Personajes principales y secundarios de el libro el muchacho de la boina blanca
melaniekiss19 saber si esto te ayuda Nací un 13 de Diciembre. No eran buenos tiempos para mis padres. Vivían en Bello, Colombia, y estaban a punto de separarse. Lo harían cuando yo tenía cuarenta y cinco días de nacido. Mis seis hermanos mayores fueron repartidos en casas de familiares que los criaron llevados por la esperanza de que donde comen dos pueden comer hasta cuatro o más. Mi madre, sin recursos económicos, fue recibida en casa de mis abuelos con sus dos hijos pequeños. Llegamos a Yarumal, un pueblo montañoso y frio del norte de Antioquia. La casa era grande con un patio y un solar que eran ideales para jugar a las escondidas con los primos.Mi abuelo Luis tenía una carnicería. De él aprendí el amor por el trabajo. Después de la escuela, le ayudaba con la limpieza y le hacía mandados. En la tarde hacía las tareas y leía. No hubo otra cosa en la niñez, ni en todos los días de mi vida, que me haya gustado más que leer: una vez llegué a casa con una edición enorme de los miserables, de Víctor Hugo, y tuve que devolverlo a la biblioteca porque mi abuela consideró que no era una lectura para niños. Después lo leí a escondidas. Gracias a los libros llené mis soledades. Era muy introvertido y prefería los libros a los juegos.De Yarumal, el pueblo donde crecí, tengo muy bellos recuerdos: la iglesia de las mercedes donde fui monaguillo; la profesora Edilma que me enseñó las primeras letras; la finca de mi abuelo, donde pasaba vacaciones, cubierta de neblina y donde se decía, para mi horror, que un esclavo pasaba a media noche arrastrando unas cadenas. Muchas historias fantásticas escuché mientras descansaba bajo los balcones, después de huir de un perro lanudo que no me quería. Me hice amigo de Rosa, la hermana del sacerdote Benedicto Soto: ella me contaba un cuento cada que pasaba por su puerta y me regalaba un dulce.Al terminar la secundaria, después de los avatares de la adolescencia, tenía claro lo que quería hacer con mi vida: iba a convertirme en periodista. Desde pequeño soñé con ser escritor pero sabía que aún no había llegado el momento. Les dije adiós a mi primera novia y a mi familia, y me fui para Bogotá. Trabajé en una cafetería del centro para poder costearme los estudios. Después fui mensajero de un periodista que tenía un perro san Bernardo, el cual yo sacaba a pasear antes de salir para la universidad. Antes de concluir mis estudios conseguí mi primer gran trabajo: como redactor de información internacional en un noticiero de televisión. Me fue muy bien y al poco tiempo me convertí en editor general. Aproveché para viajar por todo el país y por algunas naciones de América haciendo reportería.Mi primera etapa en Bogotá estaba a punto de concluir: me dio mucha tristeza dejar a mi grupo de amigos, con los cuales organizaba tertulias los fines de semana, pero me ofrecieron un buen puesto en Cali, ciudad del suroccidente colombiano, donde no conocía a nadie pero donde tenía la oportunidad de iniciar un proyecto nuevo.
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ariadnagabriela
saber si esto te ayuda
Nací un 13 de Diciembre. No eran buenos tiempos para mis padres. Vivían en Bello, Colombia, y estaban a punto de separarse. Lo harían cuando yo tenía cuarenta y cinco días de nacido. Mis seis hermanos mayores fueron repartidos en casas de familiares que los criaron llevados por la esperanza de que donde comen dos pueden comer hasta cuatro o más. Mi madre, sin recursos económicos, fue recibida en casa de mis abuelos con sus dos hijos pequeños. Llegamos a Yarumal, un pueblo
gabrieladabdub
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Nací un 13 de Diciembre. No eran buenos tiempos para mis padres. Vivían en Bello, Colombia, y estaban a punto de separarse. Lo harían cuando yo tenía cuarenta y cinco días de nacido. Mis seis hermanos mayores fueron repartidos en casas de familiares que los criaron llevados por la esperanza de que donde comen dos pueden comer hasta cuatro o más. Mi madre, sin recursos económicos, fue recibida en casa de mis abuelos con sus dos hijos pequeños. Llegamos a Yarumal, un pueblo montañoso y frio del norte de Antioquia. La casa era grande con un patio y un solar que eran ideales para jugar a las escondidas con los primos.Mi abuelo Luis tenía una carnicería. De él aprendí el amor por el trabajo. Después de la escuela, le ayudaba con la limpieza y le hacía mandados. En la tarde hacía las tareas y leía. No hubo otra cosa en la niñez, ni en todos los días de mi vida, que me haya gustado más que leer: una vez llegué a casa con una edición enorme de los miserables, de Víctor Hugo, y tuve que devolverlo a la biblioteca porque mi abuela consideró que no era una lectura para niños. Después lo leí a escondidas. Gracias a los libros llené mis soledades. Era muy introvertido y prefería los libros a los juegos.De Yarumal, el pueblo donde crecí, tengo muy bellos recuerdos: la iglesia de las mercedes donde fui monaguillo; la profesora Edilma que me enseñó las primeras letras; la finca de mi abuelo, donde pasaba vacaciones, cubierta de neblina y donde se decía, para mi horror, que un esclavo pasaba a media noche arrastrando unas cadenas. Muchas historias fantásticas escuché mientras descansaba bajo los balcones, después de huir de un perro lanudo que no me quería. Me hice amigo de Rosa, la hermana del sacerdote Benedicto Soto: ella me contaba un cuento cada que pasaba por su puerta y me regalaba un dulce.Al terminar la secundaria, después de los avatares de la adolescencia, tenía claro lo que quería hacer con mi vida: iba a convertirme en periodista. Desde pequeño soñé con ser escritor pero sabía que aún no había llegado el momento. Les dije adiós a mi primera novia y a mi familia, y me fui para Bogotá. Trabajé en una cafetería del centro para poder costearme los estudios. Después fui mensajero de un periodista que tenía un perro san Bernardo, el cual yo sacaba a pasear antes de salir para la universidad. Antes de concluir mis estudios conseguí mi primer gran trabajo: como redactor de información internacional en un noticiero de televisión. Me fue muy bien y al poco tiempo me convertí en editor general. Aproveché para viajar por todo el país y por algunas naciones de América haciendo reportería.Mi primera etapa en Bogotá estaba a punto de concluir: me dio mucha tristeza dejar a mi grupo de amigos, con los cuales organizaba tertulias los fines de semana, pero me ofrecieron un buen puesto en Cali, ciudad del suroccidente colombiano, donde no conocía a nadie pero donde tenía la oportunidad de iniciar un proyecto nuevo.