La democracia como forma de gobierno en la que los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de elegir a nuestros gobernantes es un sistema imperfecto. Sin embargo, cuando la comparamos con las alternativas en las que las decisiones son tomadas por unos pocos, como es el caso de las dictaduras (incluidas las que se disfrazan de democracias como es la situación desafortunada de nuestros vecinos venezolanos) o las monarquías absolutas, como las que reinaron en Europa o las que aún imperan en la mayoría de países productores de petróleo del Medio Oriente, nos permite valorar la fortuna que tenemos de haber nacido y vivir en un país democrático. Es fácil caer en la apatía electoral y dejar de ejercer el derecho al voto. También es fácil olvidar que en diciembre de 1957 (hace solo 62 años), las mujeres colombianas tuvieron por primera vez la oportunidad de votar. La mayoría de nuestras abuelas solo pudieron votar por primera vez cuando ya tenían más de 30 años. Es fácil olvidar que en 1988 (hace solo 31 años), los colombianos pudimos elegir por primera vez a nuestros alcaldes y en 1991 (hace solo 28 años) pudimos votar por gobernadores. Antes de esas fechas, los mandatarios locales y departamentales eran escogidos y removidos directamente por el Presidente de la República (para aquellos que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, este es un ejemplo de que el pasado no solo fue peor, sino desastroso). Aunque el presidente era quien escogía a los alcaldes y gobernadores directamente, en la práctica eran los recomendados políticos de los partidos Conservador y Liberal o hijos de familias adineradas que habían financiado la campaña del presidente de turno.
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La democracia como forma de gobierno en la que los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de elegir a nuestros gobernantes es un sistema imperfecto. Sin embargo, cuando la comparamos con las alternativas en las que las decisiones son tomadas por unos pocos, como es el caso de las dictaduras (incluidas las que se disfrazan de democracias como es la situación desafortunada de nuestros vecinos venezolanos) o las monarquías absolutas, como las que reinaron en Europa o las que aún imperan en la mayoría de países productores de petróleo del Medio Oriente, nos permite valorar la fortuna que tenemos de haber nacido y vivir en un país democrático. Es fácil caer en la apatía electoral y dejar de ejercer el derecho al voto. También es fácil olvidar que en diciembre de 1957 (hace solo 62 años), las mujeres colombianas tuvieron por primera vez la oportunidad de votar. La mayoría de nuestras abuelas solo pudieron votar por primera vez cuando ya tenían más de 30 años. Es fácil olvidar que en 1988 (hace solo 31 años), los colombianos pudimos elegir por primera vez a nuestros alcaldes y en 1991 (hace solo 28 años) pudimos votar por gobernadores. Antes de esas fechas, los mandatarios locales y departamentales eran escogidos y removidos directamente por el Presidente de la República (para aquellos que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, este es un ejemplo de que el pasado no solo fue peor, sino desastroso). Aunque el presidente era quien escogía a los alcaldes y gobernadores directamente, en la práctica eran los recomendados políticos de los partidos Conservador y Liberal o hijos de familias adineradas que habían financiado la campaña del presidente de turno.