Cuenta la leyenda que Doña Carmen era la hija única de un padre avaro e intransigente.
Buscaba como muchos padres de aquella época, un exitoso comerciante para ceder la mano de su hija. Por ello la cuidaba celosamente en su casa evitando que conociera a los hombres comunes y corrientes que existían en el pueblo minero.
Tan solo pensar que su hermosa hija se enamorara de un pobre pueblerino, le llenaba de ansiedad. Pero como suele suceder, el amor derriba todas las barreras por más fuertes que éstas sean.
Doña Carmen conoce a Don Luis, un humilde minero con el que se veía en un templo cercano a su hogar, a escondidas de su padre.
Un día que el joven minero cortejaba a la hermosa doncella ofreciéndole agua bendita de sus manos, fue descubierta.
Su padre la encerró en casa y la amenazó de casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada fortuna.
La bella y sumisa doncella, triste, vivió su encierro al lado de su muy querida dama de compañía, Doña Brígida.
Ambas lloraban todos los días su pena desde el balcón de su recámara, y Doña Brígida no hacía más que prometerle que no dejaría que la llevaran a España en contra su voluntad.
El joven enamorado no supo en un principio qué hacer ya que no le era permitido hablar con su amada, pero al pasar cerca de su casa, notó que la ventana de la recámara daba exactamente a la ventana de la casa vecina, y estaban a escasos centímetros de distancia.
Se abría la posibilidad de poder estar en contacto con su amante si compraba aquella casa vecina.
Sugirió al dueño de aquella casa, un precio para comprarla, pero recibió constantes negativas hasta fijarlo en un costo tan alto que tuvo que dar todo su patrimonio de años a cambio.
El precio valió la pena cuando al asomarse por la ventana y extender su mano pudo tocar con sus nudillos la ventana del cuarto de su amada.
La sorpresa de Doña Carmen, fue mayúscula cuando, asomada a su balcón, encontró a tan corta distancia al hombre de sus sueños.
No hicieron más que jurarse amor eterno y planear como se verían todas las noches a través de esos balcones tan cercanos.
Cuando más abstraídos se encontraban los amantes, arropados en un cálido beso, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas.
Era el padre de Doña Carmen reprendiendo a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la habitación de su señora.
El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen y al ver como su hija se besaba con ese miserable minero, con una daga en la mano y de un solo golpe, la clavó en el pecho de su hija lleno de rabia y coraje.
Don Luis enmudeció de espanto…la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría y sin movimiento.
Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida… El joven no pudo soportar vivir sin su amada Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana.
Cuenta la leyenda que Doña Carmen era la hija única de un padre avaro e intransigente.
Buscaba como muchos padres de aquella época, un exitoso comerciante para ceder la mano de su hija. Por ello la cuidaba celosamente en su casa evitando que conociera a los hombres comunes y corrientes que existían en el pueblo minero.
Tan solo pensar que su hermosa hija se enamorara de un pobre pueblerino, le llenaba de ansiedad. Pero como suele suceder, el amor derriba todas las barreras por más fuertes que éstas sean.
Doña Carmen conoce a Don Luis, un humilde minero con el que se veía en un templo cercano a su hogar, a escondidas de su padre.
Un día que el joven minero cortejaba a la hermosa doncella ofreciéndole agua bendita de sus manos, fue descubierta.
Su padre la encerró en casa y la amenazó de casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada fortuna.
La bella y sumisa doncella, triste, vivió su encierro al lado de su muy querida dama de compañía, Doña Brígida.
Ambas lloraban todos los días su pena desde el balcón de su recámara, y Doña Brígida no hacía más que prometerle que no dejaría que la llevaran a España en contra su voluntad.
El joven enamorado no supo en un principio qué hacer ya que no le era permitido hablar con su amada, pero al pasar cerca de su casa, notó que la ventana de la recámara daba exactamente a la ventana de la casa vecina, y estaban a escasos centímetros de distancia.
Se abría la posibilidad de poder estar en contacto con su amante si compraba aquella casa vecina.
Sugirió al dueño de aquella casa, un precio para comprarla, pero recibió constantes negativas hasta fijarlo en un costo tan alto que tuvo que dar todo su patrimonio de años a cambio.
El precio valió la pena cuando al asomarse por la ventana y extender su mano pudo tocar con sus nudillos la ventana del cuarto de su amada.
La sorpresa de Doña Carmen, fue mayúscula cuando, asomada a su balcón, encontró a tan corta distancia al hombre de sus sueños.
No hicieron más que jurarse amor eterno y planear como se verían todas las noches a través de esos balcones tan cercanos.
Cuando más abstraídos se encontraban los amantes, arropados en un cálido beso, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas.
Era el padre de Doña Carmen reprendiendo a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la habitación de su señora.
El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen y al ver como su hija se besaba con ese miserable minero, con una daga en la mano y de un solo golpe, la clavó en el pecho de su hija lleno de rabia y coraje.
Don Luis enmudeció de espanto…la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría y sin movimiento.
Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida… El joven no pudo soportar vivir sin su amada Carmen y desesperado se suicidó, tirándose desde el brocal del tiro principal de La Mina de la Valenciana.