Tras la renuncia del presidente López Pumarejo en 1945, y bajo la presidencia transitoria y glacial de Alberto Lleras Camargo, se celebraron las últimas elecciones pacíficas. Dividido el Partido Liberal entre las candidaturas de Gabriel Turbay (“el turco Turbay” para sus adversarios) y Jorge Eliécer Gaitán (para los suyos, “el negro Gaitán”), las ganó el conservador Mariano Ospina Pérez: “la oligarquía de carne y hueso”, lo ha llamado un historiador. Un plutócrata antioqueño, empresario, constructor y dirigente cafetero, sobrino y nieto de dos presidentes de la república, y en apariencia hombre pacífico y moderado. Así lo mostró nombrando un gabinete bipartidista “de Unión Nacional” y promulgando un programa de tinte económico: “convertir al país en una gran empresa”. Uno de sus ministros lo describió festivamente como destinado a instaurar “el ideal de la vida cara”.
Pero ocurrió lo contrario: pronto la vida empezó a no valer nada, por cuenta de la violencia oficial desatada en los pueblos por los alcaldes conservadores. Los primeros brotes se dieron en los Santanderes, cuna habitual de nuestras guerras civiles. Gaitán, para entonces jefe único del liberalismo, decretó su retiro del gobierno de Unidad Nacional, al tiempo que las elecciones parlamentarias confirmaban las mayorías liberales (aunque por dentro el partido seguía roto). Ante lo cual, bajo un conservatismo nuevamente hegemónico, pero que se sabía minoritario, la violencia no hizo sino crecer: era la receta para mantener el poder, esta vez otra vez, si era posible, de nuevo para siempre.
Verified answer
Respuesta:
Tras la renuncia del presidente López Pumarejo en 1945, y bajo la presidencia transitoria y glacial de Alberto Lleras Camargo, se celebraron las últimas elecciones pacíficas. Dividido el Partido Liberal entre las candidaturas de Gabriel Turbay (“el turco Turbay” para sus adversarios) y Jorge Eliécer Gaitán (para los suyos, “el negro Gaitán”), las ganó el conservador Mariano Ospina Pérez: “la oligarquía de carne y hueso”, lo ha llamado un historiador. Un plutócrata antioqueño, empresario, constructor y dirigente cafetero, sobrino y nieto de dos presidentes de la república, y en apariencia hombre pacífico y moderado. Así lo mostró nombrando un gabinete bipartidista “de Unión Nacional” y promulgando un programa de tinte económico: “convertir al país en una gran empresa”. Uno de sus ministros lo describió festivamente como destinado a instaurar “el ideal de la vida cara”.
Pero ocurrió lo contrario: pronto la vida empezó a no valer nada, por cuenta de la violencia oficial desatada en los pueblos por los alcaldes conservadores. Los primeros brotes se dieron en los Santanderes, cuna habitual de nuestras guerras civiles. Gaitán, para entonces jefe único del liberalismo, decretó su retiro del gobierno de Unidad Nacional, al tiempo que las elecciones parlamentarias confirmaban las mayorías liberales (aunque por dentro el partido seguía roto). Ante lo cual, bajo un conservatismo nuevamente hegemónico, pero que se sabía minoritario, la violencia no hizo sino crecer: era la receta para mantener el poder, esta vez otra vez, si era posible, de nuevo para siempre.
Explicación: