Para muchos, la enorme cantidad de relaciones que puede establecerse vía internet y la fugacidad y transitoriedad como características de la gran mayoría de ellas, habilita un espacio relacional de bajo grado de compromiso y poca profundidad. Sin embargo, hay evidencias de que esto no se aplica en todos los casos. Hemos visto que las personas desarrollan amistades duraderas en el ciberespacio y, como dijimos anteriormente, en ocasiones las viven como más profundas e interesantes que las de sus vidas “reales”. Por otro lado, hay que señalar que, en muchos casos, se prolongan y combinan con su vida “real”. Como sostiene Sherry Turkle, cada vez más se observa que existe un continuo entre el mundo virtual y el real. Por tanto, estamos frente a un nuevo modo de relación, que permite la continuidad de espacios, tanto como su discontinuidad. En la red hay velocidad y cambio, pero también permanencia y sistematicidad.
Por otra parte, la posibilidad de contactar a individuos y generar emociones no es ajena a la cuestión de la sexualidad. En este aspecto, el ciberespacio facilita a muchos el avanzar hacia el “primer paso”, tanto como encontrar personas con orientación sexual similar. Además, sin dudas Internet impacta en la sociabilidad de la sexualidad actual al permitir el acceso a información que antes estaba en pocas manos y vedada a muchos. Finalmente, en nuestro trabajo no hemos podido relevar en profundidad la cuestión del llamado cibersexo, en la medida en que resulta un tema cuyo abordaje requiere instrumentos específicos en virtud de su complejidad, dado su carácter sensible. Sin embargo, es evidente que el sexo está muy presente en la red, tanto en términos estrictos, referido a los websites y ambientes virtuales generados con tal propósito, como en sentido amplio, en todas las interacciones implicadas. Los chats genéricos son ejemplo de ello, con permanentes interpelaciones de tono sexual. En cuanto a las comunidades virtuales generadas a partir de grupos de interés o afinidad, es habitual el desarrollo de relaciones de mayor intensidad afectiva entre algunos de sus miembros, lo cual puede inferirse, tanto por el grado de interactividad sostenido, como por los comentarios mutuamente elogiosos girados al grupo. En este punto, el despliegue de conocimiento e información y, el lenguaje utilizado, están considerados, por los propios cibernautas, como los elementos que concitan su admiración inicial y por los que resultan eventualmente seducidos, despertándoles su interés por tal o cual persona. En este sentido, estas comunidades, tanto como otros espacios sociales, permiten el establecimiento de nuevas relaciones que pueden devenir en vínculos amorosos. Llegados aquí, compartimos las conclusiones de Susana Finquelievich en el sentido de que las experiencias recogidas nos señalan que una vez establecida una relación con cierta intensidad, la misma no permanece eternamente online, en la mayoría de los casos, y en tanto las distancias en juego no lo impidan. En este caso, los encuentros cara a cara (o F2F, face to face), se convierten en momentos clave en los cuales se define la continuidad o no de la relación.
Por otra parte, el auge de foros de encuentro con la finalidad de propiciar relacionamientos, y el desarrollo exponencial de servicios afines, sean estos pagos o gratuitos, ha originado nuevos mercados en Internet15. Es evidente, la presencia de un fuerte estímulo al despliegue imaginativo, si bien presente en toda fantasía sexual, en la medida en que ambientes virtuales proclives a la simulación, poco y nada la limitan. En este campo, los involucrados pueden ir desde la enunciación de caricias y besos virtuales hasta la consumación virtual del acto sexual cuyo objeto no es otro que la obtención de satisfacción física.
La autonomía de los padres, el sentimiento de libertad y el surgimiento de nuevas posibilidades expresivas
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y articuladas
Para muchos, la enorme cantidad de relaciones que puede establecerse vía internet y la fugacidad y transitoriedad como características de la gran mayoría de ellas, habilita un espacio relacional de bajo grado de compromiso y poca profundidad. Sin embargo, hay evidencias de que esto no se aplica en todos los casos. Hemos visto que las personas desarrollan amistades duraderas en el ciberespacio y, como dijimos anteriormente, en ocasiones las viven como más profundas e interesantes que las de sus vidas “reales”. Por otro lado, hay que señalar que, en muchos casos, se prolongan y combinan con su vida “real”. Como sostiene Sherry Turkle, cada vez más se observa que existe un continuo entre el mundo virtual y el real. Por tanto, estamos frente a un nuevo modo de relación, que permite la continuidad de espacios, tanto como su discontinuidad. En la red hay velocidad y cambio, pero también permanencia y sistematicidad.
Por otra parte, la posibilidad de contactar a individuos y generar emociones no es ajena a la cuestión de la sexualidad. En este aspecto, el ciberespacio facilita a muchos el avanzar hacia el “primer paso”, tanto como encontrar personas con orientación sexual similar. Además, sin dudas Internet impacta en la sociabilidad de la sexualidad actual al permitir el acceso a información que antes estaba en pocas manos y vedada a muchos. Finalmente, en nuestro trabajo no hemos podido relevar en profundidad la cuestión del llamado cibersexo, en la medida en que resulta un tema cuyo abordaje requiere instrumentos específicos en virtud de su complejidad, dado su carácter sensible. Sin embargo, es evidente que el sexo está muy presente en la red, tanto en términos estrictos, referido a los websites y ambientes virtuales generados con tal propósito, como en sentido amplio, en todas las interacciones implicadas. Los chats genéricos son ejemplo de ello, con permanentes interpelaciones de tono sexual. En cuanto a las comunidades virtuales generadas a partir de grupos de interés o afinidad, es habitual el desarrollo de relaciones de mayor intensidad afectiva entre algunos de sus miembros, lo cual puede inferirse, tanto por el grado de interactividad sostenido, como por los comentarios mutuamente elogiosos girados al grupo. En este punto, el despliegue de conocimiento e información y, el lenguaje utilizado, están considerados, por los propios cibernautas, como los elementos que concitan su admiración inicial y por los que resultan eventualmente seducidos, despertándoles su interés por tal o cual persona. En este sentido, estas comunidades, tanto como otros espacios sociales, permiten el establecimiento de nuevas relaciones que pueden devenir en vínculos amorosos. Llegados aquí, compartimos las conclusiones de Susana Finquelievich en el sentido de que las experiencias recogidas nos señalan que una vez establecida una relación con cierta intensidad, la misma no permanece eternamente online, en la mayoría de los casos, y en tanto las distancias en juego no lo impidan. En este caso, los encuentros cara a cara (o F2F, face to face), se convierten en momentos clave en los cuales se define la continuidad o no de la relación.
Por otra parte, el auge de foros de encuentro con la finalidad de propiciar relacionamientos, y el desarrollo exponencial de servicios afines, sean estos pagos o gratuitos, ha originado nuevos mercados en Internet15. Es evidente, la presencia de un fuerte estímulo al despliegue imaginativo, si bien presente en toda fantasía sexual, en la medida en que ambientes virtuales proclives a la simulación, poco y nada la limitan. En este campo, los involucrados pueden ir desde la enunciación de caricias y besos virtuales hasta la consumación virtual del acto sexual cuyo objeto no es otro que la obtención de satisfacción física.
La autonomía de los padres, el sentimiento de libertad y el surgimiento de nuevas posibilidades expresivas