El cuento narra la historia de una abeja que salía a pasear y a comer en las flores y árboles, pero no trabajaba porque era muy haragana. En vez de convertir el polen en miel, se lo tomaba todo. Mientras las otras abejas salían a trabajar, ella salía por la mañana y regresaba al atardecer a la colmena. Las abejas guardia de la colmena muy enojados por su holgazanería le advirtieron varias veces que no la iban a dejar entrar más hasta que trabajara, pero la abeja haragana ponía excusas y no cumplía con su palabra. Y así sucedió un día, tras una tormenta muy fuerte. La abeja rogó para ingresar a la colmena, pero su acceso fue denegado, por ello tuvo que refugiarse en caverna en un árbol. En aquél lugar vivía una víbora que comía abejas. La culebra le propone hacer una prueba rara. Si la culebra ganaba se comería a la abeja, de lo contrario, la dejaría quedase en su cueva para pasar la noche. La serpiente trajo consigo una cápsula de semillas de eucalipto y con su cola la desenvolvió a toda velocidad tanto así que el trompito quedó bailando. Era el turno que la abeja hiciera moverse al trompito. La abeja que era muy inteligente, le dice a la culebra que no podrá hacer eso, pero que tiene un truco sorprendente: desaparecer. La víbora acepta el reto. La abeja logra esconderse en una plantita sensitiva que logran cerrarse al menor tacto y es así como gana la prueba y la culebra le perdona la vida. Al siguiente día, cuando salió el sol, la abeja volvió a la colmena, los guardianes al verla la dejaron pasar sin decir nada, porque sabían que la abeja había aprendido su lección después de una noche fría y con miedo. La abeja haragana comenzó a trabajar recogiendo polen como ninguna otra abeja y días antes de su muerte les dijo a las abejas más pequeñas, que sin importar nada tenían que trabajar.
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Resumen
El cuento narra la historia de una abeja que salía a pasear y a comer en las flores y árboles, pero no trabajaba porque era muy haragana. En vez de convertir el polen en miel, se lo tomaba todo. Mientras las otras abejas salían a trabajar, ella salía por la mañana y regresaba al atardecer a la colmena. Las abejas guardia de la colmena muy enojados por su holgazanería le advirtieron varias veces que no la iban a dejar entrar más hasta que trabajara, pero la abeja haragana ponía excusas y no cumplía con su palabra. Y así sucedió un día, tras una tormenta muy fuerte. La abeja rogó para ingresar a la colmena, pero su acceso fue denegado, por ello tuvo que refugiarse en caverna en un árbol. En aquél lugar vivía una víbora que comía abejas. La culebra le propone hacer una prueba rara. Si la culebra ganaba se comería a la abeja, de lo contrario, la dejaría quedase en su cueva para pasar la noche. La serpiente trajo consigo una cápsula de semillas de eucalipto y con su cola la desenvolvió a toda velocidad tanto así que el trompito quedó bailando. Era el turno que la abeja hiciera moverse al trompito. La abeja que era muy inteligente, le dice a la culebra que no podrá hacer eso, pero que tiene un truco sorprendente: desaparecer. La víbora acepta el reto. La abeja logra esconderse en una plantita sensitiva que logran cerrarse al menor tacto y es así como gana la prueba y la culebra le perdona la vida. Al siguiente día, cuando salió el sol, la abeja volvió a la colmena, los guardianes al verla la dejaron pasar sin decir nada, porque sabían que la abeja había aprendido su lección después de una noche fría y con miedo. La abeja haragana comenzó a trabajar recogiendo polen como ninguna otra abeja y días antes de su muerte les dijo a las abejas más pequeñas, que sin importar nada tenían que trabajar.