Respuesta:Y aunque en algunas ocasiones esa labor la podía hacer la familia, lo cierto es
que fue encomendada especialmente a la institución escolar. En este espacio,
mediante ciertos útiles y siguiendo particulares rituales, se le confió a los
maestros el vital objetivo de educar a niños y niñas en la lectura.
*
Aquí valdría advertir, de una vez, una aspiración esencial de este propósito
escolar de enseñar a leer: consistía en proveer a los más pequeños de un equipamiento vigoroso con el fin de que en el mañana pudieran leer sin dificultad
variedad de textos; y, además, ofrecerles una bandera de liberación a las muchas
esclavitudes provenientes del analfabetismo. Dicho ideal no sólo contribuía a
una mejor socialización, sino que creaba un ambiente adecuado para asumir una
tradición y participar de las grandes obras literarias. El que sabía leer, entonces,
tenía en sus manos un pasaporte para mirar el pasado y ejercer su libertad de
opinar, controvertir o recrear la cultura expresada en el lenguaje.
*
Aunque del mismo modo, las prácticas de lectura escolar aspiraban a crear
en los más pequeños el hábito de la lectura. Se aspiraba a que el acto de
leer no dependiera únicamente de la tutela de otros para germinar o dar sus
frutos. El objetivo final, la meta más alta, era crear lectores autónomos. Es
decir, lectores capaces de elegir o seleccionar sus lecturas, tener un punto de
vista manifestado en una opinión, y seguir cultivándose a lo largo de toda la
vida. Esa era o sigue siendo una aspiración de las prácticas de lectura escolar
Respuesta:Y aunque en algunas ocasiones esa labor la podía hacer la familia, lo cierto es
que fue encomendada especialmente a la institución escolar. En este espacio,
mediante ciertos útiles y siguiendo particulares rituales, se le confió a los
maestros el vital objetivo de educar a niños y niñas en la lectura.
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Aquí valdría advertir, de una vez, una aspiración esencial de este propósito
escolar de enseñar a leer: consistía en proveer a los más pequeños de un equipamiento vigoroso con el fin de que en el mañana pudieran leer sin dificultad
variedad de textos; y, además, ofrecerles una bandera de liberación a las muchas
esclavitudes provenientes del analfabetismo. Dicho ideal no sólo contribuía a
una mejor socialización, sino que creaba un ambiente adecuado para asumir una
tradición y participar de las grandes obras literarias. El que sabía leer, entonces,
tenía en sus manos un pasaporte para mirar el pasado y ejercer su libertad de
opinar, controvertir o recrear la cultura expresada en el lenguaje.
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Aunque del mismo modo, las prácticas de lectura escolar aspiraban a crear
en los más pequeños el hábito de la lectura. Se aspiraba a que el acto de
leer no dependiera únicamente de la tutela de otros para germinar o dar sus
frutos. El objetivo final, la meta más alta, era crear lectores autónomos. Es
decir, lectores capaces de elegir o seleccionar sus lecturas, tener un punto de
vista manifestado en una opinión, y seguir cultivándose a lo largo de toda la
vida. Esa era o sigue siendo una aspiración de las prácticas de lectura escolar
Explicación: