xvilvao01
Sempronio y Celestina, que están subiendo las escaleras, oyen algunas de las advertencias que Pármeno hace contra la vieja alcahueta, que aun así le asegura a Sempronio que lograra que Pármeno se una a ellos para aprovecharse del negocio de los amores de Calisto. Pármeno, por fin, abre la puerta a Celestina. Celestina, sirviéndose de sus conocimientos de hechicera, prepara un aceite con el impregna el hilo que pretende vender a Melibea. Antes de salir, conjura a Plutón, dios romano de los infiernos, para que le ayude a tener éxito en el peligroso negocio que va a emprender. Celestina va andando por la calle y hablando consigo misma. Celestina va alargando la conversación con palabras imprecisas que acaban con la paciencia de Melibea. Por fin, le declara el verdadero motivo de su visita. Calisto, desesperado por el rechazo de Melibea, llega a su casa, donde mantiene una larga conversación con su criado Sempronio. Calisto, totalmente exaltado, llega a considerar a Melibea como su único Dios y se declara, antes que cristiano, melibeo. Sempronio le advierte contra las maldades de las mujeres. Celestina va añadiendo argumentos para que Pármeno se ponga de su parte. Para terminar de destruir su integridad moral, saca a relucir en la conversación el nombre de Areúsa, una prostituta de la que Pármeno está enamorado. Ante la promesa de entregársela, la fidelidad de Pármeno a su amo empieza a resquebrajarse. Pero todavía duda Celestina cuenta a Calisto la entrevista con Melibea. Calisto está en vilo, pendiente de sus palabras, preguntando por todos los detalles. La vieja alcahueta le trae una sorpresa... Celestina, con muchos rodeos, le aconseja como remedio de su mal que se entregue a Pármeno. Areúsa alega que tiene un amigo ausente a quien debe fidelidad. Celestina le aconseja que imite a la forma de vivir de su prima Elicia. CELESTINA.- Desde que me fui haciendo vieja no tengo otro oficio en la mesa que servir el vino. Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina. Cuando llegan allí, son recibidos con gran alegría por la vieja y se encuentran con Elicia y Areúsa. Mientras comen, riñe Elicia con Sempronio. Elicia riñe con Sempronio y se levanta de la mesa. Entra Lucrecia, criada de Melibea. Conversa con Celestina, que le cuenta la vida que lleva en sus tiempos de prosperidad. Lucrecia le comunica que Melibea desea verla. Mientras Celestina y Lucrecia van de camino a casa de Melibea, conversan. Entra Lucrecia primero. Hace entrar a Celestina. Melibea, después de muchos razonamientos, descubre a Celestina que arde en amor por Calisto. Calisto y Melibea conversan en la calle, mientras les pueden ver juntos. Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina a reclamarle su parte del negocio. Calisto acompañado de sus criados, regresa a ver a Melibea. Tanta pena le dan a Melibea las palabras que oye de su padre que, sin que lo sepan, envían a Lucrecia para que dejen de hablar de ello. Elicia y Areúsa llegan a casa de Centurio. Con la fingida mediación de Elicia, Centurio vuelve a estar en paz con Areúsa. Tristán y Sosia cumplen lo que le prometieron a Elicia y Areúsa. Calisto muere. Melibea se despide de sus padres y de Lucrecia, para finalmente dejarse caer desde la torre. Cuando Pleberio vuelve a su habitación con grandísimo llanto, le pregunta Alisa, su mujer, la causa de tan repentino mal. Le cuenta la muerte de su hija Melibea, mostrándole el cuerpo de ella hecho pedazos.
Celestina, sirviéndose de sus conocimientos de hechicera, prepara un aceite con el impregna el hilo que pretende vender a Melibea. Antes de salir, conjura a Plutón, dios romano de los infiernos, para que le ayude a tener éxito en el peligroso negocio que va a emprender.
Celestina va andando por la calle y hablando consigo misma.
Celestina va alargando la conversación con palabras imprecisas que acaban con la paciencia de Melibea. Por fin, le declara el verdadero motivo de su visita.
Calisto, desesperado por el rechazo de Melibea, llega a su casa, donde mantiene una larga conversación con su criado Sempronio. Calisto, totalmente exaltado, llega a considerar a Melibea como su único Dios y se declara, antes que cristiano, melibeo. Sempronio le advierte contra las maldades de las mujeres.
Celestina va añadiendo argumentos para que Pármeno se ponga de su parte. Para terminar de destruir su integridad moral, saca a relucir en la conversación el nombre de Areúsa, una prostituta de la que Pármeno está enamorado. Ante la promesa de entregársela, la fidelidad de Pármeno a su amo empieza a resquebrajarse. Pero todavía duda
Celestina cuenta a Calisto la entrevista con Melibea. Calisto está en vilo, pendiente de sus palabras, preguntando por todos los detalles. La vieja alcahueta le trae una sorpresa...
Celestina, con muchos rodeos, le aconseja como remedio de su mal que se entregue a Pármeno. Areúsa alega que tiene un amigo ausente a quien debe fidelidad. Celestina le aconseja que imite a la forma de vivir de su prima Elicia.
CELESTINA.- Desde que me fui haciendo vieja no tengo otro oficio en la mesa que servir el vino.
Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina. Cuando llegan allí, son recibidos con gran alegría por la vieja y se encuentran con Elicia y Areúsa. Mientras comen, riñe Elicia con Sempronio.
Elicia riñe con Sempronio y se levanta de la mesa.
Entra Lucrecia, criada de Melibea. Conversa con Celestina, que le cuenta la vida que lleva en sus tiempos de prosperidad. Lucrecia le comunica que Melibea desea verla.
Mientras Celestina y Lucrecia
van de camino a casa de Melibea, conversan.
Entra Lucrecia primero. Hace entrar a Celestina. Melibea, después de muchos razonamientos, descubre a Celestina que arde en amor por Calisto.
Calisto y Melibea conversan en la calle, mientras les pueden ver juntos.
Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina a reclamarle su parte del negocio.
Calisto acompañado de sus criados, regresa a ver a Melibea.
Tanta pena le dan a Melibea las palabras que oye de su padre que, sin que lo sepan, envían a Lucrecia para que dejen de hablar de ello.
Elicia y Areúsa llegan a casa de Centurio. Con la fingida mediación de Elicia, Centurio vuelve a estar en paz con Areúsa.
Tristán y Sosia cumplen lo que le prometieron a Elicia y Areúsa. Calisto muere.
Melibea se despide de sus padres y de Lucrecia, para finalmente dejarse caer desde la torre.
Cuando Pleberio vuelve a su habitación con grandísimo llanto, le pregunta Alisa, su mujer, la causa de tan repentino mal. Le cuenta la muerte de su hija Melibea, mostrándole el cuerpo de ella hecho pedazos.