Respuesta:Una mujer con flores en la boca (Sara Herrera Peralta)
Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.
Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.
Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:
él destruyó su casa.
Mientras ella teñía sus ropas
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.
Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca
y, para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,
se metió un manojo de flores
en la boca.
Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.
Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.
Mujer traga pasado pájaro.
Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.
A cambio de un cadáver herido, mutilado, se deja de esperar a la hija. A la hija que salió de la casa con urgencia pero que no se dio prisa en volver. Demoró su vuelta tanto y tanto hasta borrar los compartimentos del tiempo.
Pero los relojes ya empiezan a marchar.
Se acabó el presente interminable. A partir de ahora ya no será necesario resistir, tener valor, aguzar el oído al otro lado de la puerta, intentar identificar sus pasos, la canción que cantaba; atisbar en todas las muchachas la semejanza a una forma de peinarse, un andar, esa blusa de colores, esa falda, igual a la suya...
A partir de ahora, se encajarán días, horas, sucesos. A partir de ese cadáver, la hija deja de existir.
Con esmero, alinea los naipes.
Adivina cuál es.
Adivina dónde está, dice el mago.
¿No está el que falta?, insiste. ¿Seguro que no está?
Hábilmente, sus dedos descubren la carta oculta
en la chaqueta del espectador.
El siniestro comodín agita sus cascabeles ensangrentados.
III
Reconózcala. Diga si es ella. Dígalo de una vez: sí o no.
No todos son convocados ante una sábana estirada. No todos son apremiados a acabar con la congoja. No todos pueden envolver con el amor de los lienzos esas niñas despedazadas, traspasadas, aplastadas por la abominación. No todos pueden escribir un nombre en una lápida, cubrirla de flores, encenderle cirios. No todos pueden entregarse al duelo.
Hay quienes aún deban hacer acopio de lágrimas porque no saben hasta cuándo debe durar la pena.
¿Hay que dar las gracias, entonces?
Hay que decir SÍ, y desasirse.
Sí, es ella, hay que decir, y abandonarse.
Poner ahora toda la atención en ese hueco.
Esa carne que ya no está en su carne. Esa sangre que le falta.
Respuesta:Una mujer con flores en la boca (Sara Herrera Peralta)
Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.
Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.
Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:
él destruyó su casa.
Mientras ella teñía sus ropas
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.
Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca
y, para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,
se metió un manojo de flores
en la boca.
Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.
Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.
Mujer traga pasado pájaro.
Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.
A cambio de un cadáver herido, mutilado, se deja de esperar a la hija. A la hija que salió de la casa con urgencia pero que no se dio prisa en volver. Demoró su vuelta tanto y tanto hasta borrar los compartimentos del tiempo.
Pero los relojes ya empiezan a marchar.
Se acabó el presente interminable. A partir de ahora ya no será necesario resistir, tener valor, aguzar el oído al otro lado de la puerta, intentar identificar sus pasos, la canción que cantaba; atisbar en todas las muchachas la semejanza a una forma de peinarse, un andar, esa blusa de colores, esa falda, igual a la suya...
A partir de ahora, se encajarán días, horas, sucesos. A partir de ese cadáver, la hija deja de existir.
Con esmero, alinea los naipes.
Adivina cuál es.
Adivina dónde está, dice el mago.
¿No está el que falta?, insiste. ¿Seguro que no está?
Hábilmente, sus dedos descubren la carta oculta
en la chaqueta del espectador.
El siniestro comodín agita sus cascabeles ensangrentados.
III
Reconózcala. Diga si es ella. Dígalo de una vez: sí o no.
No todos son convocados ante una sábana estirada. No todos son apremiados a acabar con la congoja. No todos pueden envolver con el amor de los lienzos esas niñas despedazadas, traspasadas, aplastadas por la abominación. No todos pueden escribir un nombre en una lápida, cubrirla de flores, encenderle cirios. No todos pueden entregarse al duelo.
Hay quienes aún deban hacer acopio de lágrimas porque no saben hasta cuándo debe durar la pena.
¿Hay que dar las gracias, entonces?
Hay que decir SÍ, y desasirse.
Sí, es ella, hay que decir, y abandonarse.
Poner ahora toda la atención en ese hueco.
Esa carne que ya no está en su carne. Esa sangre que le falta.
Explicación: