Los seres humanos vivimos constantemente acompañados por microorganismos, virus y bacterias, que están en los alimentos que ingerimos, en el polvo del suelo y hasta en los objetos que utilizamos inocentemente a diario: nuestra ropa, nuestro peine, nuestro cepillo de dientes…
La diferencia inicial entre estos dos tipos de microbios es que en el reino de las bacterias algunas forman parte de nosotros, (la microbiota intestinal) y otras nos causan enfermedades, pero en el reino de los virus los visitantes solo vienen a dar problemas.
El sistema inmunológico, no consiste en un solo órgano que realice todas las funciones de modo unitario y personal; más bien es una inteligencia distribuida por toda la geografía de nuestro cuerpo, entre los órganos, tejidos y células, con funciones ampliamente repartidas, y que actúa con la eficacia de un equipo de natación sincronizada. Su función es reconocer a los visitantes ocasionales y decidir si son amigos o enemigos.
A nivel inmunitario disponemos de tres barreras de defensa, primaria, secundaria y terciaria, que permiten a los animales y a los seres humanos detectar las sustancias extrañas, neutralizarlas y eliminarlas antes de que dañen alguna parte del organismo.
Barrera Primaria: la piel, las mucosas, la saliva y las lágrimas.

Cuando la piel esta íntegra y saludable, es probable que los virus no puedan penetrar. En el caso de las mucosas, actúan como una sola, existe un sistema común de mucosas, es decir, todas ellas se comunican, por eso si una de ellas no está sana, es probable que el resto tampoco lo esté.
Es por esto que cuando tenemos problemas en la piel nos aconsejan que cuidemos el intestino, puede parecer un sin sentido, pero arreglar la primera mejora la segunda.
Barrera Secundaria o inmunidad innata
La segunda muralla son los glóbulos blancos en sus diversas formas, como macrófagos, basófilos, neutrófilos, eosinófilos y monocitos. Cuando las barreras primarias no consiguen actuar correctamente, se ponen en funcionamiento las barreras secundarias.
La primera medida de control de las invasiones de microorganismos es la fagocitosis. Este proceso lo llevan a cabo los glóbulos blancos, sus leucocitos nos defienden de virus, bacterias, parásitos o sustancias extrañas, y eliminan (e incluso reciclan) los tejidos muertos. Pero para cumplir su misión necesitan células especializadas como los macrófagos y neutrófilos.
Barrera Terciaria o inmunidad adquirida
Cuando tenemos una infección, aumenta la cantidad de microorganismos en el organismo. La aparición de estos microbios, junto con sustancias liberadas durante la fagocitosis, ponen en marcha la defensa de nivel terciario. En la tercera barrera encontramos linfocitos B y linfocitos T.
Los linfocitos se fabrican en la médula ósea y maduran allí hasta convertirse en linfocitos B, o bien se desplazan jóvenes hasta la glándula del timo donde permanecen hasta que migran de nuevo a la medula ya como linfocitos T maduros. Los linfocitos B vienen a ser el sistema de inteligencia militar del cuerpo: detectan la presencia de un invasor (antígeno) lo inmovilizan y elaboran anticuerpos específicos para él, que luego formarán parte de la memoria inmunológica del cuerpo. Los linfocitos T, en cambio, actúan directamente sobre el agente patógeno: como si fueran soldados bien entrenados, destruyen inmediatamente a los invasores que ha detectado el sistema de inteligencia.
Cuando los antígenos y anticuerpos se unen, se logra que los microorganismos invasores pierdan su toxicidad para el cuerpo.
Pérdida de la eficiencia inmunitaria
La Pérdida de la eficiencia inmunitaria ocurre cuando algún componente de este organizado sistema inmunitario es poco eficiente. Las personas inmunodeficientes tienen reducida esta capacidad de producir anticuerpos y eso provoca que virus y bacterias encuentren un sistema defensivo debilitado y puedan penetrar con facilidad saltando todas las barreras.
Respuesta:
Los seres humanos vivimos constantemente acompañados por microorganismos, virus y bacterias, que están en los alimentos que ingerimos, en el polvo del suelo y hasta en los objetos que utilizamos inocentemente a diario: nuestra ropa, nuestro peine, nuestro cepillo de dientes…
La diferencia inicial entre estos dos tipos de microbios es que en el reino de las bacterias algunas forman parte de nosotros, (la microbiota intestinal) y otras nos causan enfermedades, pero en el reino de los virus los visitantes solo vienen a dar problemas.
El sistema inmunológico, no consiste en un solo órgano que realice todas las funciones de modo unitario y personal; más bien es una inteligencia distribuida por toda la geografía de nuestro cuerpo, entre los órganos, tejidos y células, con funciones ampliamente repartidas, y que actúa con la eficacia de un equipo de natación sincronizada. Su función es reconocer a los visitantes ocasionales y decidir si son amigos o enemigos.
A nivel inmunitario disponemos de tres barreras de defensa, primaria, secundaria y terciaria, que permiten a los animales y a los seres humanos detectar las sustancias extrañas, neutralizarlas y eliminarlas antes de que dañen alguna parte del organismo.
Barrera Primaria: la piel, las mucosas, la saliva y las lágrimas.

Cuando la piel esta íntegra y saludable, es probable que los virus no puedan penetrar. En el caso de las mucosas, actúan como una sola, existe un sistema común de mucosas, es decir, todas ellas se comunican, por eso si una de ellas no está sana, es probable que el resto tampoco lo esté.
Es por esto que cuando tenemos problemas en la piel nos aconsejan que cuidemos el intestino, puede parecer un sin sentido, pero arreglar la primera mejora la segunda.
Barrera Secundaria o inmunidad innata
La segunda muralla son los glóbulos blancos en sus diversas formas, como macrófagos, basófilos, neutrófilos, eosinófilos y monocitos. Cuando las barreras primarias no consiguen actuar correctamente, se ponen en funcionamiento las barreras secundarias.
La primera medida de control de las invasiones de microorganismos es la fagocitosis. Este proceso lo llevan a cabo los glóbulos blancos, sus leucocitos nos defienden de virus, bacterias, parásitos o sustancias extrañas, y eliminan (e incluso reciclan) los tejidos muertos. Pero para cumplir su misión necesitan células especializadas como los macrófagos y neutrófilos.
Barrera Terciaria o inmunidad adquirida
Cuando tenemos una infección, aumenta la cantidad de microorganismos en el organismo. La aparición de estos microbios, junto con sustancias liberadas durante la fagocitosis, ponen en marcha la defensa de nivel terciario. En la tercera barrera encontramos linfocitos B y linfocitos T.
Los linfocitos se fabrican en la médula ósea y maduran allí hasta convertirse en linfocitos B, o bien se desplazan jóvenes hasta la glándula del timo donde permanecen hasta que migran de nuevo a la medula ya como linfocitos T maduros. Los linfocitos B vienen a ser el sistema de inteligencia militar del cuerpo: detectan la presencia de un invasor (antígeno) lo inmovilizan y elaboran anticuerpos específicos para él, que luego formarán parte de la memoria inmunológica del cuerpo. Los linfocitos T, en cambio, actúan directamente sobre el agente patógeno: como si fueran soldados bien entrenados, destruyen inmediatamente a los invasores que ha detectado el sistema de inteligencia.
Cuando los antígenos y anticuerpos se unen, se logra que los microorganismos invasores pierdan su toxicidad para el cuerpo.
Pérdida de la eficiencia inmunitaria
La Pérdida de la eficiencia inmunitaria ocurre cuando algún componente de este organizado sistema inmunitario es poco eficiente. Las personas inmunodeficientes tienen reducida esta capacidad de producir anticuerpos y eso provoca que virus y bacterias encuentren un sistema defensivo debilitado y puedan penetrar con facilidad saltando todas las barreras.