Deuterocanónicos. 23 En verdad, Dios creó al hombre para que no muriera, y lo hizo a imagen de su propio ser; 3 Le dio autoridad semejante a la suya, ¡lo hizo a su propia imagen! 44 así perece a hombre también, que se forma con tus manos y se llama tu imagen, porque eres como a él (...)
Es importante entender que Dios no nos “creó” en el sentido de hacer que existiéramos a partir de la nada. Una parte básica de nosotros existió aun antes de nuestro nacimiento como espíritus: “También el hombre fue en el principio con Dios. La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser” (D. y C. 93:29). Puesto que sabemos eso, también sabemos que la motivación de nuestro Padre Celestial al crearnos no fue al azar ni arbitraria, sino que tuvo un propósito profundo. El profeta José Smith enseñó: “Dios, hallándose en medio de espíritus y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 221; véase también Moisés 1:39). Debido a que nuestro Padre Celestial quería que tuviésemos la oportunidad de progresar y llegar a ser como Él, creó nuestros espíritus y proporcionó un Plan de Salvación y felicidad que necesariamente incluye esta experiencia terrenal. De modo que, tal vez la respuesta mejor y más simple a esta pregunta también sea la respuesta al porqué Dios hace prácticamente todo lo que hace: porque nos ama.
Respuesta:
Deuterocanónicos. 23 En verdad, Dios creó al hombre para que no muriera, y lo hizo a imagen de su propio ser; 3 Le dio autoridad semejante a la suya, ¡lo hizo a su propia imagen! 44 así perece a hombre también, que se forma con tus manos y se llama tu imagen, porque eres como a él (...)
Explicación:
Espero haberte ayudado
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Es importante entender que Dios no nos “creó” en el sentido de hacer que existiéramos a partir de la nada. Una parte básica de nosotros existió aun antes de nuestro nacimiento como espíritus: “También el hombre fue en el principio con Dios. La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser” (D. y C. 93:29). Puesto que sabemos eso, también sabemos que la motivación de nuestro Padre Celestial al crearnos no fue al azar ni arbitraria, sino que tuvo un propósito profundo. El profeta José Smith enseñó: “Dios, hallándose en medio de espíritus y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 221; véase también Moisés 1:39). Debido a que nuestro Padre Celestial quería que tuviésemos la oportunidad de progresar y llegar a ser como Él, creó nuestros espíritus y proporcionó un Plan de Salvación y felicidad que necesariamente incluye esta experiencia terrenal. De modo que, tal vez la respuesta mejor y más simple a esta pregunta también sea la respuesta al porqué Dios hace prácticamente todo lo que hace: porque nos ama.