¿Podremos imitar algún mecanismo del manejo del agua establecido en el Incanato? ¿Cómo manejaron los recursos hídricos las culturas prehispánicas que se desarrollaron en nuestra región?
En el 2004 tuve la oportunidad de conocer la ciudad Siem Riep en Camboya y pude comprobar el conocimiento técnico de la civilización Khmer en cuanto a infraestructura hidráulica. Este imperio fue uno de los más poderosos en el sur de Asia y controlaba un vasto territorio que se extendía hasta gran parte de los territorios actuales de Camboya, Laos, Myanmar, Tailandia y el sur de Vietnam.
La clave que permitió a los Khmer florecer y convertirse en un imperio tan poderoso y rico fue el manejo eficiente y planificado de los recursos hídricos, con un profundo respeto por la naturaleza y sus ecosistemas. Esta civilización construyó un sofisticado sistema de canales y embalses que permitieron a la ciudad almacenar la poca agua disponible en los meses secos y distribuir eficientemente el exceso de agua durante la estación lluviosa (el monzón de verano) por medio de aliviaderos, todo esto en armonía con sus prácticas religiosas. Muchas de estas obras siguen en pie hoy en día, cumpliendo muchas de las funciones para lo que fueron diseñados originalmente. Todo este sistema muy bien articulado, les permitió también desarrollar extensamente la irrigación para la producción de arroz e impulsar y mantener sus cosechas incluso en la época de estiaje. De acuerdo a varios investigadores, este sistema podría haber proporcionado raciones de supervivencia para toda la población durante una mala temporada de varios monzones consecutivos.
Ustedes se preguntarán sin embargo que tiene esto que ver con el Perú. La verdad es que las culturas pre-incaicas y en particular la cultura Nazca que se desarrolló en los valles de la región de Ica, no tenían absolutamente nada que envidiar a este gran imperio del sureste asiático. Los nazcas lograron desarrollar un vasto e ingenioso sistema hidráulico incluso mucho antes que el imperio Khmer, un sistema tan deslumbrante y eficiente que incluso hoy en día muchos de sus elementos están aún en funcionamiento. En su visión, la gestión integrada de una cuenca hidrográfica combinaba perfectamente varios elementos que incluían zonas de la cuenca alta y riberas de los ríos cubiertas de forestas para asegurar la retención del agua, las denominadas represas alto-andinas para maximizar el almacenamiento de agua de lluvia, un sistema de canales de riego y de andenes para asegurar su alimentación, observatorios solares para poder monitorear cambios que afectaran sus sistemas productivos y un conjunto de obras de infraestructura tales como los puquios, las amunas y los acueductos, todo en absoluta armonía con los ecosistemas de alta montaña.
De todos estos elementos, tal vez los que se ganan mi mayor admiración son los integrantes de la red de canales subterráneos que lograron desarrollar para movilizar el agua tan solo observando cómo la naturaleza lo hacía miles de años antes que ellos y con un claro entendimiento del comportamiento del clima local. Las amunas en las partes altas de la cuenca consistían en zanjas abiertas de infiltración para recargar los acuíferos que conducían la precipitación hasta un área abierta denominada como “cocha” de donde se infiltraba directamente en la montaña y podía ser recogida más abajo, proveyendo una reserva para la época seca. Se trataba de un sistema de ahorro, transporte y uso de agua que refleja el profundo conocimiento de estas culturas acerca del manejo de una cuenca en toda su extensión territorial, desde lo alto de las montañas hasta la costa pacífica. La disponibilidad de agua todo el año les permitio desarrollar la agricultura y asegurar alimentos para la población.
La pregunta que surge es: ¿En qué momento nos desconectamos de este proceso adaptativo a las variaciones del clima que nuestros ancestros ya iniciaron varios siglos atrás? Creo que es hora que empecemos a pensar y revisar cómo podemos aprender de sus logros y errores y replicar o, por qué no, perfeccionar, atendiendo los nuevos retos, la ingeniosa obra de estas culturas. Una buena gestión de nuestros recursos hídricos es clave para adaptarnos a la variabilidad del clima y a los impactos futuros del cambio climático.
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En el 2004 tuve la oportunidad de conocer la ciudad Siem Riep en Camboya y pude comprobar el conocimiento técnico de la civilización Khmer en cuanto a infraestructura hidráulica. Este imperio fue uno de los más poderosos en el sur de Asia y controlaba un vasto territorio que se extendía hasta gran parte de los territorios actuales de Camboya, Laos, Myanmar, Tailandia y el sur de Vietnam.
La clave que permitió a los Khmer florecer y convertirse en un imperio tan poderoso y rico fue el manejo eficiente y planificado de los recursos hídricos, con un profundo respeto por la naturaleza y sus ecosistemas. Esta civilización construyó un sofisticado sistema de canales y embalses que permitieron a la ciudad almacenar la poca agua disponible en los meses secos y distribuir eficientemente el exceso de agua durante la estación lluviosa (el monzón de verano) por medio de aliviaderos, todo esto en armonía con sus prácticas religiosas. Muchas de estas obras siguen en pie hoy en día, cumpliendo muchas de las funciones para lo que fueron diseñados originalmente. Todo este sistema muy bien articulado, les permitió también desarrollar extensamente la irrigación para la producción de arroz e impulsar y mantener sus cosechas incluso en la época de estiaje. De acuerdo a varios investigadores, este sistema podría haber proporcionado raciones de supervivencia para toda la población durante una mala temporada de varios monzones consecutivos.
Ustedes se preguntarán sin embargo que tiene esto que ver con el Perú. La verdad es que las culturas pre-incaicas y en particular la cultura Nazca que se desarrolló en los valles de la región de Ica, no tenían absolutamente nada que envidiar a este gran imperio del sureste asiático. Los nazcas lograron desarrollar un vasto e ingenioso sistema hidráulico incluso mucho antes que el imperio Khmer, un sistema tan deslumbrante y eficiente que incluso hoy en día muchos de sus elementos están aún en funcionamiento. En su visión, la gestión integrada de una cuenca hidrográfica combinaba perfectamente varios elementos que incluían zonas de la cuenca alta y riberas de los ríos cubiertas de forestas para asegurar la retención del agua, las denominadas represas alto-andinas para maximizar el almacenamiento de agua de lluvia, un sistema de canales de riego y de andenes para asegurar su alimentación, observatorios solares para poder monitorear cambios que afectaran sus sistemas productivos y un conjunto de obras de infraestructura tales como los puquios, las amunas y los acueductos, todo en absoluta armonía con los ecosistemas de alta montaña.
De todos estos elementos, tal vez los que se ganan mi mayor admiración son los integrantes de la red de canales subterráneos que lograron desarrollar para movilizar el agua tan solo observando cómo la naturaleza lo hacía miles de años antes que ellos y con un claro entendimiento del comportamiento del clima local. Las amunas en las partes altas de la cuenca consistían en zanjas abiertas de infiltración para recargar los acuíferos que conducían la precipitación hasta un área abierta denominada como “cocha” de donde se infiltraba directamente en la montaña y podía ser recogida más abajo, proveyendo una reserva para la época seca. Se trataba de un sistema de ahorro, transporte y uso de agua que refleja el profundo conocimiento de estas culturas acerca del manejo de una cuenca en toda su extensión territorial, desde lo alto de las montañas hasta la costa pacífica. La disponibilidad de agua todo el año les permitio desarrollar la agricultura y asegurar alimentos para la población.
La pregunta que surge es: ¿En qué momento nos desconectamos de este proceso adaptativo a las variaciones del clima que nuestros ancestros ya iniciaron varios siglos atrás? Creo que es hora que empecemos a pensar y revisar cómo podemos aprender de sus logros y errores y replicar o, por qué no, perfeccionar, atendiendo los nuevos retos, la ingeniosa obra de estas culturas. Una buena gestión de nuestros recursos hídricos es clave para adaptarnos a la variabilidad del clima y a los impactos futuros del cambio climático.