José Manuel de los Reyes González de Prada y Álvarez de Ulloa, conocido como Manuel González Prada (Lima, 5 de enero de 1844-Lima, 22 de julio de 1918), fue un ensayista, pensador, anarquista y poeta peruano. Fue una de las figuras más influyentes en las letras y la política del Perú de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Pensadores y políticos como Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui lo tuvieron como maestro ideológico. También literatos como Abraham Valdelomar y César Vallejo reconocieron haber sido influenciados por su obra poética.
Proveniente de una familia de raigambre colonial, de niño viajó a Chile al ser desterrado su padre. Estudió en Valparaíso y de retorno en Lima, cursó estudios en el Seminario de Santo Toribio, para pasar luego al Convictorio de San Carlos, donde estudió Derecho, pero no lo concluyó. Se dedicó al periodismo y a la explotación agrícola en la hacienda de su familia. Durante la guerra contra Chile, participó en la defensa de Lima y peleó en la batalla de Miraflores. Al producirse la ocupación de Lima por las tropas chilenas, se recluyó en su casa en señal de protesta (1881-1883). Tras la partida de los invasores, reinició su labor periodística y desató su ira contra los vicios nacionales que, a su juicio, habían causado el desastre bélico, utilizando un verbo muy elocuente e incisivo. En 1885 tomó la dirección del Club Literario, que luego se convirtió en la Unión Nacional, entidad política de principios radicales. Algunos de sus discursos tuvieron gran resonancia, como el leído en el teatro Politeama en 1888. A finales de 1891 viajó a Europa, donde permaneció alrededor de siete años. A su regreso al Perú, persuadido de las ideas anarquistas, reinició sus críticas contra la corrupción política, identificándose con la clase obrera y con los indígenas. En 1912 se le confió la dirección de la Biblioteca Nacional en reemplazo de Ricardo Palma. Ejerció dicha función de 1912 a 1914 y de 1915 a 1918, y en el ejercicio del mismo falleció a causa de un mal cardíaco.
Casado con Adriana de Verneuil (francesa de nacimiento), tuvo tres hijos, de los cuales solo sobrevivió el menor, Alfredo González Prada, diplomático y escritor que reunió celosamente las obras póstumas de su padre, labor que continuó Luis Alberto Sánchez.
En el plano literario se considera a Manuel González Prada el más alto exponente del realismo peruano. Como poeta, hizo innovaciones que le han ganado el título de «Precursor del Modernismo americano». Sus poemarios más renombrados son Minúsculas y Exóticas. Como prosista es considerado uno de los mejores de Latinoamérica, destacando por sus demoledoras críticas sociales y políticas, condensadas en Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908), ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos. En particular, todavía se recuerdan sus furibundas críticas a los políticos que consideraba responsables de la derrota del Perú en la Guerra del Pacífico, la mayor catástrofe bélica de la historia republicana peruana; en ese sentido fue el principal impulsor de la leyenda negra de Nicolás de Piérola, leyenda que todavía es difundida con ahínco por los maestros peruanos. Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento y se manifestó en favor de una educación laica.
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José Manuel de los Reyes González de Prada y Álvarez de Ulloa, conocido como Manuel González Prada (Lima, 5 de enero de 1844-Lima, 22 de julio de 1918), fue un ensayista, pensador, anarquista y poeta peruano. Fue una de las figuras más influyentes en las letras y la política del Perú de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Pensadores y políticos como Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui lo tuvieron como maestro ideológico. También literatos como Abraham Valdelomar y César Vallejo reconocieron haber sido influenciados por su obra poética.
Proveniente de una familia de raigambre colonial, de niño viajó a Chile al ser desterrado su padre. Estudió en Valparaíso y de retorno en Lima, cursó estudios en el Seminario de Santo Toribio, para pasar luego al Convictorio de San Carlos, donde estudió Derecho, pero no lo concluyó. Se dedicó al periodismo y a la explotación agrícola en la hacienda de su familia. Durante la guerra contra Chile, participó en la defensa de Lima y peleó en la batalla de Miraflores. Al producirse la ocupación de Lima por las tropas chilenas, se recluyó en su casa en señal de protesta (1881-1883). Tras la partida de los invasores, reinició su labor periodística y desató su ira contra los vicios nacionales que, a su juicio, habían causado el desastre bélico, utilizando un verbo muy elocuente e incisivo. En 1885 tomó la dirección del Club Literario, que luego se convirtió en la Unión Nacional, entidad política de principios radicales. Algunos de sus discursos tuvieron gran resonancia, como el leído en el teatro Politeama en 1888. A finales de 1891 viajó a Europa, donde permaneció alrededor de siete años. A su regreso al Perú, persuadido de las ideas anarquistas, reinició sus críticas contra la corrupción política, identificándose con la clase obrera y con los indígenas. En 1912 se le confió la dirección de la Biblioteca Nacional en reemplazo de Ricardo Palma. Ejerció dicha función de 1912 a 1914 y de 1915 a 1918, y en el ejercicio del mismo falleció a causa de un mal cardíaco.
Casado con Adriana de Verneuil (francesa de nacimiento), tuvo tres hijos, de los cuales solo sobrevivió el menor, Alfredo González Prada, diplomático y escritor que reunió celosamente las obras póstumas de su padre, labor que continuó Luis Alberto Sánchez.
En el plano literario se considera a Manuel González Prada el más alto exponente del realismo peruano. Como poeta, hizo innovaciones que le han ganado el título de «Precursor del Modernismo americano». Sus poemarios más renombrados son Minúsculas y Exóticas. Como prosista es considerado uno de los mejores de Latinoamérica, destacando por sus demoledoras críticas sociales y políticas, condensadas en Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908), ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos. En particular, todavía se recuerdan sus furibundas críticas a los políticos que consideraba responsables de la derrota del Perú en la Guerra del Pacífico, la mayor catástrofe bélica de la historia republicana peruana; en ese sentido fue el principal impulsor de la leyenda negra de Nicolás de Piérola, leyenda que todavía es difundida con ahínco por los maestros peruanos. Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento y se manifestó en favor de una educación laica.
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