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PLACER Y VIRTUD EN PLATÓN

Platón explica en el Fedón (100 b) que debemos tener en cuenta que nuestra capacidad
de conceptualización refleja,en cierto modo, la estructura que subyace a la realidad, es

decir, que la realidad se asienta sobre patrones inteligibles estables y perdurables (defendiendo así la

superioridad de lo racional frente a lo sensible).

El asunto del placer en Platón supone un punto central de su pensamiento, pues de una buena

educación en y sobre él dependerá que pueda o no erigirse un proyecto no sólo de excelencia

personal, sino también política. Ello supondrá dirimir la relación existente entre cuerpo y alma: ¿de

qué manera nos influye lo sensible? Platón se enfrenta así al conocimiento de lo que es (las ideas

o formas) y de lo que uno es (cuidado de sí). Por eso la escisión entre un orden inteligible y otro

sensible no se impone en su doctrina de forma arbitraria, sino que obedece más bien a una

necesidad: que las ideas no se vean afectadas por la multiplicidad y el incesante cambio, con el

objetivo de alcanzar un conocimiento estable y verdadero que constituye precisamente el principio del

devenir. En definitiva, existe un proyecto de otorgar consistencia a la realidad.

Un aspecto importante de cara al estudio del Protágoras es tomar en consideración el papel del

cuerpo, que no parece rechazado o vilipendiado sin más por Platón; más bien, la meta se sitúa

en ofrecer límites a los apetitos siempre crecientes, y que suponen en este sentido un obstáculo

para la culminación de las actividades intelectuales. Sigmund Freud explicará convencido dos

milenios más tarde en su Introducción al psicoanálisis, sin duda haciéndose eco implícito de la doctrina

platónica (así como de algunos puntos centrales de la teoría estética de Schopenhauer), que “creemos

que la cultura ha sido creada obedeciendo al impulso de las necesidades vitales y a costa de la

satisfacción de los instintos, y que es de continuo creada de nuevo, en parte, del mismo modo, pues

cada individuo que entra en la sociedad humana repite, en provecho de la colectividad, el sacrificio de

la satisfacción de sus instintos”.

En el Protágoras, Sócrates sostendrá que el placer es un bien, e incluso llega a parecer en cierto

momento que es el criterio para medir los demás bienes. Sin embargo, en el Gorgias afirma que el

bien y el placer no son lo mismo, y que sólo aquél ha de ser el fin de las acciones. ¿Cómo hacernos

cargo de estas aparentes contradicciones? El estudioso Charles Kahn sostiene que no existe ruptura,

sino más bien un Sócrates continuamente “resbaladizo”, hasta el punto de que en el Fedón se hablará

de una “moral de esclavos”, aquella en la que los apetitos, nuestros deseos, encadenan el alma; la

solución ante tal moral dominada por lo “irracional” será la sabiduría que purifica de tal esclavismo.

El que quiera ser feliz ha de perseguir y ejercitar la moderación, así como huir de la indisciplina lo más

rápido que uno pueda [...], de modo que haya justicia y moderación para el que se propone ser

dichoso, y así debe obrar, sin dejar que los apetitos se queden sin recibir disciplina y que por intentar

colmarlos, mal inacabable, se lleve vida de bandido (Gorgias, 507 d-e).


En ciertos diálogos como el Gorgias, Protágoras, Fedón o Filebo, e incluso en algunos fragmentos de

la República, predomina una temática que parece preocupar mucho a Platón: el auténtico placer ha

de estar siempre acompañado de cierta medida que, además, es necesario conocer. Es decir, el

sabio no es el que sabe mucho, un simple erudito, sino el que escucha, el que pone oídos atentos a lo

que los apetitos tienen que decirle, sin colocar como última meta de su acción al placer. En

el Protágoras el placer se anuncia como un bien, aunque, en primer lugar, el verdadero placer es un

bien solamente en tanto que lo encontramos medido por la sabiduría, y en segundo lugar, el placer se

vuelve engañoso si no está secundado por un certero (prudente) cálculo –que podría verse malversado

por la ignorancia–.

Centrándonos en el Protágoras, Platón subraya el poder de la sabiduría sobre nuestras acciones;

cuando ésta se halla presente, el deseo da certera y justamente con lo que buscaba, el auténtico

placer. De esta manera, el ánimo, el alma, encuentra la paz. Así, lo que se dice en

el Protágoras seguiría vigente en República, a saber, que cuando el sujeto sufre una suerte de división

entre deseos contrarios no armonizados por la sabiduría (la única y apropiada fuerza directriz), en ese

caso, no podría darse una verdadera satisfacción del sujeto como un todo: estaríamos, pues, en el

caso de aquella moral de esclavos, atados a los dolorosos y aguijoneantes vaivenes del deseo. El

objetivo de Platón es que el sujeto invierta toda su energía y todas sus fuerzas de manera satisfactoria

y en el buen camino. Sócrates no sostendría entonces una posición meramente hedonista-sensual

ACTIVIDAD #1 TEXTO CRITICO

base a la lectura leída del “PLACER Y VIRTUD EN PLATÓN”as un texto critico
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