la gesta libertadora que culminó con la batalla decisiva del 7 de agosto de 1819 que marcó para siempre el inicio de nuestra vida libre como nación soberana
“Fue así como leyendo y releyendo, se me fueron cincelando en mi vida los actos heroicos de aquellos hombres desarrapados que lo dejaron todo por el amor supremo del ideal de la patria y la libertad. Hombres que desafiaron el hambre y la desnudez, que cambiaron el tibio sol llanero por las gélidas cumbres andinas donde rindieron sus vidas, ya a manos de las inclemencias del hambre y del frío, ya en las armas de los españoles altaneros que mecían sus banderas y nos obligaban a doblar la cerviz. Pero el cometido se cumplió en la historia y, así como dije antes, se grabó en mi vida.
¿Porque siendo cucuteño le canta tanto al Llano?
Y cuántas veces he tenido que responder que le he cantado al Llano porque se ha metido en mi alma, porque lo siento tan mío como un llanero bien nacido y cómo lo debemos sentir orgullosamente todos los colombianos. Que todo empezó en mis épocas de estudiante de bachillerato en el Colegio Gremios Unidos de mi ciudad natal de Cúcuta. Por entonces hube de realizar un trabajo de historia patria en el que en cartulina blanca dibujaba toda la ruta de la gesta libertadora que culminó con la batalla decisiva del 7 de agosto de 1819 que marcó para siempre el inicio de nuestra vida libre como nación soberana
“Fue así como leyendo y releyendo, se me fueron cincelando en mi vida los actos heroicos de aquellos hombres desarrapados que lo dejaron todo por el amor supremo del ideal de la patria y la libertad. Hombres que desafiaron el hambre y la desnudez, que cambiaron el tibio sol llanero por las gélidas cumbres andinas donde rindieron sus vidas, ya a manos de las inclemencias del hambre y del frío, ya en las armas de los españoles altaneros que mecían sus banderas y nos obligaban a doblar la cerviz. Pero el cometido se cumplió en la historia y, así como dije antes, se grabó en mi vida.